Phnom Penh (Camboya).- En la Camboya rural, a dos horas de la capital, Phnom Penh, unos científicos se dirigen hasta el fondo de una escarpadura. Por encima tienen un dosel de árboles de teca, cuyas brillantes hojas se mecen suavemente. El calor es sofocante. Las plantas de pimienta de Kampot esparcidas aquí y allá casi bloquean el estrecho sendero.
Filip Claes y Erik Karlsson, los científicos que lideran esta expedición, caminan durante 20 minutos antes de acceder a la entrada de una cueva apenas visible, de un metro y medio de diámetro. Está cubierta de arbustos y enredaderas.
Esta incursión en una cueva perdida de Camboya forma parte de una innovadora misión de vigilancia de enfermedades llevada a cabo en el marco de un proyecto conjunto entre la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), a través de su Centro de Emergencia para la Lucha contra las Enfermedades Transfronterizas de los Animales, y el Instituto Pasteur de Camboya.
Su objetivo hoy es recopilar muestras de ADN de murciélagos. Utilizando una técnica no invasiva, el equipo emplea drones para extraer ADN ambiental —trazas de material genético procedentes de pelo, plumas, saliva e incluso polen— del propio aire.
El Gobierno de Camboya está a la vanguardia de este enfoque visionario destinado a proteger de las enfermedades tanto a los animales como a las personas. El equipo trabaja dondequiera que pueda haber una interfaz entre humanos y animales o entre animales silvestres y domésticos, incluidos lugares como las granjas avícolas y los mercados de animales vivos. El objetivo es crear un sistema de alerta temprana para prevenir la transmisión de enfermedades de los animales silvestres a los domésticos, salvaguardar la salud del ganado en todo el país y detener la transmisión zoonótica de enfermedades animales a los humanos.
En Asia, las granjas avícolas y porcinas suelen estar cerca de entornos con fauna silvestre. De ahí que el riesgo de propagación de enfermedades zoonóticas a poblaciones más amplias se haya convertido en una preocupación. «Cada año surgen de tres a cuatro nuevas enfermedades zoonóticas en todo el mundo», afirma Karlsson. «Y dos de cada tres enfermedades humanas actuales son de origen zoonótico».
A la sombra de brotes mundiales recientes como la peste porcina africana y la gripe aviar, este proyecto es algo más que un esfuerzo científico: es un paso crucial hacia la preparación a escala mundial. La tecnología permite una vigilancia más rápida, segura y rentable que los métodos tradicionales.
«Vivimos en un mundo en el que las fronteras entre la fauna silvestre, los seres humanos y el ganado son cada vez más difusas», asegura Vincent Martin, Director de la Oficina para la Innovación de la FAO y epidemiólogo. «Este novedoso enfoque para la detección temprana de enfermedades zoonóticas no solo resuelve un problema, sino que puede ayudar a prevenir una epidemia tanto en animales como en humanos».
La FAO apoya este esfuerzo como parte de ELEVATE, un programa de incubadora de su Oficina para la Innovación, para desarrollar y trabajar en ideas de vanguardia relacionadas con la agricultura y la ganadería. El programa patrocina a una docena de grupos diferentes y les proporciona un espacio para poner a prueba nuevas ideas relacionadas con los sistemas agroalimentarios. «La idea de la incubadora es hacer surgir soluciones novedosas para fomentar la innovación y el intraemprendimiento», afirma Martin.
Drones en busca de ADN
De vuelta a la cueva, los miembros del equipo sacan sus drones de las maletas portátiles que llevan al hombro. Cada dron lleva acoplado un colector de muestras de aire.
Normalmente, en misiones de muestreo como ésta, el equipo tendría que capturar un gran número de animales silvestres, tomar muestras de sangre y llevarlas a un laboratorio para su análisis. Con este nuevo sistema, sin embargo, pueden recolectar cualquier virus que los animales puedan estar diseminando en el aire.
«Cuando entramos en estos entornos, buscamos cualquier enfermedad que pueda saltar de los murciélagos a los cerdos y de los pollos a los humanos», explica Claes.
El equipo también está acelerando el proceso de identificación de patógenos. Con los secuenciadores portátiles de PCR y ADN pueden investigar la presencia de todo tipo de patógenos, desde gripe aviar, zika, nuevas cepas de coronavirus, peste porcina africana, rabia, el virus nipah o incluso nuevos patógenos desconocidos.
Las enfermedades conocidas pueden diagnosticarse en cuestión de horas, directamente sobre el terreno. La secuenciación requiere un poco más de tiempo, pero ahora la secuenciación sobre el terreno puede acelerar el proceso de semanas a días.
Los datos que recopilan pueden contribuir a elaborar una imagen completa del panorama sanitario. Mediante la recopilación de muestras a lo largo del tiempo, el proyecto busca conocer mejor qué enfermedades están presentes en el entorno y durante qué periodos.
El tiempo de reacción es clave. Cuanto más rápido sea el tiempo de respuesta, mayor será la capacidad de contener la propagación de un patógeno mortal. Las implicaciones del proyecto van más allá de la salud del ganado y la salud humana. El muestreo aéreo y el análisis a distancia de muestras ambientales de ADN pueden utilizarse también para el seguimiento de la fauna silvestre en ecosistemas frágiles y tienen un gran potencial para aplicaciones en la ecología y la gestión de la biodiversidad.
Dado que el mundo es cada vez más vulnerable a las enfermedades zoonóticas a causa del cambio climático, la urbanización y la deforestación, esta iniciativa está ayudando a los países a mantenerse al tanto de las nuevas amenazas para la salud y sus amplias repercusiones.