Ciudad de México (México).- En un descubrimiento que podría reescribir lo que sabemos sobre la antigua ciudad de Teotihuacán, un equipo de especialistas en arqueoastronomía ha confirmado que la Pirámide de la Luna funcionó como un complejo instrumento astronómico. 

Según Ismael Arturo Montero García, investigador líder del proyecto y coordinador de un equipo de la Universidad del Tepeyac (UT) y la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), este monumento estaba estratégicamente alineado con los solsticios de verano e invierno.

El estudio revela que los vértices de la pirámide están orientados de manera que marcan precisamente el amanecer del solsticio de verano al noreste y el ocaso del solsticio de invierno al suroeste. 

Esta orientación sugiere que los Teotihuacános valoraban profundamente estos eventos celestes, utilizando el volcán Xihuingo y el cerro Maninal como puntos de referencia naturales para calibrar su calendario a través de observaciones solares precisas.

La importancia de la Pirámide de la Luna, situada al final de la Calzada de los Muertos, va más allá de su impresionante arquitectura. 

Vista aérea de la Pirámide de la Luna. Foto Mauricio Marat. INAH.

A diferencia de investigaciones anteriores que centraban la atención en la Pirámide del Sol, este nuevo modelo destaca que la Pirámide de la Luna era la edificación más significativa en términos de su impacto visual y espiritual sobre la ciudad. 

La estructura no solo proporcionaba un volumen necesario para crear un efecto de frontalidad con la plaza adyacente, sino que también servía como un eje visual que conectaba las fachadas de los otros edificios significativos de Teotihuacán.

Montero García explica que la disposición de la Pirámide de la Luna establecía una relación proporcional con la delimitación perimetral del espacio, haciendo que las visuales longitudinales culminaran visualmente en las fachadas de otros edificios importantes. 

Esta alineación no es casual, sino que forma parte de un diseño urbano más amplio que refleja una comprensión sofisticada del cosmos.

Además, estudios previos ya habían demostrado que el eje de simetría de la Calzada de los Muertos, que corre a lo largo de Teotihuacán, está alineado con precisión a fechas específicas del año en las que el Sol sale y se pone. 

Vista al sur desde la pirámide de La Luna, la trayectoria de la línea roja pasa sobre la parte alta de la pirámide del Sol. Fotografía de Arturo Montero, 2006.

La Pirámide del Sol, por ejemplo, está orientada de tal manera que su escalinata oeste marca el ocaso del sol 52 días antes y después del solsticio de verano, un número con significado especial en la cosmovisión prehispánica, pues cada 52 años se completaba un ciclo calendárico conocido como el Fuego Nuevo.

La relevancia de este descubrimiento se extiende más allá de la arqueología, pues toca aspectos de la astronomía, la matemática, y la religión. Los Teotihuacanos no solo mostraron un avanzado conocimiento en la observación del Sol, sino que también integraron este saber en su calendario agrícola y sus rituales, alineando sus estructuras más sagradas con eventos celestes que eran esenciales para su cultura.

El trabajo de campo, que incluyó vuelos de dron y la creación de modelos digitales, fue documentado por Rafael Morales Orozco, quien dirige la serie documental «Relatando historias», y por la geógrafa Anabell Pérez Flores, responsable de desarrollar los modelos digitales que ilustrarán futuras publicaciones sobre este tema.

Este hallazgo no solo proporciona nuevas perspectivas sobre los métodos y conocimientos de los antiguos Teotihuacanos, sino que también invita a reevaluar la función y la importancia de otros monumentos en Teotihuacán, potencialmente ajustando nuestra comprensión de esta enigmática ciudad prehispánica.