Caracas (AFP) – Cuando Yolanda recibió su cheque por beneficios acumulados en cinco años de trabajo como cardióloga soltó una carcajada de incredulidad: apenas le alcanzaba para un café. Como ella, millones de venezolanos ven destruidos sus ingresos por la feroz inflación.
Su historia se popularizó tras publicar en Twitter una foto del cheque por 156.584,29 bolívares, que representan solo 20 centavos de dólar a la cotización del mercado negro, marcador de muchos productos y servicios.
«Me llamaron del Hospital Universitario de Caracas (público) para que retirara mi cheque de las prestaciones sociales por cinco años de servicio como Médico Especialista II en Cardiología y Electrofisiología… ¿Un cafecito?», escribió indignada Yolanda Abreu.
De haber recibido puntualmente el pago cuando renunció en enero de 2017, éste hubiera representado 45 dólares. Pero la hiperinflación, estimada en 13.800% por el FMI para 2018, y la acelerada devaluación del bolívar diluyeron esos recursos de cesantía.
Su mensaje ha sido retuiteado más de 11.000 veces en una semana y generó más de 1.400 comentarios, muchos con testimonios de experiencias similares o frases como: «Amiga, la robaron sin pistola».
«Nunca me imaginé que iba a tener tanta repercusión. Yo escribí porque el cheque era tan ridículo que da risa, y te encuentras a mucha gente que como tú siente que su trabajo, su esfuerzo, es irrespetado», comentó la doctora a la AFP.
– «Carrera perdida» –
Este lunes, en vísperas del Día del Trabajador, el mandatario socialista Nicolás Maduro aumentó 95,4% el ingreso mínimo mensual, llevándolo a 2.555.500 bolívares, equivalente a 3,2 dólares en el mercado negro, que multiplica por 12 la cotización oficial.
Es el vigésimo segundo reajuste desde que Maduro -quien se autodenomina «presidente obrero»- asumió el poder en 2013 tras la muerte de Hugo Chávez, y da al ingreso una capacidad de compra de dos kilos de pollo.
«En tiempo de revolución, como nunca antes en la historia, la política (…) es cuidar a la clase obrera», reivindicó el candidato a la reelección en los comicios del 20 de mayo, quien denuncia una «guerra económica» de Estados Unidos y la oposición.
Expertos como Asdrúbal Oliveros consideran las constantes alzas salariales como «una carrera perdida» contra la inflación mientras no se corrijan los desequilibrios de la economía venezolana, entre otros, la financiación del déficit fiscal -estimado en 20% del PIB- con la emisión de dinero sin respaldo.
Egresada de la Universidad Central de Venezuela (UCV) -la principal del país- y especializada en la Universidad Complutense de Madrid, Yolanda es una de las perdedoras en esa carrera.
Sobrevive con sus consultas privadas, pero sigue trabajando en hospitales públicos para «ayudar con la formación» de los médicos residentes.
«Uno casi que paga por trabajar. Es doloroso ver que se gradúan y se van, pero los comprendo. Los médicos no somos unos mata-sanos peseteros, no se puede vivir con esos sueldos», subraya.
Según un estudio de la Federación Médica y un grupo de universidades, 40% de los galenos graduados en Venezuela ha emigrado durante la última década en medio de un éxodo creciente por la crisis socioeconómica.
Mientras, la pobreza escaló a 87% en 2017, de acuerdo con una encuesta de las principales universidades del país, aunque el gobierno asegura que ronda 23%.
– «Espejismo» –
El nuevo ingreso mínimo incluye el salario -de 1.000.000 de bolívares- y un bono de alimentación de 1.555.500 sin impacto en beneficios como primas decembrinas, fondos de retiro o vacaciones.
El peso del llamado ‘cesta ticket’ ha ido aumentando. Cuando Maduro inició su mandato equivalía a 32,38% del ingreso y ahora se ubica en 60%, habiendo incluso superado 70% en ajustes previos.
La dirigente sindical Marcela Máspero declaró a la AFP que esto termina siendo un «espejismo», pues debilita la base del cálculo de beneficios laborales.
Por ello, luego de jubilarse tras 16 años de servicio como profesora universitaria, Mery Rojas apenas pudo comprar dos litros de helado con el dinero guardado en una caja de ahorros del ministerio de Educación. Cobró cinco años después del retiro.
Tal como a Yolanda, le costaba aguantar una risotada que, en el fondo, escondía frustración.
«No sabía si reír o llorar», expresó Mery a la AFP.