París (AFP) – Sobrevolar la ciudadela de Machu Picchu en compañía de su fundador, el emperador Pachacutec, o admirar joyas precolombinas que nunca salieron de Perú: una espectacular exposición sobre el mundo inca y sus predecesores se abre este fin de semana en París.
«Machu Picchu y los tesoros del Perú» es un proyecto conjunto de World Heritage, una promotora de eventos culturales que logró un gran éxito en París con una retrospectiva dedicada al fararón Tutankamón, y el museo Larco de Lima, que ha prestado cerca de 200 objetos de todo tipo.
Máscaras mortuorias de cobre, adornos de oro, enormes aretes de porfirio negro, collares de turquesa… la retrospectiva celebra «los éxitos de las civilizaciones del antiguo Perú a lo largo de 3.000 años» explicó a la AFP Carole Fraresso, comisaria de la exposición e investigadora asociada del Museo Larco.
Para el espectacular vuelo «a ojo de cóndor» del Machu Picchu, colofón de la visita, los organizadores aprovecharon el cierre excepcional, durante ocho meses, del sitio, en plena pandemia del covid-19.
Filmaron el lugar con un dron, y las imágenes sirvieron para una experiencia inmersiva y virtual que es vertiginosa.
El visitante vuela encima del lugar, donde se reproducen minuciosamente los edificios y se simulan los cultivos, la vida diaria de sus habitantes, los rituales en la época de esplendor de los incas.
El mundo en tres niveles –
Sin embargo, «los incas representan 80, 90 años de la historia del Perú» que se extiende a lo largo de milenios, recuerda Fraresso.
El Machu Picchu representa el apogeo del imperio. Pero antes, durante siglos, florecieron las civilizaciones chavin, nazca, mochica, huari, chimú…
La exposición es una introducción a esas culturas, con un muestrario excepcional de sus objetos, reproducidos además en 3D, para desentrañar su simbología.
El objetivo es explicar «cómo las sociedades del antiguo Perú pensaban el mundo», añadió la experta.
«El mundo en tres niveles: el plano superior, de los cuerpos celestes, el inferior, donde se encuentran los ancestros y los muertos. Y en medio, los hombres», indicó.
«Los hombres van a crear rituales, actividades para estar en conexión permanente con esos mundos diferentes», explicó.
Uno de los protagonistas de ese viaje incesante entre el mundo terrenal y el más allá es Ai Apaec, héroe de la cultura mochica (100-800 después de JC).
Investido con virtudes sobrehumanas, Ai Apaec es capaz de rescatar al Sol del fondo del océano y volverlo a ofrecer a los humanos, a través de los cultivos.
La exposición muestra ejemplos de esa adoración, los objetos de culto más perfeccionados.
«Son sociedades agrícolas, que dependen esencialmente de los ciclos de cada estación», recuerda Fraresso.
Los sacerdotes observan los fenómenos naturales, los astros, a menudo con un rigor desconocido en la Europa de esa misma época.
Además de las libaciones, con sustancias alucinógenas, a veces hay que apaciguar a los dioses con sacrificios, de llamas, de niños, de vírgenes a las que entierran vivas.
Los puñales de oro o plata, las copas para beber la chicha, ricamente labradas, se suceden a lo largo de la exposición.
Todas esas civilizaciones culminan en el imperio inca, conformado por «increíbles gestores y militares que garantizan la expansión y la administración de un vasto territorio de más de 900.000 km2», indica Fraresso.
Machu Picchu es construido hacia 1450. Justo antes de la llegada de los conquistadores, que ponen fin a una de las mayores civilizaciones de la humanidad.