Ciudad de Panamá (AFP) – Yoselin se quedó sin guardería. A Brithany le suspenden las clases virtuales. Rafael aún resiste frente al computador mientras Santiago tiene un profesor en casa, fuera del sistema formal de las escuelas. En Panamá, los niños, y sus padres, cada vez sufren más con el prolongado cierre de escuelas.
Érica Luna, inmigrante nicaragüense, tiene 29 años y es madre de Yoselin, de 3. Viven en el barrio de San Isidro, periferia de Ciudad de Panamá, donde las casas con techos de zinc surgen entre las lomas llenas de vegetación. Su esposo trabaja todo el día y ella, por la pandemia, dejó de limpiar casas.
Optó por trabajar en un mercado de su barrio. «La pandemia nos ha transformado mucho. Yo a la niña antes la llevaba a una guardería, ahora no se puede. Hay momentos que me la tengo que traer acá al sitio donde trabajo», explica.
Érica recoge periódicamente material que la guardería pública le entrega. Pero Yoselin pasa la mayor parte del tiempo con el celular de su madre, con algún videojuego, hasta que se queda dormida sobre un cartón, a los pies de su madre, en el puesto de frutas.
América Latina es la región que más tiempo ha pasado sin clases presenciales, según Unicef. Panamá, al igual que Ecuador y Perú, aún no reciben alumnos en sus escuelas en 2021.
Según Unicef, al menos 3 millones de niños en la región no volverán nunca más a las aulas, tras este prolongado cierre que inició en 2020, cuando la pandemia estalló. Mantener el cierre este año tendrá consecuencias graves, dice.
Un trabajo más –
En Santa Rita, otro barrio periférico, Brithany, de 8 años, asiste a clases virtuales ocasionales desde el celular prepago de su madre, Milena Mendosa, que a veces debe dejar a la niña con una vecina mientras trabaja, en un mercado o limpiando casas.
A veces se cancelan las clases virtuales. Otras, la señal del celular se debilita y se dificulta escuchar la lección. «Entonces yo me salgo» con mi hija, dice Milena, madre soltera.
«Siento que es un recargo más. Están dando demasiados folletos, demasiado los presionan a uno, siento que es algo muy difícil porque es un trabajo más», considera Mendosa sobre el material que recibe para profundizar la educación de su hija en casa.
Panamá tiene 4,2 millones de habitantes y, según cifras oficiales de 2021, unos 890.000 son escolares.
Fuera del sistema –
La panameña Krystal Pérez es madre de Santiago. Al detectar el tedio de su hijo frente a una pantalla, se organizó junto con otras madres para retirarlos de la escuela privada y que una profesora les enseñe en casa.
«Eso fue lo que nos salvó la educación de nuestros niños, porque 5, 6, 7 horas en pantalla no nos iban a funcionar», explica, mientras su hijo atiende a la maestra junto a media docena de niños, en un apartamento de un elevado edificio de Punta Paitilla, en el área urbana de Ciudad de Panamá.
La francesa Carolina Castillón, madre de Leonor, también integra este grupo. «Salimos del sistema de una vez. La escuela nos dejó solos, no había otra opción», confiesa.
En la resistencia –
En San Francisco, otro barrio urbano de la capital, Rafael, de 5 años, aún forma parte de la resistencia y recibe clases en el computador. Pero su madre, Ana María Areiza, cree que no soportará mucho más.
«Extraño que mi hijo regrese del colegio contándome historias. Ya ve a sus amiguitos por el computador y no los reconoce. Ya no tiene qué contarme», confiesa.
El niño necesita de humanos «para aprender el comportamiento y las cualidades de la cultura en la que vive. No estar con humanos lo retrasa y puede generarle problemas de conducta» explica el pediatra y neonatólogo Enrique Ruidíaz.
Unicef menciona estudios que explican que los colegios no son el principal punto de contagio de covid-19, y que con medidas sanitarias, las clases pueden reiniciar.
«No puede ser posible que se abran los restaurantes, que se abran los centros comerciales (…) y que no se abran las escuelas», dice Ruth Custode, especialista para América Latina de Unicef en Panamá.
La ministra de Educación de Panamá, Maruja Gorday, dice que «avala» el llamado de Unicef y que la reapertura está cerca.
«La reapertura va a ser gradual, progresiva y segura (…) En la medida en que avancemos en la vacunación y que las autoridades de salud nos insten a iniciar un proceso de más acercamiento nosotros estamos listos para hacerlo», detalló a la AFP. Se esperan novedades en abril.
Mientras, Brithany, a quien le gusta el inglés y ya sabe contar hasta 1.000, resume el sentimiento de su generación: «Ya quiero que se acabe todo esto».