La Paz (AFP) – Las ciudades vecinas de El Alto y La Paz son el reflejo de una Bolivia polarizada en la campaña de los comicios del 18 de octubre, pues una se inclina por Luis Arce, el delfín del expresidente Evo Morales, y la otra por el exmandatario Carlos Mesa.
Ambas ciudades de Bolivia van retomando lentamente sus actividades gracias a una flexibilización de la cuarentena decretada en marzo, al irrumpir la pandemia del coronavirus en el país andino.
En El Alto el movimiento de los vendedores al menudeo en las calles es incesante, mientras que en La Paz los comercios van retomando fuerza. Todos caminan con barbijos, tal como ordenan las normas de bioseguridad.
A la par de las actividades comerciales, el trajín político es evidente: militantes recorren las calles a pie o en bicicletas en busca de votos para los dos candidatos mayoritarios, el izquierdista Arce y el centrista Mesa.
Ambas ciudades albergan a casi una quinta parte de los 11 millones de bolivianos.
«El Alto con Evo»
En las fachadas de algunas casas de El Alto se ven mensajes pintados.
Uno dice «El Alto con Evo». Es un remanente de los comicios de 2019, pero también una señal de quién manda ahí. Morales la conquistó desde su primera incursión en contiendas presidenciales en 2002, hasta dominarla casi a su antojo.
Alex Cocarico, estudiante de 27 años, que integra la «Columna Sur», ligada al Movimiento Al Socialismo (MAS) de Morales, asegura que hay un vínculo entre el partido, los indígenas y la ciudad de más de 922.000 habitantes, principalmente migrantes aymaras.
Pero reconoce que existe rechazo de algunos sectores al exmandatario izquierdista (2006-2019): «Hay un odio y la política no se hace con odio, se hace con ideas, se hace con debate y esto es lo que no entienden ellos», dice a la AFP.
Empero alerta que El Alto no aceptará un presidente que no responda las necesidades de la gente: «Si asume un gobierno que no se identifica con el pueblo, obviamente hay una reacción natural del pueblo».
«Va a haber una insatisfacción de la población y es posible que la población en El Alto tenga que movilizarse nuevamente», agrega.
Tras la renuncia de Morales el 10 de noviembre de 2019, luego de protestas por denuncias de fraude electoral, vecinos de El Alto abrieron una fuerte confrontación con el gobierno de su sucesora, la derechista Jeanine Áñez.
En la planta de gas de Senkata hubo 10 muertos en choques entre civiles y fuerzas combinadas del Ejército y la Policía.
«Que no vuelva el MAS»
Pero La Paz, de 800.000 habitantes, parece ser la otra cara de la medalla.
En las elecciones de octubre de 2019, que luego fueron anuladas, el MAS perdió en las cuatro circunscripciones de diputados. Además, en la ciudad entonces hubo protestas y cortes de calles hasta que el presidente dimitió.
En cambio, en El Alto, el partido de Morales ganó en otras cuatro circunscripciones para la cámara Baja.
La Paz tiene casi 800.000 habitantes, con una considerable clase media. Pero en sus alrededores hay barrios pobres que apoyan al MAS.
La resistencia a Morales fue bautizada como «las Pititas», en respuesta sarcástica a la crítica que hizo el entonces mandatario a los bloqueos de calles, cuando dijo que se hacían «con pititas» o cuerdas delgadas.
«Lo único que nosotros pedimos es que no vuelva el MAS», dice a la AFP Guillermo Burnett, farmacéutico de 27 años, integrante un colectivo que apoya a Mesa.
Su compañera Zulema Cueto, administradora de empresas de 35 años, remacha: «Somos un grupo netamente de reacción, nosotros no vamos a la acción. Entonces, con este argumento, si en algún momento nuestro país nuevamente se ve vulnerable, nosotros volvemos a salir» a las calles.
Como El Alto y La Paz, el resto de Bolivia muestra similar comportamiento: divisiones políticas fuertes.
Las encuestas predicen una final de infarto en los comicios del domingo 18.
Está primero Arce, con el 29,2% de la intención de voto. Mesa le sigue con 19% y después figura el líder cívico derechista de la región de Santa Cruz (este), Luis Fernando Camacho con 10,4%.
Áñez retiró su candidatura en septiembre porque no tenía opciones de ganar.
La ley estipula que se adjudica la presidencia de Bolivia en primera vuelta el candidato que consigue el 50% más un voto o el que obtiene 40% de los sufragios con 10 puntos de diferencia sobre el segundo.
Si no se da alguno de estos casos, habrá una segunda vuelta el 29 de noviembre.