Roma (Italia).- Con una vocación filantrópica desde su juventud y una formación académica en economía, Solongo Ganbold encontró el camino hacia la microbiología en una etapa posterior de su vida, cuando ayudó a su madre en su investigación doctoral.
Fue el veneno de las abejas melíferas (apitoxina) lo que despertó su interés por su potencial en el tratamiento de pacientes con diabetes. Con esta nueva orientación, se convirtió en emprendedora, impulsada por un concurso de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Desde niña, Solongo quería ayudar a la gente. A los 15 años se ofreció voluntaria para enseñar inglés a niñas desfavorecidas. De adolescente, recogía ropa vieja para huérfanos y niños de la calle. A los 20 años, gracias a su formación en economía, empezó a trabajar en el gobierno y en organizaciones internacionales para defender políticas que beneficiaran a niños y mujeres.
Sin embargo, fue durante su baja por maternidad cuando empezó a investigar los efectos terapéuticos del veneno de las abejas melíferas.
Cuanto más aprendía, más se daba cuenta de que podía aprovechar estos conocimientos científicos para desarrollar productos innovadores, como bálsamos analgésicos y ungüentos reconstituyentes, derivados del veneno de abeja. Creó “Magic Bee Foods” y, a pesar de las dificultades iniciales propias de cualquier empresa de nueva creación, Solongo se mantuvo determinada.
Su momento crucial llegó cuando ganó el segundo premio del “Desafío agroempresarial”, un concurso concebido para fomentar la innovación y el espíritu empresarial en el sector agroalimentario e identificar nuevas empresas prometedoras con soluciones potenciales para los retos del sector.
Este concurso se organizó en el marco de un proyecto financiado por la Unión Europea e implementado por la FAO y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo: Sustainable Development Goal (SDG) – Aligned Budgeting to Transform Employment in Mongolia (Presupuestos alineados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible [ODS] para transformar el empleo en Mongolia).
En colaboración con la Organización Internacional del Trabajo, el proyecto asistió al gobierno en la prestación de servicios públicos eficaces, responsables y receptivos en el sector de las relaciones laborales y el empleo, apoyando la reforma del sistema de ordenación presupuestaria y financiera y reforzando la capacidad institucional.
La competición fue mucho más que un concurso convencional: ofreció un completo programa de capacitación en incubación y talleres intensivos en los que los principales expertos del sector asesoraron a los participantes con conocimientos y consejos específicos adaptados a sus necesidades.
Solongo afirma que su participación en el concurso le sirvió de inspiración para lanzarse a la investigación y desarrollo (I+D) de otros productos a base de veneno de abeja.
Además, gracias a sus logros en este concurso, Solongo aprendió valiosos conocimientos de empresarios experimentados que se convirtieron en sus mentores, y recibió la financiación que necesitaba para semiautomatizar su proceso de elaboración.
Como resultado, Solongo explica que su negocio despegó definitivamente, con un aumento de las ventas hasta unas 16 veces superior a las que tuvo cuando empezó sola.
Antes, solía quedarse en su laboratorio, trabajando en la base científica de los productos, con poca exposición a la industria o a las redes empresariales. Pero ahora ha establecido contactos con empresas indias y japonesas y está en conversaciones para exportar sus productos. Estas asociaciones son de gran potencial para el negocio de Solongo.
También cree que su negocio es una oportunidad para empoderar a otras mujeres. A medida que su empresa crecía, necesitaba más personal para funcionar a pleno rendimiento. Eligió ofrecer estos trabajos específicamente a mujeres en una zona donde escasea el empleo.
Contrata a mujeres del lugar, algunas con escasa formación, y les ofrece salarios competitivos, horarios de trabajo flexibles y acceso a diversas oportunidades de capacitación. Su visión pretende romper el círculo de la pobreza y fomentar el desarrollo personal y profesional de sus empleadas.
“Agradezco a Solongo su apoyo continuado y su confianza en nosotras. Con esa ayuda compré un terreno para construir mi ger [vivienda tradicional mongola], y ahora tengo un lugar al que llamar hogar. También me animó a seguir con mi afición a la costura y me proporcionó fondos para comprar una máquina de coser, lo que me ha aportado unos ingresos extra. Quiero trabajar aún más para contribuir a su visión de empoderar a las mujeres. Su ayuda ha supuesto un cambio notable en mi vida”, afirma Battsetseg Baatarzorig, ayudante en la fábrica.
Actualmente, el equipo de Solongo trabaja activamente en la I+D de nuevos productos a partir del veneno de abeja. Sin embargo, para su maestría en biotecnología, está investigando el potencial terapéutico del veneno de abeja en el cáncer de mama, con el objetivo de comprender sus mecanismos de supresión tumoral y desarrollar una terapia rentable que pueda combinarse con tratamientos oncológicos convencionales y que, en última instancia, reduzca la mortalidad asociada al cáncer.
Mujeres ejemplares como Solongo utilizan su pasión por la ciencia para impulsar el progreso e inspirar a quienes las rodean. Al apoyar a los empresarios agroalimentarios innovadores, la FAO está trabajando para impulsar a estas mujeres y hombres a transformar el sector y crear nuevas oportunidades de subsistencia.