San Fernando (Argentina) (AFP) – Una mujer se acurruca contra el portón de una iglesia en Buenos Aires, otra en la entrada de un banco, unos eligen la plaza de una estación de tren y otros el zaguán trajinado de un hospital para soportar a la intemperie la llegada del invierno.
Esta noche reciben sopa caliente y mantas fabricadas con sachets (bolsitas) de leche reciclados, un paliativo para enfrentar las temperaturas que en Buenos Aires y su periferia suelen bajar hasta cero grados y calan los huesos con la humedad y el viento del invierno austral.
Las mujeres de la organización no gubernamental «Dando una mano» entregan los aislantes producidos por las voluntarias de La Sachetera, otra ONG que desde 2012 fabrica bolsas de dormir, carpas y ponchos -todo con sachets de leche- para proteger a quienes duermen en la calle.
«Son productos impermeables, lo que hacen es aislar a las personas de la humedad. Buenos Aires es muy húmeda y eso permite que amanezcan secos», explica a la AFP Gabriela ‘Goga’ Dodero, de 52 años y madre de dos hijos, mentora de La Sachetera.
Para producir los aislantes, las voluntarias de La Sachetera se reúnen una vez por mes en en el club Güemes, una modesta institución de la localidad de Villa Bosch, al noroeste de Buenos Aires. Necesitan cerca de 80 sachets para cada bolsa de dormir, unos 200 para una manta de 1,80 metros por lado.
«Entre los diferentes grupos hacemos unos 600 productos al año para repartir. También articulamos con otras campañas, como la de la Fundación Espartanos, de gente que está en la cárcel y produce 2.000 aislantes por año», precisa.
Dodero destaca el propósito ecológico del emprendimiento que busca reutilizar los sachets de leche y yogures, «bolsas de polietileno reciclables que se sellan mediante calor o cosiéndolas», explica.
«Cuando empezamos hace 10 años, los sachets no se reciclaban, iban a la basura. Nosotras encontramos un sistema para poder reutilizarlos y ahora los sachets ya tienen un logo de reciclables», afirma. Pero muchos argentinos recuerdan cuando sus abuelas confeccionaban bolsas para las compras hechas con tiras de sachets de leche tejidas al crochet.
Contra la lluvia y la hipotermia –
En la localidad de San Fernando, unos 25 km al norte de la capital argentina y lindante con barrios acomodados, una veintena de personas viven en la calle y reciben cada domingo el «desayuno muy completo» que le entregan las mujeres de «Dando una mano», una organización «apolítica y arreligiosa», dice su líder Débora Levy, de 57 años.
Algunos ya conocen esas mantas de sachets de leche de años anteriores pero las perdieron sea por desgaste, por robo o porque a veces la policía les quita sus pocas pertenencias, cuentan a la AFP.
«Estoy agradecido con los chicos que nos dan una mano, que nos brindan un plato de comida, un abrigo o un aislante. Es muy importante para nosotros que pasamos las 24 horas en la calle durante muchos años», afirma Cristian Pol Ramírez Soria, un uruguayo de 40 años.
Acostado bajo frazadas en las escalinatas de ingreso a un teatro, refugio que comparte con otros dos hombres, asegura que el aislante «sirve en el momento de la lluvia, para no llegarnos a empapar y nos ampara de no morirnos de hipotermia».
Según las voluntarias, el número de personas en situación de calle creció en los últimos años.
Según datos de la alcaldía de Buenos Aires, la capital de tres millones de habitantes tenía en 2021 2.573 personas en situación de calle, cifra cuestionada por organizaciones sociales que afirman haber censado 7.251 personas en 2019.
Se estima que hay cinco veces más en la periferia capitalina, donde habitan 11 millones de personas, apunta un reciente artículo de Juan Carr, fundador de la ONG Red Solidaria.
En 2020, la tasa de pobreza extrema alcanzaba 6,3% en Argentina y se ubicaba en la mitad de una lista de una docena de países de la región, con Uruguay con la tasa más baja (0,3%) y Colombia con la más alta (19,2%), de acuerdo a estimaciones de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).