Tavush (Armenia).- Establecido en la ciudad de Berd, de la pintoresca región armenia de Tavush, un grupo de mujeres demuestran el poder de la sororidad. Casi en igual medida que los frijoles que cultivan, estas mujeres son fuertes y mantienen vínculos profundamente arraigados.
Los frijoles son desde hace mucho tiempo un alimento plenamente integrado en la vida rural, símbolo de resiliencia en las comunidades agrícolas. A menudo se asocia el frijol con comidas humildes pero nutritivas, sobre todo en los meses de invierno y en épocas de ayuno por motivos religiosos. El cultivo y la cosecha de frijoles, actividades transmitidas de generación en generación, constituyen un patrimonio común, que representa paciencia, cuidados y arduo trabajo.
Anahit Paytyan, Alina Paytyan y Varduhi Melikbekyan aportan cada una sus capacidades y experiencias únicas al grupo, conocido como Asociación de Mujeres de los “Frijoles de Berd”. Este grupo se formó en el marco del programa Local Empowerment of Actors for Development (“Empoderamiento local de los Agentes para el Desarrollo”), apoyado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y financiado por la Unión Europea.
Anahit Paytyan, miembro de la asociación, comienza su jornada a las 4.30 de la mañana para atender sus campos. La reconforta el hecho de no estar sola en sus esfuerzos: Alina, Lusine, Anna y Mariam trabajan todas en sus propias parcelas, dispersas por la región.
Una de las principales dificultades a las que se enfrentan las mujeres en Armenia es la fragmentación de las explotaciones agrícolas. El pequeño tamaño y la dispersión de las parcelas les impiden conseguir economías de escala y limitan su capacidad para acceder a mercados más amplios o invertir en tecnologías que permitan ahorrar esfuerzo físico.
Pero ahora las mujeres, gracias a su asociación, pueden aunar esfuerzos no solo para cultivar frijoles, sino también para comercializarlos y negociar mejores precios en los insumos agrícolas esenciales.
Aprendieron muchas de estas aptitudes a través del programa Empoderamiento local, que las capacitó en la utilización de técnicas esenciales de gestión empresarial y comercialización. También participaron en actividades de establecimiento de redes, que les permitieron compartir sus experiencias.
Superar desafíos juntas
El cultivo de frijoles exige un trabajo manual considerable, que va desde preparar el suelo y plantar hasta desherbar y cosechar. Cada etapa requiere cuidadosa atención, sobre todo en las explotaciones de menor escala donde no se utiliza la mecanización. Además, la planta del frijol es sensible al hacinamiento y las plagas: otros elementos que reclaman atención.
Gracias al apoyo entre iguales, las mujeres sortean estos obstáculos y, juntas, encuentran soluciones creativas. La asociación les permite compartir recursos, reducir costos y sentirse seguras. Aunando sus capacidades y trabajando en equipo, las mujeres acceden ahora a mercados más amplios que antes eran inaccesibles para ellas.
Juntas, también han llegado a acuerdos con supermercados regionales y estudian opciones de exportación a medida que aumentan la producción. Con el proyecto de establecer un centro de limpieza de frijoles, la asociación empieza a posicionarse para atender las exigencias del mercado, asegurándose de que sus productos se elaboren, se limpien y se envasen de manera eficiente.
La Asociación de Mujeres de los “Frijoles de Berd” prevé ampliar sus actividades incorporando a más mujeres agricultoras. Gracias a su asociación, no solo están mejorando sus propios medios de vida, sino que además inspiran a otras mujeres de la región para que se unan y hallen fortaleza en el intercambio de experiencias, impulsando así el cambio en las economías rurales.
Del mismo modo que los frijoles que las mujeres de Berd cultivan han echado raíces y crecido, ellas han desarrollado seguridad en sí mismas e independencia.