Río de Janeiro (AFP) – Las crecientes exportaciones agropecuarias de Brasil despiertan temores de un nuevo avance de los campos de cultivo y pastoreo, en detrimento de la selva amazónica, considerada como el pulmón del planeta, y de otros ecosistemas amenazados.
En el Brasil del presidente Jair Bolsonaro, un escéptico del calentamiento climático e impulsor del agronegocio, los monocultivos de soja y la ganadería son las actividades más incentivadas, fuentes inagotables de divisas, pero también con mayor impacto ambiental que las granjas familiares.
El costo de este progreso es la deforestación de la Amazonía y de la sabana brasilera, el Cerrado. Ese avance crea tensiones crecientes con las poblaciones tradicionales y los pueblos indígenas e impactan en el medio ambiente.
El Grupo Internacional de expertos de la ONU sobre el Cambio Climático (IPCC) elaboró un informe sobre los diferentes usos de la tierra, en discusión a partir del viernes en Ginebra.
– UE-Mercosur: ¿qué salvaguardias ambientales? –
El acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), que todavía debe ser ratificado por los Estados de ambos bloques, podría estimular aún más esa tendencia.
En el pacto, los europeos se comprometen a no importar soja o carne bovina procedente de tierras deforestadas, pero sin aclarar cómo garantizarán la vigilancia.
Las actividades agrocopecuarias generaron más de dos tercios (71%) de las emisiones del CO2 de Brasil en 2017, de un total de 2.070 millones de metros cúbicos, ocupando el séptimo lugar en el mundo, según estimaciones del SEEG (Sistema de evaluación de emisiones de gases de efecto invernadero).
Este sistema, usado por el grupo ONG Observatorio del Clima, toma en cuenta las emisiones directas -en particular el gas metano generado por el ganado- y sobre todo las indirectas, derivadas de la deforestación, que suele iniciarse con las quemas de bosques.
– El ciclo de la deforestación –
Al menos 46% de las emisiones brasileñas, registradas por el SEEG, provienen de «cambios en el uso del suelo», lo que significa que inmensas superficies de bosques o de sabana fueron convertidas a usos productivos.
La mayor parte son utilizados inicialmente como pastizales, antes de convertirse en campos de soja, de la cual Brasil es el primer exportador mundial, al igual que de carne bovina.
«La carne bovina brasileña tiene un gran impacto ambiental. La productividad es muy baja, con solo 0,7 o 0,8 cabezas de ganado por hectárea», señala el investigador Gerd Angelkorte, de la Universidad Federal de Rio de Janeiro (COPPE/UFRJ).
Esto está «fuertemente relacionado con las apropiaciones ilegales de tierras, principalmente en el norte de Brasil, en la región amazónica, donde la deforestación precede a la ganadería», agrega.
El investigador considera que el gobierno de Bolsonaro «debería ser más firme» para evitar esas apropiaciones ilegales, aunque las autoridades se han mostrado reacias a poner las cosas en orden.
– El Acuerdo de parís en duda –
Aunque los países signatarios del acuerdo UE-Mercosur se comprometieron de facto a respetar el Acuerdo de París sobre el clima, Bolsonaro ya anticipó que será imposible que su país alcance la meta de reducir un 43% las emisiones de gases efecto invernadero para 2030, con respecto a las de 2005.
«No tenemos cómo cumplir [la meta], aunque ponga a 100.000 hombres en el campo y comiencen a reforestar a partir de ahora, no vamos alcanzar esa meta de aquí a 2030», afirmó Bolsonaro a inicios de julio al margen de la cumbre del G20 en Osaka.
Nada sorprendente en un presidente que amenazó con sacar a Brasil del Acuerdo de París tras su elección.
«El gobierno brasileño no está haciendo absolutamente nada en este momento para garantizar la aplicación del Acuerdo de París», lamentó Carlos Rittl, director del Observatorio sobre el Clima.
Paradójicamente, el agronegocio brasileño es uno de los mayores garantes del gobierno de Bolsonaro para evitar que sus productos sean vedados en el mercado europeo.
«Hace falta tener una lógica de desarrollo sostenible, pero también demostrarla. A menudo perdemos negocios por temas de imagen y los que quieren salir del Acuerdo de París nunca exportaron nada», dijo Luiz Cornacchioni, director de la Asociación Brasileña del Agronegocio al diario o Estado de S. Paulo poco después de que Bolsonaro llegara al poder.
Para resolver ese problema de imagen, Bolsonaro prefirió atacar al mensajero: el viernes, el responsable del ente que mide la deforestación (INPE) fue destituido después de que el mandatario lo acusara de mentir y dañar la imagen de Brasil con la publicación de datos sobre la deforestación de la selva amazónica.