Tulum (México) (AFP) – Sobre la playa mexicana de Tulum, el sargazo a unos 200 metros de una pirámide que los mayas edificaron justo donde las olas rompen en espuma, una lancha yace sobre un espeso y pestilente manto de sargazo, cuyo color pardo eclipsa totalmente la arena blanca de la orilla.
El bote ocioso exhibe la escasez de actividad en esta playa y en otras de la mundialmente famosa Riviera Maya, donde pocos turistas toman el sol, entre resignados y aburridos, o se repliegan a las piscinas de sus alojamientos.
Salvo aquellos dispuestos a nadar unos 50 metros mar adentro o los que pagan un paseo en bote para alcanzar aguas claras, el resto soporta el sol achicharrante.
Eso es mejor que zambullirse entre las miasmas del sargazo que pintan de óxido el Caribe mexicano, cuyo característico color turquesa está ausente en este paraíso alterado.
«¡No tenía idea de lo mal que estaba!», dice Chase Gladden, ejecutivo de 28 años de San Francisco, Estados Unidos, junto a la alfombra de algas de casi 10 metros de ancho, cuya longitud se pierde en el horizonte.
La explosiva escalada en el arribo de sargazo, nativo del Atlántico, amenaza con dañar irreversiblemente este ecosistema del sureste de México y trocarlo en un pantano pestilente.
«Darán un gran golpe al turismo si la gente no quiere venir aquí porque no quiere lidiar con tanta alga», agrega Gladden, quien lamenta principalmente el olor a huevo podrido que despide al descomponerse.
Livia Vendramini, de 26 años y procedente de Sao Paulo, Brasil, está decepcionada.
«Venimos aquí para ver un mar azul, cristalino. Y ver este mar como (el de) un puerto es muy triste», dice.
Con dos amigas, se vio obligada a salir de su hotel en Playa del Carmen, donde dice que el sargazo no perdonó ninguna playa, y viajar 65 km hasta Tulum.
«Tenemos que salir de la ciudad, venir hasta aquí, tomar un bote para ir a otro lugar para poder ver lo que queríamos», se queja Vendramini.
– «Desastre ecológico y económico» –
Una vez en la playa, el sargazo debe retirarse cuanto antes. De lo contrario se descompone por acción de bacterias que consumen el oxígeno del agua, matando a animales que viven en ella, mientras su rastro oscuro bloquea la luz solar, eliminando la vida del suelo marino.
Además, acaba con el tono turquesa del Caribe, fenómeno que podría ser irreversible pues se desconoce si este ecosistema puede reciclar los desechos, explica Marta García, científica española del Instituto de Ciencias de Mar de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en Puerto Morelos.
«Puede convertirse en un desastre ecológico y económico», afirma la experta sobre el fenómeno, que también ha afectado otros puntos del Caribe como Barbados, Guadalupe y Bonaire.
La calificadora Moody’s alertó esta semana que el fenómeno golpearía los ingresos de hoteles, aeropuertos y autopistas y la recaudación fiscal. Como muestra, destaca la caída del 1,8% entre enero y abril de los pasajeros de la terminal de Cancún, la segunda más transitada de México, frente al mismo lapso de 2018.
Evidencia científica apunta a que el sargazo llega arrastrado por vientos y corrientes desde un nuevo mar de dicha alga -el antiguo se localiza frente a Estados Unidos- detectado en 2011 en la zona ecuatorial del Atlántico, entre Sudamérica y África.
Allí, la desembocadura de grandes ríos cargados de nutrientes -desechos de actividad humana-, la desertificación y el calentamiento global, propician su proliferación.
«Tiene más nutrientes que el mar de sargazo original, encima de eso están los problemas de deforestación en África y en Sudamérica», explica Brigitta Van Tussenbroek, investigadora de la UNAM.
«Todo es antropogénico, no es algo natural», agrega.
La científica holandesa, con 30 años de trabajo en la zona, advierte que el sargazo está acelerando cambios en el ecosistema entre 10 y 100 veces, por lo que urgen medidas «contundentes» que involucren al gobierno nacional.
«Hay esperanza pero no tenemos mucho tiempo. Es cuestión de años, no de décadas», advierte.
– «Llegó para quedarse» –
Unos 100 km al norte de Tulum, en Puerto Morelos, el arquitecto Carlos Gosselin recuerda haber lidiado con devastadores huracanes y plagas de peces depredadores que amenazaron este bastión del turismo.
Veterano de cuatro décadas en la Riviera Maya, emporio modelado desde los 1970 por el ingenio y la ambición de empresarios y gobiernos mexicanos, Gosselin reconoce la crisis.
El sargazo «llegó para quedarse», dice el hotelero, líder del Protocolo Puerto Morelos, organización civil que implementa acciones para enfrentar el fenómeno.
Conformado por hoteleros de Puerto Morelos, la alcaldía y actores clave como el instituto de la UNAM, el Protocolo ha logrado avances en monitorear y recolectar el alga, y busca aprovecharla industrialmente.
Sus estudios determinaron que tras una primera oleada en 2015, el fenómeno se disparó en 2018 con el arribo de 24 millones de metros cúbicos, equivalentes a 3.000 campos de fútbol cubiertos por un metro de sargazo, y que el período crítico va de mayo a octubre.
Desarrollaron además una barrera marítima eficaz para impedir el paso del sargazo a la costa y un barco que lo recoge, comprime y empaca en altamar.
Así, 13 de los 18 km de playas de Puerto Morelos están libres de la plaga, afirma Gosselin.
«Puerto Morelos se ha convertido en un laboratorio, un indicador de lo que se puede hacer y lo que no», añade.
Pero los propios vecinos del pequeño municipio también combaten la infestación.
Decenas de ellos, armados de rastrillos, palas y carretillas, retiran el sargazo de la playa aledaña a la plaza central desde que amanece y hasta el mediodía, una faena que la alcaldía organiza diariamente desde el año pasado.
«Ni modo, hay que darle con la mejor actitud para que siga viniendo el turismo», dice, rastrillo en mano, Arlette Escudero, funcionaria municipal de 34 años.