San José (AFP) – El exmagistrado nicaragüense Rafael Solís teme que su país vuelva a vivir una guerra civil por el cierre de los espacios políticos y el colapso económico desde el estallido en abril pasado de protestas contra el presidente Daniel Ortega.
Solís era considerado uno de los hombres más cercanos a Ortega en la Corte Suprema de Justicia, hasta que el 8 de enero presentó su renuncia en una explosiva carta en la que denunció las tendencias dictatoriales del presidente y la vicepresidenta Rosario Murillo.
En una entrevista con AFP, Solís urgió un diálogo con mediación internacional para buscar una salida a la crisis en Nicaragua, donde al menos 325 personas han muerto, más de 500 están detenidas y miles más han huido del país.
Solís, radicado en Costa Rica desde su renuncia, brindó la entrevista vía telefónica debido a las medidas de seguridad que le rodean por temor a un atentado contra su vida.
El siguiente es un resumen de la entrevista.
P: En su carta de renuncia menciona las actitudes dictatoriales del gobierno de Daniel Ortega a partir del estallido de las protestas, ¿no notó estas tendencias antes?
R: Antes del 18 (de abril) Nicaragua vivía una situación bastante normal, además de que había crecimiento económico, había un poco más de independencia entre los poderes del Estado, ejercicio de derechos constitucionales.
P: Hay versiones de que su oficina en el Poder Judicial fue allanada, que personal de su confianza fue despedido.
R: Algo de eso sí se ha dado, tal parece que están buscando documentación. Yo eso lo esperaba. El Poder judicial era uno antes del 18 de abril, y después se fue estrechando su margen de decisión y su independencia frente al presidente y la vicepresidenta.
Había una gran presión sobre el poder judicial.
La mayoría de los juicios (contra los detenidos por las protestas) no han llegado a la Corte Suprema, lo que hubiera sido una situación bastante difícil para mí y para los magistrados a la hora de emitir sentencia. Hubiéramos tenido presión para ratificar (las condenas).
P: ¿Los otros magistrados han percibido esta pérdida de independencia del Poder Judicial?
R: Nadie lo comenta porque hay un estado terror en Nicaragua y de coacción de una serie de derechos, pero creo que muchos magistrados lo deben de sentir.
P: ¿Qué significa esto para quienes enfrentan cargos por terrorismo por participar en las protestas?
R: Creo que los abogados defensores van a alegar que el hecho de que un exmagistrado de la Corte Suprema haya dicho que los juicios en muchos casos son por delitos inexistentes o acusaciones absurdas, permite que se declare nulo el juicio.
Hay muchos casos en que las acusaciones son sumamente débiles, sin fundamento. Son juicios políticos que se dan en medio de una situación de presión política.
P: En su carta menciona que le presentó al presidente alternativas de salida a la crisis, ¿en qué consisten?
R: Adelantar las elecciones, reformas a la Constitución, a la ley electoral, crear un nuevo Consejo Supremo Electoral y una nueva Corte Suprema de Justicia.
En el mensaje de fin de año (de Ortega y Murillo) yo sentí que ellos no tenían voluntad de reanudar un diálogo nacional ni de considerar las alternativas políticas para ponerle punto final a esta crisis.
El mensaje fue muy contundente en decir que ya todo está superado, que el país está normal y no hay por qué dialogar.
Creo que todavía queda un poquito de posibilidad de forzarlo (al diálogo), de lo contrario se puede llevar a situaciones de violencia, de descontento que desemboque en una situación de guerra.
P: Su carta menciona el riesgo de una guerra civil, ¿es real esa posibilidad?
R: Lo dije como una posibilidad porque lo que hubo fue una protesta bastante cívica. Sin embargo, en el futuro puede ser que, si todas las puertas políticas se cierran y la crisis económica se agudiza, hay una desesperación de parte de la población y puede surgir esa opción que nadie quiere, de la vía armada.
P: ¿Ve posible que otras personas con altos cargos sigan sus pasos y renuncien próximamente?
R: Creo que sí, siento que mi renuncia fue una reflexión fuerte, una especie de campanazo a quienes hemos estado tantos años dentro del sandinismo y que tenemos conciencia de que el país tiene que cambiar, que tiene que haber un acuerdo político nacional con mediadores internacionales.
P: ¿Qué podría llevar al presidente Ortega a aceptar esta mediación?
R: Tal vez más presión internacional y la descomposición económica del país son factores que lo pueden hacer pensar que tiene que dialogar y hacer concesiones.
Actualmente siento que está muy cerrado en la posición de no aceptar al diálogo, aunque no descarto que en un tiempo, ojalá no muy lejano, se pueda sentar a negociar, porque la presión internacional va a crecer sobre Nicaragua.
P: ¿Qué le permite a Ortega continuar aferrado al poder con la presión internacional y el colapso económico?
R: Si algo no hice correcto (como magistrado) fueron las sentencias que permiten la reelección en Nicaragua.
En la nueva Nicaragua que va a surgir de la crisis no puede haber reelección (…) Al haber reelecciones las personas se aferran cada vez más al poder y no quieren dejarlo.
P: ¿Cuál sería el desenlace ideal para esta crisis?
R: La salida pasa por un adelanto de las elecciones, el país no aguanta tres años más en esta situación.
Después tendrá que haber una reforma electoral, que las libertades y los derechos ciudadanos vuelvan a ser respetados, que se supriman los grupos armados para garantizar elecciones pacíficas.
Tomará su tiempo hasta que ellos dos, él y ella, entiendan que no hay otra salida, porque la otra va a ser horrible para el país.
P: ¿Teme por su vida?
R: Hay muchas cabezas calientes en Nicaragua que pueden querer venir a Costa Rica a hacer alguna acción contra mi vida.
Esto es motivo de preocupación más que todo por mi familia, tengo que seguir las recomendaciones que en Costa Rica me puedan dar para cuidarme, y esperar que en Nicaragua se dé el milagro de una solución pacífica y rápida.