París (AFP) – Un grupo de científicos fechó con precisión, concretamente en el año 1021, la presencia de vikingos en América del Norte, gracias a una radiación cósmica que dejó rastros en fragmentos de madera de esa época.
Los historiadores saben desde hace décadas que los legendarios marinos escandinavos fueron los primeros europeos que llegaron al continente americano, en torno al año 1000, casi 500 años antes de Cristóbal Colón.
Hasta ahora el único sitio conocido con rastros de su presencia es Anse aux Meadows, en el extremo norte de la isla de Terranova (Canadá), una pequeña bahía en la que subsisten los yacimientos de ocho edificios.
La datación con carbono 14 que se hizo de esos restos en el siglo XX era muy imprecisa, con una horquilla de tiempo de unos 250 años, explica un estudio publicado este miércoles en la revista Nature.
Todo indica que la ocupación de ese emplazamiento fue breve y esporádica, gracias a la exploración arqueológica y al testimonio de las «Sagas», los textos semilegendarios que narran las epopeyas de los vikingos.
El equipo dirigido por Michael Dee y Margot Kuitems, del Centro de Investigaciones Isotópicas de la universidad holandesa de Groningen, halló un método original para sortear ese problema.
La Tierra sufre constantemente la llegada de radiaciones cósmicas, que en su mayoría son rechazadas por su campo magnético.
Esos fenómenos a veces son tan importantes que provocan un aumento de la presencia del isótopo carbono 14 en la atmósfera.
Un estudio japonés detectó dos esos fenómenos de origen cósmico, uno en el año 775 y otro en 993. Ahora bien, esa brusca elevación del carbono 14 deja huella en los árboles, conocidos por su capacidad de absorber carbono.
Los científicos buscaron, con la ayuda de un espectómetro de masa, rastros de rayos cósmicos en tres fragmentos de árboles que fueron localizados en el campamento vikingo en Terranova.
Esos fragmentos habían estado en contacto con herramientas de hierro, según los estudios previos. La datación tradicional con carbono 14 dictaminó que su antigüedad oscilaba entre los años 1019 y 1024.
Posteriormente se examinó los anillos de esos fragmentos, y detectaron qué anillo mostraba un exceso de carbono 14.
El conteo de anillos permite determinar con gran exactitud la edad del árbol.
La técnica reveló que el anillo con más «carga» de carbono 14 correspondía al año 993. Y contando los anillos restantes hasta la corteza, se pudo determinar en qué año el arbol fue talado, explicó a la AFP la científica. Resultado: el año 1021.
El método de rastreo de rayos cósmicos es una técnica con gran potencial, cree Kuitems, que considera que puede servir «para solventar interrogantes históricos».
El Centro de Investigaciones Isotópicas ya pudo establecer en 2020 la edad de una estructura arqueológica en el sur de Siberia gracias a esta técnica, que detectó los rastros de la radiación cósmica que afectó a la Tierra en 775.