Ciudad de Panamá (AFP) – El papa Francisco confesará este viernes en una prisión a varios menores presos, durante la jornada más emotiva de la visita que realiza a Panamá, tras haber abordado los grandes males que aquejan a América Latina.
Al día siguiente de su primer baño de masas la víspera para la ceremonia de apertura de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en el paseo marítimo, el papa argentino incluyó un momento especial en su agenda con un encuentro con menores reclusos, en su mayoría condenados por robo y homicidio.
El programa incluye lo que se llama una liturgia penitencial, es decir un momento para la confesión en una cárcel, localizada al noroeste de la capital panameña y que aloja a unos 192 detenidos.
Ninguno de los reclusos de este centro, inaugurado en 2012, ha visto a un papa en Panamá, ya que el último que pasó por el país centroamericano fue Juan Pablo II en 1983.
Los reclusos prepararon diversas actividades para recibir al pontífice y le ofrecerán varios regalos como cuadros y objetos de artesanía.
El papa escuchará el testimonio de un joven detenido y pronunciará una homilía en ese especial recinto, un gesto para defender el derecho a la persona a reintegrarse, a tener otra oportunidad, uno de los temas centrales de su pontificado.
El encuentro de algo más de una hora tiene como objetivo dar un mensaje de reconciliación y paz a los menores de un país y una región que sufre en particular por la violencia de las pandillas juveniles.
Desde que llegó a Panamá el 23 de enero, el pontífice latinoamericano no ha dejado de mencionar los grandes males que azotan a Centroamérica, de donde provienen buena parte de los 200.000 jóvenes que participan a la JMJ.
Ante las autoridades y personalidades del país, el papa condenó los feminicidios y la acción de «bandas armadas y criminales» así como el «tráfico de droga» y la «explotación sexual de menores y de no tan menores», que agravan el éxodo de jóvenes.
– Cautela con Venezuela –
Francisco ofreció también la intervención de la Iglesia en la ola migratoria que arrastra a centroamericanos a Estados Unidos y adelantó a través de un comunicado que apoyará «todos los esfuerzos para evitar más sufrimientos» a los cientos de miles de venezolanos asfixiados por la crisis, un tema que tuvo que afrontar en Panamá ante el recrudecimiento de la situación en el país suramericano.
En un mensaje divulgado por su vocero, el papa evitó pronunciarse sobre las tensiones que se desataron en Venezuela después de que el jefe del parlamento venezolano, el opositor Juan Guaidó, se autoproclamara presidente con el reconocimiento de Estados Unidos y otros 12 gobiernos de la región como Brasil, Argentina y Colombia.
El Vaticano mantiene así la cautela, pese a que la jerarquía de la Iglesia local ha sido muy crítica con el régimen de Nicolás Maduro, y opta al parecer por seguir con la línea de una salida basada en el diálogo.
«Estamos con muchas esperanzas. La Iglesia hace lo que puede y en la medida de sus posibilidades por dar ayuda humanitaria. Pero ahora se abrió una puerta grande para una Venezuela mejor», comentó el joven Eduardo González, de 21 años, uno de los cientos de venezolanos que participan a la JMJ.
En su línea de atención a los marginados de la sociedad, el papa programó para el domingo otro gesto importante: una visita a la Casa Hogar el Buen Samaritano que aloja a enfermos de sida y discapacitados de varios tipos.
La jornada del dolor se concluirá este viernes con un Vía Crucis que el pontífice presidirá junto con chicos de todo el mundo y en el que se comentan las 14 estaciones del calvario de Jesucristo.
En la ceremonia se utiliza la misma cruz que recorre el mundo desde que Juan Pablo II creó la JMJ hace casi 30 años.
El sábado, luego de una misa en la Catedral Santa María la Antigua, almorzará con jóvenes, y por la noche liderará una vigilia al aire libre en el Campo San Juan Pablo II, un complejo muy cercano al mar Pacífico que puede albergar a 700.000 personas, el momento que se espera más alegre de la fiesta de la juventud católica.