Buenos Aires (AFP) – Juan Domingo Perón murió hace 45 años, pero su legado sigue dominando la política de Argentina. En este año electoral, el peronismo se ha vuelto ubicuo y varios de sus líderes se disputarán la victoria en las presidenciales de octubre desde coaliciones distintas.
Nada parece resistir al movimiento impulsado por el general a mediados de los años 1940, ni siquiera el presidente Mauricio Macri, que está a punto de conseguir una hazaña: ser el primer mandatario no peronista que llega al término de su mandato electo desde 1928.
La omnipresencia del peronismo en las candidaturas se debe en parte a la impopularidad de las dos figuras que han protagonizado y polarizado la política argentina en la última década: el liberal Macri y la expresidenta Cristina Kirchner, una peronista de centroizquierda.
Macri, lastrado por la crisis económica, confiaba en poder repetir mandato si se enfrentaba a Kirchner, una figura tan amada como odiada en Argentina, salpicada por acusaciones de corrupción. Pero ésta sorprendió al anunciar su candidatura como vicepresidenta en una fórmula encabezada por Alberto Fernández, un moderado capaz de atraer a un sector más amplio del peronismo que fue jefe de gabinete suyo y luego duro crítico.
La jugada obligó a Macri a unirse al destacado senador peronista Miguel Ángel Pichetto para salvar sus opciones electorales.
– Peronismo de derecha, izquierda y centro –
El resultado no fue el esperado para el mandatario. Fernández, el que lidera la fórmula considerada más peronista, logró 47% de los votos en las primarias del domingo, por delante de Macri (32%) y una tercera opción, formada por los también peronistas Roberto Lavagna y Juan Urtubey (8%), que aspiraba a atraer desde el centro a quienes están hartos del presidente y de Kirchner.
Así se ha llegado a la situación actual rumbo a las elecciones presidenciales del 27 de octubre. Pero ¿cómo es posible que peronistas se enfrenten en coaliciones que promueven políticas muy distintas? ¿O que Pichetto haya apoyado desde el parlamento a Kirchner durante sus dos mandatos presidenciales y se una ahora a su mayor rival?
La respuesta debe buscarse en los orígenes del peronismo. Y aquí conviene respirar hondo, porque no sirven las definiciones de izquierda, derecha y centro.
– Una apuesta segura –
El movimiento nunca fue unitario, explica el historiador Gustavo Nicolás Contreras. Sus tres principios básicos -la soberanía política, la independencia económica y la justicia social- fueron lo bastante amplios para que distintas partes de la sociedad como los obreros, la burguesía industrial o el sector más nacionalista del ejército se reconocieran en ellos.
Para el analista político Rosendo Fraga, esa indefinición ideológica está marcada por la figura de su fundador. «Perón podía girar de izquierda a derecha sin perder su objetivo político que era alcanzar, retener o recuperar el poder», dice.
El peronismo ha demostrado el don de la supervivencia. Resistió a dictaduras, a la muerte de su fundador, a derrotas electorales, y no estalló a pesar de la convivencia de tendencias opuestas, como las de extrema izquierda y derecha que llegaron a enfrentarse con armas en los años 1970.
Contreras opina que la existencia de esos distintos pensamientos bajo la misma etiqueta se debe a la fortaleza del movimiento. «El peronismo es una oportunidad política, es el lugar que tiene peso político, que puede ofrecer la gestión del gobierno, la posibilidad de potenciar los intereses propios», asegura. Dicho de otra forma, un caballo ganador.
– Saber adaptarse –
La clave de la resistencia del peronismo «está en su capacidad de entender, procesar y representar, la complejidad, ambigüedad y contradicción de la sociedad argentina», afirma Fraga.
«Su capacidad de adaptación le permite mostrarse siempre como una opción de poder», abunda Contreras.
Así, durante el gobierno del peronista Carlos Menem en los noventa, se llevaron a cabo políticas a favor del libre mercado, con privatizaciones de compañías nacionales, porque el presidente supo interpretar los cambios que deseaba la sociedad tras el fracaso de las empresas públicas y la hiperinflación en el periodo del radical Raúl Alfonsín, explica Fraga.
El peronismo también encontró una respuesta cuando fracasó ese modelo a comienzos del siglo XXI. «La gente pasaba a pedir más Estado y en lo internacional no estaba tan claro que la economía de mercado fuera la única alternativa. Es entonces cuando (Néstor) Kirchner interpreta este cambio y gira hacia el centro-izquierda, asume un modelo intervencionista y adopta formas populistas», añade Fraga.
Al regresar a su país en 1972, tras el exilio impuesto por la dictadura, Perón dijo que todos los argentinos eran peronistas. Aunque no sea cierto, las candidaturas presidenciales muestran que habrá que seguir contando con quienes se definen como sus seguidores, sean cuales sean sus ideas políticas.