Buenos Aires (AFP) – ¿Campeón se nace o se hace? Es el misterio que la ciencia busca revelar para establecer qué genes convierten al caballo de raza polo argentino en el mejor del mundo para ese deporte, razón por la que es, además, el animal más clonado del planeta.
«Nadie puede detectar por genética al nuevo Messi», aclara con humor el genetista Sebastián Demyda, uno de los directores del proyecto que lidera la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) con apoyo de otras cuatro universidades de Argentina.
A partir de diciembre analizarán unos 80.000 caballos para determinar cuál es el equilibrio genético que logra esa mezcla perfecta.
En tres años obtendrán los primeros resultados y servirán para un programa de mejora genética, al permitir predecir las características físicas y el temperamento que tendrá el caballo al nacer a partir de un embrión.
Estos animales pueden ser explosivos en el campo de juego y, a la vez, dueños de una mansedumbre asombrosa. La naturalidad de sus movimientos, su extraordinaria velocidad de aprendizaje y una sensibilidad única para comprender lo que quiere el jinete lo destacan por sobre los demás caballos.
Según Guillermo Buchanan, veterinario de la Asociación de Criadores de Caballos de Polo, estos animales «son únicos» porque tienen la dosis justa de velocidad y resistencia, carácter y docilidad.
«El polo es cambiante y se le pide al caballo cosas en forma sorpresiva para llevar o buscar la bocha, para tomar a un hombre. Es lo más parecido a la guerra antigua, pero con reglas», describe.
En los haras de la provincia de Buenos Aires, corazón de las mayores competencias de polo del mundo, los caballos de esta preciada casta se cuidan como obras de arte.
«Si fueran una máquina, serían una extraordinaria», los describe Pablo Trigo, especialista en reproducción equina y codirector del proyecto.
«Hacen cambios de pie a toda velocidad, frenan, doblan y aceleran», describe.
A diferencia de los purasangres de carrera, los caballos de polo son pequeños, de 1,56 metros de porte en promedio y llegan a pesar un máximo de 500 kilos.
La raza, surgida en un proceso de medio siglo de cruce de linajes criollos e ingleses, evolucionó en un tipo único que busca en la ciencia un sello de identidad.
– Biotecnología e investigación –
El uso de investigación aplicada y biotecnología en torno al caballo de polo argentino no es una novedad, pero asombra.
El interés por su desarrollo va a la par del dinero que se paga por uno de estos animales.
Aunque cada ejemplar tiene un precio único en base a sus cualidades, por el clon de una yegua legendaria se llegó a pagar en un remate la friolera de 800.000 dólares.
Se estima que en Argentina hay unos 200 clones de caballos raza polo. Muchos son copias de caballos de élite. Todos compiten y muestran excelente rendimiento y salud.
Argentina «es absolutamente puntero en cuanto al uso de investigación aplicada al caballo de polo», explica Demyda.
Esto incluye todas las técnicas biotecnológicas posibles de reproducción, desde la transferencia embrionaria hasta la clonación y sexado.
Un centro privado avanzó en manipulación embrionaria, pero desistió de su aplicación.
«El límite es la edición genética porque sería dumping genético», rechaza Buchanan en línea con la Asociación de Polo, que acepta la clonación pero no la creación de un ejemplar «a la carta».
– «Fotocopias» –
La clonación es habitual en el ámbito del polo. Los jugadores de élite suelen llevar a los juegos grupos de seis o siete yeguas exponentes de sus mejores clones.
Aunque no es usual, un jugador puede competir con varios clones de un mismo ejemplar. En 2017 Adolfo Cambiaso, considerado el mejor jugador del mundo y propietario de un laboratorio de clonado, dio un golpe publicitario al jugar un Abierto con su famosa yegua Cuartetera y siete clones del animal.
2018 es el segundo año en que los clones comenzaron a competir. Antes se los usaba solo con fines reproductivos.
«Los clones andan muy bien, están ganando premios», remarca Demyda.
Sin embargo suponen una limitación a la evolución natural por empobrecimiento genético. «Los clones hacen que la estructura genética de la raza sea más pequeña, son como una fotocopia», explica.
Por otro lado suponen cierta ventaja en el juego. «La clonación no está al alcance de todos, clonar es muy caro y eso hace que algunos criadores tengan ventaja», señala.
Copiar un ejemplar tiene un piso de 30.000 dólares y no tiene techo.
– «Hacer» un campeón –
Los avances científicos se concentran en el nacimiento de los mejores ejemplares, pero la doma y la «hechura» son artes con un halo de mística criolla.
Ezequiel Correa es un especialista en ese proceso de varios años en el que el caballo aprende a jugar al polo. Para ello es «fundamental que haya sido bien domado», en la llamada doma inteligente, sin violencia.
Acostumbrarlo al bandeo del taco a uno y otro lado, al sonido del golpe en la bocha, a ‘pechar’ al adversario es un arte que requiere pequeños pasos, de a 20 minutos diarios de entrenamiento.
«Es como enseñarle a leer a un niño, de a una letra por vez, si lo haces leer frente al aula lo traumas. Si al caballo lo expones al polo y no está listo queda traumado y es muy difícil retroceder», afirma Correa.
El secreto final es cierta «química» entre el caballo y el jinete. «Tiene que haber una conexión especial, hay un trabajo de piernas y de comunicación que es único. Si se da, puede haber un campeón».