Caracas (AFP) – Recto, gancho, recto… Entrada la noche, Wilfredo Hernández enseña técnicas de boxeo en un improvisado cuadrilátero en una zona popular de Caracas. Los alumnos tratan de imitar sus veloces movimientos que inspiraron un seudónimo que lo enorgullece: ‘El Avión’.
Tres sacos de boxeo cuelgan desde unos tubos que sobresalen desde la fachada de su casa a medio terminar. «Ese es el mío, tócalo», dice ‘El Avión’. Es el más duro, al tacto se asemeja a una piedra.
«Es que así son mis manos, como una piedra», presume este boxeador amateur de 38 años y nueve hijos, que entrena a aficionados y aspirantes a peleadores profesionales.
Cuenta que su maestro, Rubén Martínez, lo bautizó como ‘El Avión’ «porque era muy aéreo con las patadas».
En su «Academia Avión Combat» no hay un cuadrilátero como tal. Parte del espacio está delimitado por una vieja alfombra. Las clases se dictan en un rincón a un costado de su casa levantada en un terreno usado como estacionamiento.
«Muchos cuando vienen a recibir clases ven esto feo», sostiene. Se niega a dar clases a quienes le dan más importancia a la apariencia que a sus conocimientos.
Ejercitan los músculos de brazos y piernas con pesas que fabricó con piezas metálicas de motos y bidones de plástico llenos de cemento. «Soy herrero y albañil», apunta. También restaura obras de arte y muebles antiguos.
Uno de sus estudiantes es Jonathan Baque, a quien le surgió el deseo de practicar boxeo durante la cuarentena decretada por la pandemia.
«Antes no sabía ni lanzar una cachetada», comenta el comerciante de 25 años.
‘El Avión’ les aconseja que eviten «andar dando golpes por ahí», salvo que necesiten defenderse de delincuentes o situaciones de peligro en esta ciudad, la más violenta de Venezuela.
«La pegada no viene de la fuerza, sino de la técnica», repite acompañado por sus perros Tom y Nena, acostumbrados a la presencia de los estudiantes.
Las clases, por las que ‘El Avión’ recibe entre 10 y 15 dólares al mes por estudiante, constan de sesiones de «guanteo», salto de cuerda, estiramientos y levantamiento de pesas sobre una rudimentaria camilla metálica.
Si algún alumno no puede pagar igual lo recibe siempre que muestre verdadero interés por aprender. «Me gusta ayudar», señala.
Boxeador y esteticista –
‘El Avión’ no vive solo de las clases de boxeo. De hecho, la mayoría de sus ingresos los obtiene de su trabajo como esteticista.
«Hago micropigmentación de cejas, camuflaje de areolas, de estrías, todo con pigmento vegetal», detalla sobre la técnica que consiste en imitar áreas del cuerpo con tatuajes.
Musculoso y con callosidades en sus manos por años de puños, ‘El Avión’ bromea sobre sus múltiples oficios. «Mis clientas dicen que no se explican cómo soy tan rudo para el combate y hago micropigmentación de cejas».
«Me gusta, porque me gusta el arte», comenta este peleador que comenzó practicando la técnica del Vale todo y luego ju-jutsu… y asegura poder romper ladrillos con sus puños.
En el cuadrilátero imaginario, la agilidad de Alejandro Espinoza, un auditor financiero de 51 años, sorprende. Desde 2015 es alumno del ‘El Avión’.
«Esto es vida, me da alegría, paz, el ambiente de aquí es muy sano», resalta tras terminar de «guantear» con sus compañeros después de una jornada laboral que le provocó mucho estrés.
Luis Aguilar, un barbero de 20 años, no solo ha mejorado su condición física.
«Mi vida ha cambiado en todo, principalmente porque siempre he sido de mal carácter, trataba mal a los clientes, trataba mal a todo el mundo, ahora mi vida se ha vuelto más tranquila, le he bajado al odio».
En principio se sintió frustrado, pero «puedes hacer dos cosas», dice, «tirar los guantes y abandonar o te quedas y te mentalizas que lo puedes hacer. Llega un momento en que pierdes el miedo».