Río de Janeiro (AFP) – El canciller brasileño, Ernesto Araújo, dejó claro que no muere de amor por Pekín, pero según analistas el pragmatismo debería prevalecer cuando el jueves estreche en Brasilia la mano de su par chino, Wang Yi, por primera vez.
Araújo, un admirador ferviente -al igual que el presidente Jair Bolsonaro- del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, debe adoptar un tono conciliador en ese encuentro, que se llevará a cabo en víspera de la reunión de los cancilleres de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) en Rio de Janeiro.
Brasil y China parecen ahora decididos a fortalecer una relación que muchos temían ver deteriorada con la llegada de Bolsonaro al poder, especialmente en medio de las crecientes tensiones comerciales entre el país asiático y Estados Unidos.
Pero voces moderadas en el dividido gobierno de Bolsonaro, incluyendo al vicepresidente Hamilton Mourao, han convencido a los ideólogos del ala más derechista, en la que se sitúa Araújo, de que Brasil «tiene mucho que arriesgar» si da la espalda a su mayor socio comercial, dijo Oliver Stuenkel, profesor de la Fundación Getúlio Vargas.
China, segunda economía mundial, absorbió en 2018 el 27,8% de las exportaciones de Brasil y en los últimos años se ha convertido en un importante inversor en la mayor potencia latinoamericana, sobre todo en las áreas de infraestructura y energía.
«Las proyecciones económicas de Brasil dependen de buenos lazos económicos con China», dijo Stuenkel a la AFP.
«Confío en que, paradójicamente, las relaciones entre China y Brasil se profundicen durante el gobierno de Bolsonaro», agregó.
Una relación próxima con China, un país gobernado por el Partido Comunista, fue impulsada durante la gestión del presidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), actualmente encarcelado por corrupción.
Sin embargo, durante la campaña electoral de 2018, Bolsonaro acusó a China de estar «comprando Brasil» y provocó a los líderes chinos al visitar Taiwán, considerada por Pekín como una provincia rebelde.
Tras asumir la presidencia en enero, Bolsonaro buscó profundizar las relaciones con gobiernos de corte conservador como el de Trump, en Estados Unidos, y el de Benjamin Netanyahu, en Israel, distanciándose de los países en desarrollo.
Pero la debilidad del crecimiento económico en Brasil y la presión de los poderosos sectores de minería y agricultura, que respaldan a Bolsonaro y dependen de China para exportar hierro y soja, han fomentado la relación bilateral.
«Hay una retórica ideológica, pero en la práctica el pragmatismo prevalece», dijo a la AFP Rubens Barbosa, exembajador de Brasil en Washington.
«No deberías prestar atención a lo que se dijo hace unos meses acerca de política extranjera y medioambiente. Ya ha cambiado completamente», acotó.
-Lo comercial ante todo-
Mourao, un general retirado, ha trabajado con ahínco para reparar cualquier posible fisura en las relaciones sino-brasileñas.
En mayo viajó a Pekín y le ratificó al presidente Xi Jinping que las inversiones chinas eran bienvenidas en Brasil.
El vicepresidente dijo además este mes que la compañía china de tecnología Huawei no enfrentaría restricciones en Brasil, desafiando presiones de Estados Unidos que ve riesgos para la seguridad en los dispositivos de esa empresa, debido a sus lazos con el gobierno de Pekín.
El propio Bolsonaro irá a su vez a China en octubre de este año, en el marco de una gira que debe llevarlo igualmente a los países árabes -con los cuales también hubo tensiones al inicio de su mandato- y a Japón.
«Hay tensiones con el gobierno [brasileño] sobre cómo lidiar con China», dijo Luis Fernandes, del centro de estudios e investigaciones BRICS en Rio de Janeiro.
Pero Fernandes cree igualmente que «los intereses económicos van a prevalecer».
Julia Coym, de la consultora Control Risks, en Shanghái, cree que «China prestará más atención a las acciones de Bolsonaro ahora que está en ejercicio de la presidencia que a la retórica de su campaña.
– BRICS divididos por Venezuela –
En la reunión de cancilleres del viernes en Rio -previa a la cumbre de líderes del grupo en noviembre en Brasilia- los BRICS deberían soslayar cualquier pronunciamiento colectivo sobre la situación en Venezuela, que los divide profundamente.
Rusia y China son los principales aliados del gobierno socialista de Nicolás Maduro, en tanto que Brasil figura entre los más de 50 países que reconocen al opositor Juan Guaidó como presidente interino.
«Esto podría ser un punto que aumente las fricciones entre los BRICS», dijo Carlos Gustavo Poggio, profesor universitario de la brasileña FAAP.
Según analistas, Brasil permanece en los BRICS, una articulación de naciones emergentes cuestionada en los últimos años, más que nada a causa de sus relaciones con Pekín.
«Si se fuesen de forma abrupta, podrían crear una crisis innecesaria con Pekín», afirmó Brian Winter, editor jefe de la revista Americas Quarterly.
China, por su lado, ve a los BRICS como una herramienta para expandir su influencia en América Latina y África, agregó.