La Paz (AFP) – Bolivia, que este domingo elige un nuevo presidente, tiene la capital más alta del mundo, la hoja de coca para todo tipo de males, las tierras donde fue ejecutado el Che Guevara y la salteña, un pastelito típico imprescindible.
El mal de alturas
La Paz, sede de los poderes Ejecutivo y Legislativo, está ubicada a 3.657 metros sobre el nivel del mar. Su aeropuerto está en El Alto, una ciudad aledaña, a 4.100 metros donde las tiendas de «souvenirs» ofrecen dosis de oxígeno a los extranjeros para aliviar la asfixia que sienten.
La capital oficial del país es Sucre, a unos 700 km al sureste de La Paz.
El «soroche» o mal de altura que sufren los foráneos, con dolor de cabeza, insomnio y mareos, ocurre «por una disminución de la presión de oxígeno en el aire ambiente (y) una menor densidad del aire», explica la investigadora Mercedes Villena Cabrera, del Instituto Boliviano de Biología de Altura.
Para el malestar se aconseja beber una infusión de hoja de coca o masticarla como hacen los indígenas, y tomar las «sorojchi pill», una píldora que se vende en las farmacias.
Con picardía, los paceños dan otra receta simple a los visitantes: «Hay que caminar despacito, comer poquito y dormir solito».
La hoja de coca
Bolivia es el tercer productor de coca en el mundo, después de Colombia y Perú. La milenaria planta es materia prima para la fabricación de cocaína, pero desde tiempos precoloniales es utilizada por los indígenas para el mascado, la infusión y rituales religiosos.
En el país existían 25.500 hectáreas de cultivos de coca en 2019, según datos de Naciones Unidas.
Esta planta se usa en bebidas gaseosas, dulces, licor y cerveza, e incluso en el champú, y las hojas se venden en bolsitas para preparar infusión, como la que le ofrecieron al papa Francisco al llegar a La Paz en 2015.
También hay harina de coca, con la que prepararon una torta en 2014 al entonces secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, que cumplió 70 años en una visita al país.
Las sabrosas salteñas
Todas las mañanas los bolivianos dejan sus ocupaciones para cumplir con un ritual culinario: comer una salteña, una empanada elaborada con una masa de sabor agridulce. Están rellenas de carne o pollo, huevo y verduras, además de un caldo caliente que puede ser picante.
Comer una salteña por primera vez es una proeza, ya que muchas veces su jugo se escurre y mancha la ropa.
El origen de la salteña no está claro. Algunos historiadores afirman que surgió en la ciudad de Potosí hacia 1776, otros sostienen que su creadora fue Juana Manuela Gorriti, quien migró de la ciudad argentina de Salta en el siglo XIX.
Hay ‘salteñerías’ en todo el país y la salteña se convirtió en uno de los platos más tradicionales y consumidos de Bolivia.
Supersticiosos a morir
Con una importante población indígena (41%), los bolivianos se caracterizan por tener innumerables supersticiones, fruto del sincretismo de las tradiciones aymara o quechua y la religión católica de los conquistadores españoles.
Si alguien se lleva un susto, hay que agarrar una prenda de ropa de esa persona y llamar al ‘ajayu’ [alma]. Si llega a casa una visita indeseada, dejar una escoba detrás de la puerta para que se vaya rápido, incluso clavar una tijera para alejar a los ladrones.
Sus creencias también se reflejan en sus fiestas populares. Cada 24 de enero se celebra la Feria de «Alasita», que en aymara quiere decir «cómprame», en la que se vende todo tipo de miniaturas (casas, autos, dólares o bolivianos, títulos de máster, bebés) con la expectativa de que se hagan realidad.
Y también son habituales los mercados donde se lee la hoja de coca o se venden desde fetos de llamas, ovejas disecadas, raíces de árboles y todo tipo de hierbas para preparar las «mesas» con ofrendas a la ‘pachamama’ [la madre tierra].
El final del Che
El 9 de octubre de 1967 fue ejecutado por el Ejército boliviano el guerrillero argentino-cubano Ernesto Che Guevara, tras un enfrentamiento armado que marcó el fracaso de su lucha por instalar un nuevo «Vietnam».
Su columna armada tenía unas 50 personas, entre ellos cubanos y bolivianos. En sus filas se encontraba el filósofo y escritor francés Regis Debray, detenido en las selvas bolivianas el 20 de abril de 1967 y sentenciado por una corte militar a 30 años de prisión, pero amnistiado en 1970.
El cuerpo del Che fue hallado en una fosa común en el poblado de Vallegrande en junio de 1997 y llevado a Cuba, donde fue sepultado en un memorial en la ciudad de Santa Clara junto a otros compañeros de lucha en Bolivia.