Lima (AFP) – Silvia Muñoz perdió su trabajo de empleada doméstica en Lima; Yolanda Chambi debió cerrar su venta de trajes tradicionales en el lago Titicaca: la pandemia agravó la desigualdad de género laboral en Perú y en el resto de América Latina, donde más de cuatro millones de mujeres aún no recuperan el empleo.
La pandemia obligó a muchas mujeres a quedarse en casa para cuidar a sus hijos cuando cerraron guarderías y escuelas, o a cuidar familiares enfermos.
Algunas que pudieron volver al trabajo se encontraron con menores salarios y otras se vieron obligadas a engrosar las filas del comercio informal, muy extendido en la región y especialmente en Perú, el país con la mayor mortalidad del mundo por covid.
Tras la llegada de la pandemia en marzo de 2020 «ya no hubo trabajo, ya no hubo nada», relata con resignación Muñoz, de 65 años, en su modesto hogar en Villa María del Triunfo, un municipio de clase trabajadora de Lima.
A 1.000 kilómetros de distancia, Yolanda Chambi corrió una suerte similar.
«Perdimos todos nuestros ingresos económicos», dice esta diseñadora y bordadora de 45 años que vendía y alquilaba trajes tradicionales andinos en la ciudad de Puno, a orillas del Titicaca, el lago navegable más alto del mundo.
Los trajes eran adquiridos por lugareños para la fiesta de la Virgen de la Candelaria, una multitudinaria celebración con música y danzas andinas que se celebra cada 2 de febrero y que lleva ya dos años suspendida por el covid.
Como ya no podía pagar el alquiler de su casa-taller en Puno, Chambi no tuvo más remedio que mudarse con sus cuatro hijos a la casa de familiares en el campo, donde cultivan habas, papas y otros vegetales para sobrevivir.
Varios países de la región entregaron subsidios por desempleo en 2020 y 2021, pero en Perú este beneficio llegó a pocos bolsillos debido a la elevada informalidad laboral (más del 70%) y la baja bancarización, en particular de los más pobres.
Retroceso de una década -
"La crisis provocada por la pandemia de covid-19 en los mercados laborales de América Latina y el Caribe impactó en mayor medida a las mujeres" y provocó "un retroceso sin precedentes de la igualdad de género en el trabajo", asegura la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Desde 2020 el desempleo de las mujeres en la región se mantiene en 12,4%, frente a un 8,3% para los hombres. Las cifras muestran un aumento de la desigualdad de género en el trabajo, una mala señal de cara al Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo.
"América Latina había venido caminando […] en la reducción de esas brechas, de esos indicadores, [pero] la pandemia nos retrasó más o menos a los indicadores de hace 10 años", dijo a la AFP el jefe de la OIT para los países andinos, Ítalo Cardona.
Explicó que, además, la pandemia golpeó muchos sectores que tradicionalmente emplean mujeres: prestación de servicios, hotelería, turismo y el sistema de comercio informal.
El regreso de las latinoamericanas "al mercado de trabajo es mucho más lento que el de los hombres", indicó Cardona.
A raíz de la pandemia Daysi Falcón, de 34 años, perdió su empleo de asistente administrativa en una empresa manufacturera en Lima y ahora vende platos de comida a conocidos. Contó que sus familiares fueron "cayendo uno a uno con el covid" y pasó meses enteros cuidándolos.
Según la OIT, 24 millones de mujeres perdieron su empleo por la pandemia en Latinoamérica y más de cuatro millones continúan sin trabajo.
Una cifra similar de hombres perdió su empleo en la región, pero solo medio millón sigue desempleado.
"Me siento impotente" -
Para otras mujeres la pandemia es sinónimo de menores salarios.
Silvia Muñoz, que debe mantener a su marido enfermo, pudo retomar hace pocos meses su labor de empleada doméstica, pero solo cuatro días por semana.
Y ahora los sueldos han bajado hasta un 30%: pasó de ganar el equivalente a unos 25 dólares por una jornada completa a llevarse unos 17,5.
"Hay que aceptarlo, porque atrás mío de repente hay otra que cobra menos", dice resignada la sexagenaria. "Yo me siento impotente, porque la edad va avanzando, la fuerza que uno tiene ya se va debilitando, y cuando uno está de edad más avanzada, no hay una jubilación".
En el lago Titicaca, la bordadora Yolanda Chambi no ve fin a sus problemas.
"Se sigue suspendiendo la festividad, se sigue suspendiendo nuestra economía, no tenemos ningún tipo de ingreso", lamenta.
Ahora, con ayuda de sus hijos, vende desayunos en el cruce de acceso al pueblo de Ácora, a 30 km de Puno.
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