Buenos Aires (AFP) – Decenas de miles de hinchas de River Plate se volcaron este domingo al centro de Buenos Aires, a poco de la pitazo que cerró la controvertida final que les permitió alzar su cuarta Copa Libertadores de América frente a su archirrival Boca Juniors, aunque a 11.000 km de distancia, en Madrid.
«Siento emoción enorme y más contra Boca. Nunca lo viví y ahora que tengo 21 años lo vivo y es algo hermoso», dijo a la AFP Jonhatan Carballo, que se acercó a participar de los festejos montado en su moto y junto con su novia, ambos con casaca de River.
Carballo fue uno de los 60.000 hinchas que el 24 de noviembre habían estado en el estadio Monumental cuando se suspendió la revancha de la final, luego de que aficionados violentos arrojaran piedras contra el autobús del plantel de Boca que hirió a un par de jugadores mientras gases lacrimógenos arrojados por la policía agravaban el cuadro.
Luego de los incidentes que obligaron a trasladar la final de la Libertadores a Madrid, los festejos la noche de este domingo en Buenos Aires se desarrollaban sin incidentes, en medio de un moderado operativo seguridad.
Para celebrar en casa, otras decenas de miles prefirieron concentrarse cerca del Monumental en lugar del Obelisco.
«Un poco de bronca da que se haya jugado en Madrid y no en el Monumental. Pero ya está, se jugó, les ganamos y a festejar», lanzó antes de emprender la caminata hacia el Obelisco, tradicional cita de festejo futbolístico en el centro de Buenos Aires.
Familias enteras, amigos, grupos de hinchas con banderas y casacas rojiblancas, se fueron juntando, mientras sonaban bocinas y cánticos, alentando al club campeón pero también con dedicatoria especial a los archienemigos que no pudieron sumar su Libertadores número siete.
«Un minuto de silencio para Boca que está muerto», entonaban algunos, otros preferían el «dale campeón, dale campeón», mientras los vendedores de banderas y cotillón trataban de colocar sus productos.
Cuando terminaba el partido una fuerte lluvia se abatió sobre la capital argentina, pero de a poco el cielo se despejó invitando a la celebración.
«Venimos a festejar en familia. Lo que pasó en el Monumental fue una vergüenza, una falta de respeto por ellos, pero el fútbol es así acá en Argentina, lamentablemente» dijo Romina Garrido, de 37 años, que, cargando una bandera, llevaba de la mano a su pequeño hijo Gastón.
Romina nunca dudó que River sería campeón porque «le tengo una fe ciega a (DT Marcelo) Gallardo, que nos dio estos triunfos y estas alegrías», se entusiasmó emocionada y con la voz quebrada recordó a su padre que la hizo hincha millonaria desde muy pequeña.
– Dedicado a Macri y Angelici –
«Con este árbitro pensábamos que no veníamos» a festejar, dijo a la AFP Sergio Martínez, un camionero de 40 años que llegó al Obelisco con su familia desde Villa Lugano, en el extremo sudeste de la ciudad, convencido de que River merecía su cuarta Copa Libertadores.
Admitió que creía que el título era para Boca pero responsabilizaba al árbitro uruguayo Andrés Cunha, que según él ya «nos había tirado al bombo (perjudicado) ante Lanús», en semifinales de Libertadores en 2017.
El título «se lo dedicamos a (Mauricio) Macri, a (Claudio) Tapia y a (Daniel) Angelici», agregó en alusión al mandatario argentino, expresidente e hincha de Boca, al titular de la AFA y al actual presidente del club xeneize.
– Un sentimiento –
En el barrio de Belgrano, vecino a Núñez, donde se emplaza el Monumental de River, la primera explosión llegó a los 109 minutos cuando el colombiano Juan Quintero anotó el segundo gol del ‘millonario’ que abriría la puerta al título ante un Boca con un hombre menos por la expulsión del también colombiano Wilmar Barrios por doble amarilla.
En la otra punta de la ciudad, en la Boca, el gol de Quintero fue un balde de agua fría pero al término del partido la música de los bombos auriazules seguía.
«Esto es así, el fútbol es así, se gana o se pierde pero el sentimiento no se termina nunca, te lo cantan los hinchas. Aguante Boca», declaró a la AFP Romina López, cerca de la Bombonera, pese a la tristeza de la derrota 3-1.
En River el estallido de alegría fue proporcional a la tensión vivida en las últimas semanas cuando la llamada «superfinal del siglo» se demoró 28 días en definirse desde el partido de ida en la Bombonera (2-2).
Cambio de fechas para no coincidir con la cumbre del G20 en Buenos Aires por cuestiones de seguridad, lluvias torrenciales inusuales con inundación de la cancha de boca, reprogramaciones de partidos, la violencia que obligó a la suspensión, protesta de Boca, reclamo de River por la localía perdida…, un cóctel explosivo que terminó con un festejo ‘millonario’ en el estadio Bernabéu, a 11.000 km de su lugar natural.
La final más larga del mundo, podría llamarse esta definición inédita entre archirrivales argentinos de la Libertadores, casi como una emulación del cuento del escritor argentino Osvaldo Soriano «El penal más largo del mundo».