Sao Paulo (AFP) – «La única forma fue ocupar», dice Vera Lúcia de Oliveira, cuidadora de 58 años que desde hace un mes divide sus días y noches entre el trabajo y su participación en una ocupación del Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST) en Sao Paulo.
Bautizada «Pueblo sin miedo», la segunda mayor ocupación del MTST en Brasil reúne a más de 10.000 familias y es un retrato de la crisis habitacional del país, que para 2015 ya sumaba un déficit de casi 6,2 millones de viviendas, según el estudio más reciente de la Fundación Joao Pinheiro, adscrita a la gobernación de Minas Gerais (sudeste).
El informe se basa en datos oficiales y revela que la carga excesiva de alquiler (51,5% del ingreso en promedio) se ha vuelto el principal factor de incidencia de un problema que alimenta reclamos al gobierno para que ceda terrenos o incremente los subsidios habitacionales.
La coordinadora del MTST, Andreia Barbosa da Silva explica que tienen otros siete campamentos en el estado reivindicando su derecho a vivienda. Otras organizaciones como el Frente de la Lucha por Vivienda también actúan en la capital económica de Brasil, ocupando inmuebles principalmente en el centro de la ciudad.
Los números de la Fundación Joao Pinheiro registraron para 2015 un déficit de cerca de 2 millones de domicilios en Sao Paulo, un tercio del total nacional.
– Dentro del campamento –
«Pueblo sin miedo» es un mar de tiendas de plástico negro armadas sobre esqueletos de madera. El terreno, estimado en unos 60.000 metros cuadrados, está localizado en Sao Bernardo do Campo, polo industrial en el que el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010) consagró su carrera como sindicalista en los años 70.
«Elegimos este lugar porque la gente quiere estar cerca de la infraestructura pública», explica Barbosa da Silva. El futuro del terreno, propiedad de una constructora, será decidido el 2 de octubre en audiencia judicial.
La mayoría de las carpas, identificadas con carteles improvisados, están desocupadas durante el día, cuando los militantes del movimiento van a trabajar o regresan a los lugares donde viven, generalmente viviendas colectivas familiares.
«No estamos invadiendo, sino ocupando», aclara Vera Lúcia. «Tenemos necesidad», dice.
Trabajando seis días por semana, doce horas por noche al cuidado de personas convalecientes, Vera Lúcia gana 1.000 reales (312 dólares al cambio actual). Explica que un alquiler medio le quitaría 60% de su salario, dejando casi nada para alimentarse.
«En Sao Bernardo no hay proyectos de vivienda popular disponibles, ¿cómo voy a conseguir una casa?», cuestiona.
Raquel Rolnik, profesora de la Universidad de Sao Paulo, criticó en un foro reciente que no haya presupuesto previsto en 2018 para el programa Vivienda Digna, que abarca varios subsidios residenciales.
La académica sostiene que las políticas habitacionales siempre han estado más volcadas a la dinamización económica y que con el auge del crédito para comprar «comenzó el aumento enorme de alquiler. Si vas a las ocupaciones te dirán ‘no podía seguir pagando el alquiler'».
Entre otros aspectos, durante el evento organizado por la plataforma de contenidos Esquina, la académica aclaró que «la crisis de vivienda no está surgiendo ahora con la recesión económica», sino que comenzó durante el auge del programa Mi Casa, Mi Vida, lanzado en 2009 por el gobierno Lula, para subsidiar, en distintos niveles, la compra de propiedades.
– Convivencia –
Vanessa Rodrigues, con 49 años, está desempleada y tiene dos hijas. Es la primera vez que participa en una ocupación. «Somos cobardes y a veces hasta por orgullo no peleamos por lo que nos corresponde, pero estamos sufriendo mucho», dice esta exempleada de limpieza.
«Esto aquí está vacío hace años, pasa que ahora quien tiene más no quiere compartir con quien no tiene», afirma.
Hace dos semanas los residentes de los edificios que lindan con el terreno protestaron. El MTST afirma que durante esos días uno de los militantes fue herido de bala, disparada desde uno de los condominios. Los vecinos no conversan con la prensa.
Vera Lúcia dice que la toma es tranquila y que el objetivo es «conseguir algo para dormir en nuestro colchón y poder cerrar nuestra puerta».