Managua (AFP) – En un lugar de Nicaragua, 20 jóvenes conviven en una casa donde se sienten a salvo de la persecución a los impulsores de las protestas contra el presidente Daniel Ortega. Allí discuten el escenario político, planean nuevas acciones y se coordinan con otras organizaciones en busca de democracia.
Y sobre todo, sueñan con «ver a Nicaragua libre».
La casa de seguridad está ocupada por estudiantes universitarios, muchos de los cuales estuvieron atrincherados en casas de estudio, de donde fueron sacados a balazos, mientras otros son las figuras visibles del movimiento que busca la salida de Ortega del poder.
El más visible de ellos es Lesther Alemán, un estudiante de comunicación de 20 años que se ha convertido en un símbolo de la lucha antigubernamental que estalló el 18 de abril cuando los universitarios salieron a las calles contra una reforma a la seguridad social.
El movimiento se propagó al país entero tras la violenta represión de los manifestantes, y se convirtió en clamor por la salida del poder de Ortega, en su tercer mandato consecutivo desde 2007.
Al menos 317 personas han muerto en las protestas, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), aunque Ortega dice que son 195.
«Aquí hay responsables de logística, hay responsables de seguridad y tenemos comités de abastecimiento, de organización, de política», explica Alemán a AFP en el jardín de la casa.
«Es un trabajo arduo, hay que trabajar porque tu enemigo visible e inmediato no duerme, siempre está maquinando cómo afectarte», agrega el joven, quien representa a los estudiantes en el estancado diálogo entre el gobierno y la oposición que busca una salida a la crisis.
Al comentar sus anhelos inmediatos, dice sin titubear: «lo primero es ver a Nicaragua libre, lo segundo, ver a Nicaragua libre, y lo tercero, ver a Nicaragua libre».
Eso significa, para él, un país sin el presidente Daniel Ortega y su esposa y vicepresidenta Rosario Murillo, acusados por los opositores de instaurar una dictadura marcada por la corrupución y el nepotismo.
Entre los ocupantes hay cierto temor a una invasión de fuerzas del gobierno a la casa que los ha resguardado de la persecución que sufren los activistas detrás de las protestas, los bloqueos de carreteras y las tomas de ciudades.
– Arrestos y torturas –
«Muchos de nuestros compañeros fueron detenidos, sabemos que los están torturando, que los tienen sin comer», cuenta un estudiante de la Universidad Agraria de Managua conocido como «el Tanquecito» por su contextura robusta.
Encargado de conducir vehículos para movilizar a sus compañeros a reuniones y protestas, el Tanquecito estuvo cerca de dos meses atrincherado en su universidad antes de instalarse a la casa de seguridad, cuando sus compañeros decidieron dejar la casa de estudios tras el violento desalojo de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN).
En el desalojo, entre el 13 y 14 de julio, paramilitares atacaron a tiros a los estudiantes, que se refugiaron en la vecina iglesia de la Divina Misericordia, donde persistió el asedio hasta que la intervención de la jerarquía católica permitió que sacaran a los alumnos. Dos de ellos murieron en el operativo.
Harley, un estudiante de sociología de 26 años, dice que va a pasar mucho tiempo antes de que puedan salir de la casa porque «no hay condiciones para volver a las aulas».
«No volveremos a clases en condiciones de dictadura, solo volveremos en democracia», asegura Harley.
Alemán dice que los estudiantes no reciben financiamiento de nadie, pero han contado con apoyo de personas que les han permitido disponer de las casas de seguridad, alimentos y vehículos cuando necesitan desplazarse.
Lesther Alemán se recluyó en la casa de seguridad en mayo, dos días antes del inicio del diálogo entre el gobierno y la opositora Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, de la sociedad civil.
Fue en el inicio del diálogo, el 16 de mayo, cuando Alemán se convirtió en figura pública. Ese día, con voz potente, se dirigió al presidente Ortega para exigirle que cese la represión y avisarle que «esta es una mesa para negociar su salida». Los resultados de su osadía fueron inmediatos.
«Lo primero fue la amenaza hacia mí y hacia los demás muchachos que estuvimos en la mesa», comentó el estudiante de comunicación. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos dictó medidas cautelares para garantizar su protección y la de otros estudiantes.
Alemán cuenta que en los momentos más difíciles de su lucha, cuando él y sus compañeros de la casa de seguridad sienten deseos de llorar, él les pregunta: «muchachos, ¿dónde vamos a celebrar la victoria?».
Discuten en qué plaza van a conmemorar la salida de Ortega, qué músicos van a invitar, cómo será la salida de los compañeros presos.
«Eso nos infunde valor, pensar que tenemos que luchar por los héroes que cayeron», dice Alemán.