Abiyán (Côte d’Ivoire).- A principios de 2023, Abiyán, la bulliciosa metrópolis de Côte d’Ivoire, se encontraba en un momento crítico. La ciudad, que cuenta 6 millones de habitantes a los que se suman unos 187.000 más cada año, generaba la increíble cantidad de 4.000 toneladas diarias de residuos orgánicos. Las autoridades municipales se esforzaban por gestionar este creciente problema de desechos.
El problema saltaba a la vista. Fuera de los mercados de la ciudad, enormes montones de restos de piñas, pieles de sandías, tomates podridos, cáscaras de banano y hojas marchitas de lechuga se descomponían al sol, desprendiendo malos olores y atrayendo a los roedores.
«Las autoridades del distrito se pusieron en contacto con nosotros» explica Isabel Albinelli, especialista en Bioeconomía de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). «Nos dimos cuenta de que había una gran oportunidad para valorizar los residuos orgánicos».
Al mismo tiempo que la ciudad lidiaba con este problema de basura orgánica, los agricultores urbanos y periurbanos dependían de fertilizantes importados que se encarecían según pasaban los meses. Esto, a su vez, había provocado una subida de los precios de los alimentos. La tarea consistía en encontrar una forma de reducir los desechos alimentarios al tiempo que se mejoraba la resiliencia de la agricultura local.
La solución fue un proyecto de la FAO denominado Bioeconomía circular en Abiyán: del desperdicio alimentario a la mesa o BioDAF. El proyecto buscaba no solo abordar el problema en el distrito de Abiyán, sino ofrecer un modelo para otras ciudades que se enfrentan a problemas similares de manejo de los residuos, seguridad alimentaria y empoderamiento económico.
La clave está en un insecto no tan pequeño llamado Hermetia illucens o mosca soldado negra. Estas criaturas, que abundan en todo el hemisferio occidental, se parecen más a una avispa que a una mosca común. Cuando alzan el vuelo, emiten un fuerte zumbido que incluso Albinelli admite que “puede sonar bastante alarmante”. Pero en realidad son criaturas inofensivas, que ponen miles de huevos y cuyas larvas consumen cantidades prodigiosas de desperdicios orgánicos.
La idea era conseguir que las moscas se apareasen, dar a sus crías toneladas de basura para comer, y luego secar las larvas para utilizarlas como pienso para el ganado o como alimento en polvo para las piscifactorías. El proyecto recibió una subvención del programa ELEVATE de incubadora y emprendimiento de la FAO. ELEVATE financia proyectos novedosos que aportan soluciones viables a retos agrícolas fundamentales.
El proyecto comenzó con una serie de talleres de lanzamiento concebidos para perfeccionar las ideas del equipo de BioDAF. El equipo de ELEVATE «nos ayudó a pensar de forma innovadora y a sacar adelante nuestro proyecto», afirma Albinelli. «Estuvieron ahí a fin de hallar soluciones cuando surgieron retos en los que no habíamos pensado».
La logística del apareamiento de la mosca soldado negra no es sencilla. Lo primero que había que hacer era construir un “nido de amor” para las moscas. Crearon un recinto del tamaño de un garaje para un automóvil con muchas plantas y tela empapada en agua para que bebieran. También colocaron pequeños trozos de madera donde las moscas podían poner sus huevos por cientos de miles.
“Resulta extraño trabajar con ellas y pensar que unos insectos tan diminutos puedan tener un efecto tan grande, simplemente realizando sus tareas naturales”, reflexiona Albinelli.
Una vez puestos los huevos y eclosionadas las larvas, se colocan en estanques de hormigón llenos de frutas y hortalizas podridas que se han pasado por una trituradora. Para conseguir el mayor efecto, las enormes legiones de larvas tienen que mezclarse a mano con la basura orgánica. Y aunque puede que no sea la actividad más atractiva del mundo, los beneficios en términos de reducción de residuos y desarrollo de fertilizantes bien merecen el esfuerzo.
Al cabo de 14 días, las larvas han crecido hasta 10.000 veces respecto a su tamaño cuando eran huevos. En este punto, se separan de sus excrementos —que se utilizan como abono— y se secan. Las larvas secas se utilizan como pienso.
El equipo de la FAO en Côte d’Ivoire trabajó con funcionarios del gobierno, el Instituto de Economía Circular de Abiyán y la empresa local BioANI para capacitar a los agricultores locales, en particular a las mujeres, sobre cómo recolectar las moscas y elaborar el fertilizante y el pienso. La gran preocupación del equipo era si los agricultores locales aceptarían la idea de alimentar a sus animales con larvas muertas de mosca negra o de utilizar sus desperdicios como abono.
«Esperábamos una actitud de rechazo por parte de los agricultores, ya que estos fertilizantes orgánicos son en realidad los excrementos de unas larvas que comen desperdicios», explica Albinelli. «Pero, en realidad, el abono es tan eficaz, barato y disponible localmente que cada vez más agricultores lo compran».
De hecho, el proyecto tuvo tanto éxito que no dieron abasto con la demanda local. Y con razón. Las larvas y el abono orgánico se vendían a mitad de precio respecto a los fertilizantes importados y funcionaban igual de bien. Como resultado, este año el proyecto busca expandirse a varios mercados más de la zona de Abiyán.
Además, espera suministrar no solo piensos y fertilizantes, sino también alimento para abastecer la cadena de valor de la tilapia. Côte d’Ivoire, gran consumidor de este pescado, ha manifestado su interés en utilizar las larvas de mosca soldado para elaborar harina de pescado, que tiene un costo bastante elevado.
«Este proyecto ejemplifica una combinación única de soluciones que constituyen un elemento central de lo que debería ser la innovación agrícola», asegura Vincent Martin, Director de la Oficina para la Innovación de la FAO. «Aborda necesidades reales: la gestión sostenible de los desperdicios, el cultivo de recursos agrícolas locales y el empoderamiento económico necesario para reforzar la seguridad alimentaria. Así es la verdadera innovación sobre el terreno».
El programa ELEVATE de la Oficina para la Innovación de la FAO trabaja actualmente con otros ocho proyectos para impulsar la innovación en contextos agrícolas.