Medellín (Colombia) (AFP) – Han pasado treinta años desde que Pablo Escobar, el barón de la cocaína, fue abatido en Medellín por la policía colombiana y desde entonces mucha agua ha corrido bajo el puente.
Así mudó de piel el crimen en uno de los epicentros del narco en Colombia, el mayor productor de cocaína del mundo.
-Empresa-
La geografía del crimen pasó de las manos de un cártel a varias organizaciones disgregadas que funcionan como empresas.
Primero fue el icónico Escobar, que libró una guerra contra el Estado colombiano. En su esfuerzo por evitar la extradición a EEUU, el capo recurrió a carros bomba y ordenó el asesinato de políticos, periodistas y jueces.
Tras su caída, comandos urbanos de las guerrillas izquierdistas trataron de llenar el vacío de poder en los tugurios de la ciudad, enfrentándose a la fuerza pública y a grupos paramilitares que eventualmente se impusieron como los nuevos amos.
En el camino, la ciudad dejó de ser una de las más peligrosas del mundo, con una reducción del 97% en la tasa de homicidios durante los últimos 30 años.
Don Berna-
La operación entre policías y agencias estadounidenses a inicios de los 1990 terminó con el cadáver de Escobar abaleado sobre un tejado. Pero en su afán de dar de baja al temido capo, los agentes oficiales se confabularon con la mafia.
Los «PEPES», narcos y paramilitares, apoyaron las acciones militares. Una docena de traficantes, apodados «Los doce del patíbulo», brindaron información privilegiada.
Después de abatido «El Patrón», un miembro de esa última agrupación, Diego Fernando Murillo, alias «Don Berna», y sus aliados crearon la «Oficina de Envigado», una organización paramilitar que con el tiempo se convirtió en una especie de franquicia criminal.
«Pasó de ser una oficina de cobro de deudas al servicio de Pablo Escobar para convertirse en una federación mafiosa que regula casi todas las actividades criminales», explica el instituto Insight Crime.
-«Paz total»-
Bajo la dirección de «Don Berna», extraditado a EEUU en 2008 por narcotráfico, la «Oficina» trabajó en acuerdo tácito o incluso en complicidad con ciertas autoridades locales, según investigaciones.
Hoy la organización convive con La Terraza, Los Pesebreros, Los Mesa, Los Chata o Los de Soto, otros actores de un ecosistema criminal en evolución permanente.
También mantiene una tensa relación con «Los Pachelly», aliados locales del poderoso «Clan del Golfo», el cártel que domina la delincuencia en la región Caribe.
Con su ambicioso proyecto de «paz total» con los grupos armados el nuevo presidente de izquierda, Gustavo Petro, pretende discutir con estas organizaciones su entrega a la justicia a cambio de beneficios.
En la confidencialidad, los acercamientos avanzan: Según la revista Semana, el 22 de septiembre se celebró en Medellín una reunión entre el comisionado de paz, Danilo Rueda, y emisarios de estos grupos.