Lima (Perú) (AFP) – Treinta años después de dar un autogolpe en Perú, el octogenario expresidente Alberto Fujimori aguarda un dictamen de la Corte Interamericana de Derechos Humanos para saber si sale o no anticipadamente de prisión.
La noche del domingo 5 de abril de 1992 Perú fue sacudido por la frase «disolver, disolver el Congreso» en boca de Fujimori, quien lanzó un autogolpe de Estado con apoyo militar.
Tras el sorpresivo anuncio de Fujimori, que le permitió asumir poderes absolutos, tanques del ejército salieron a las calles de Lima y rodearon la sede del Congreso, el Palacio de Justicia y otros puntos de la ciudad.
Contingentes militares ocuparon los diarios, canales de televisión y emisoras radiales implantando una censura de prensa. La intervención alcanzó también a las agencias de noticias extranjeras, como la AFP, cuya redacción fue ocupada esa misma noche por un capitán y dos soldados como «medida de seguridad», según dijeron.
El 17 de marzo pasado, el Tribunal Constitucional peruano le restituyó al exmandatario, de 83 años, un polémico indulto que le había concedido el presidente Pedro Pablo Kuczynski en diciembre de 2017 y anulado 10 meses después por la justicia.
Fujimori, quien gobernó de 1990 a 2000, fue condenado a 25 años de prisión por crímenes contra la humanidad tras ser extraditado desde Chile en 2007.
La semana pasada, cuando parecía inminente su salida de la cárcel, la Corte Interamericana pidió a Perú que «se abstenga» de liberarlo hasta revisar un recurso de familiares de las víctimas de su gobierno.
La Corte realizó una audiencia por este caso el viernes y debe pronunciarse en los próximos días.
«Alberto Fujimori debería salir libre, acatando lo que dice la Corte, está enfermo y anciano. Ha cumplido el 70% de su condena», dice a la AFP el analista político Augusto Álvarez Rodrich.
El aniversario del autogolpe encuentra a Lima este martes con militares en las calles, por un toque de queda diurno decretado sorpresivamente por el presidente izquierdista Pedro Castillo para contener protestas por las alzas de los precios de combustibles y alimentos.
Derrotó al favorito –
Fujimori es el único preso del pequeño penal Barbadillo, ubicado en el cuartel de la Dirección de Operaciones Especiales de la Policía, al este de Lima. Ahí cultiva flores, pinta cuadros al óleo y recibe visitas familiares.
Descendiente de japoneses y con una exitosa carrera como docente universitario, se convirtió en 1990 en presidente de Perú al vencer en las urnas al archifavorito Mario Vargas Llosa.
Aplicó un modelo económico neoliberal que le valió el apoyo de empresarios, clases dirigentes y organismos financieros internacionales. Ello le permitió superar la crisis e hiperinflación a la que había caído Perú, en el primer mandato del socialdemócrata Alan García (1985-1990).
Además, con racionalidad de matemático y contención nipona, aplicó mano dura para desmantelar las guerrillas de Sendero Luminoso y el MRTA.
Conocido como «El Chino», Fujimori era muy popular. Pero en noviembre de 2000, en medio de una creciente oposición, huyó a Japón, tierra de sus padres, y renunció por fax a la presidencia.
«Corriente importante» –
A pesar del abrupto fin de su régimen, el fujimorismo (derecha populista) ha seguido vigente bajo la conducción de su hija mayor, Keiko Fujimori.
El politólogo Carlos Meléndez dice a la AFP que «el fujimorismo ha trascendido más de la esperanza de vida regular que tienen los partidos políticos en el Perú, donde los partidos se crean en cada elección y son pocos los que pasan a la historia».
«El fujimorismo sigue vivo como expresión de una corriente política, pero ha perdido mucho en las dos últimas dos décadas en las que el antifujimorismo ha ido creciendo», indica por su lado Álvarez Rodrich.
«Su vigencia a través de Keiko Fujimori, que ha disputado tres balotajes [en 2011, 2016 y 2021], refleja que sigue siendo una corriente importante principalmente porque los partidos políticos no han sabido renovar sus ideas», agrega.
«En boca de todos» –
Hasta hace un tiempo, el partido fujimorista Fuerza Popular dominaba el Congreso, con las 73 bancas ganadas en 2016 (de un total de 130), Sin embargo, en 2021 solo obtuvo 24.
Además, Keiko rompió con su hermano Kenji, que era el legislador más votado del país, y estuvo un año en prisión preventiva por el escándalo de la constructora brasileña Odebrecht, lo que afectó al partido.
«El fujimorismo va a ir desapareciendo y su futuro está atado a sus herederos, como Keiko o Kenji, a quienes no veo con la fuerza suficiente para llevarlo al poder otra vez», asegura Álvarez Rodrich.
Pero Meléndez discrepa de esta opinión: «No se puede decir que está en extinción porque está en el Parlamento, está en boca de todos en política cotidiana».
«Así desaparezca físicamente, Alberto Fujimori va a continuar siendo importante porque cuenta con recursos organizativos y una ideología que mediante un discurso conservador de mano dura defiende reformas de mercado. Otros partidos no tienen esos recursos», añade este profesor de la Universidad Diego Portales de Chile.