Cirpesti (República de Moldova).- El matrimonio formado por Mihail y Vera Gradinaru nació y creció en Cirpesti, una aldea situada a unos 120 kilómetros de la capital de la República de Moldova, Chisinau. En medio de tierras de cultivo y pastos, en esta localidad de unos 600 habitantes las familias se dedican principalmente a la agricultura o a la cría de ganado.

Tras muchos años de relación, Mihail y Vera se casaron y ahora tienen cinco hijos. Ambos progenitores trabajan en la aldea: Vera como ayudante de maestra de guardería y Mihail como agricultor. Vacas, cerdos, cabras, ovejas, conejos y aves de corral llenan el patio trasero de su casa.

La hija menor de los Gradinaru, Livia, sigue viviendo con ellos, al igual que su hija Alina, que acaba de tener un bebé y cuyo marido trabaja temporalmente en el extranjero.

Es una casa llena de gente, pero tanto Vera como Mihail están acostumbrados, pues ellos mismos han crecido con muchos hermanos. Y los cónyuges están decididos a dar a sus hijos estudios y la posibilidad de conseguir el tipo de trabajo que deseen.

«No pudimos permitirnos estudiar. Yo vengo de una familia con 11 hijos, mientras que en la de mi mujer eran cuatro. Tuvimos que empezar a trabajar desde muy jóvenes. Nadie nos preguntó qué queríamos hacer en la vida. Por eso intentamos ayudar a nuestros hijos todo lo que podemos, para que al menos tengan una profesión y puedan salir adelante más fácilmente, ya sea en el pueblo o donde les lleve su destino», explica Mihail.

Mihail, por su parte, continúa el trabajo que hicieron sus padres y se contenta con tener ganado. «Siempre hemos tenido animales, esto es lo que hacían nuestros padres, esto es lo que hacemos nosotros», explica Mihail.

Él y Vera están especialmente unidos a sus dos vacas: Marta y Stella. Como dicen los esposos, estas vacas son el mayor apoyo de la familia. Son vitales para la alimentación de su familia, y la leche sirve también como forma de pago a los ayudantes que trabajan en su explotación o en su casa.

«¡Esperemos que nuestro ganado esté sano! Si no, ¿cómo nos las vamos a arreglar?», exclama Mihail.

En 2022, el país se enfrentó a una sequía extrema que provocó pérdidas de entre el 50 % y el 60 % en algunos de sus principales productos agrícolas, como el girasol, el maíz y el trigo. Debido a esta pérdida de ingresos y al aumento de los precios de los insumos, las familias con animales no podían comprar el pienso necesario.

En respuesta, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) distribuyó forraje para el ganado a 2.638 familias de cinco distritos en 2023. Cada familia recibió entre 350 kg y 375 kg de forraje, lo que resultó vital para hacer frente a la escasez de pienso existente.

La actividad forma parte de un proyecto implementado conjuntamente con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y financiado por el Organismo Austríaco para el Desarrollo —la unidad operativa de la Cooperación Austríaca para el Desarrollo— y el Gobierno de Suiza.

Según las estimaciones del Gobierno de la República de Moldova, el 70 % de las pequeñas explotaciones agrícolas del país ya sufría la falta de recursos, insumos y condiciones meteorológicas áridas, y la guerra de Ucrania afectó aún más a los precios de los insumos agrícolas, la mayoría de los cuales la República de Moldova importa de Rusia y Ucrania. Los fertilizantes, el combustible y las semillas se encarecieron entre tres y cinco veces más respecto a 2021.

A lo largo de 2023, el costo de los insumos agrícolas importados siguió siendo muy alto, lo que se tradujo en elevados costos de producción. Al mismo tiempo, los precios de los productos agrícolas cayeron de forma drástica a lo largo del año. Esto ha provocado que los ingresos de las familias rurales hayan bajado un 30 % en comparación con el promedio quinquenal del último año.

Desafíos vitales

En medio de estos desafíos, Mihail también tuvo que someterse a varias operaciones de columna. Aunque rebosa energía y entusiasmo, su movilidad se ha visto reducida, y ya no puede hacer todo el trabajo físico que hacía anteriormente.

«Antes de las operaciones también trabajaba en el bosque, suministrando leña a mi familia. Ahora me contento con lo que puedo hacer en casa y con el ganado en los pastos».

El apoyo de la FAO a sus animales fue una gran ayuda para la familia.

«Los animales, así como los niños, conllevan sus propios gastos…. Y cuando apenas puedes dar pan a tus hijos, obviamente es aún más difícil comprar pienso para los animales», señala Vera.

Gracias a la donación de pienso, Mihail y Vera pueden utilizar parte del dinero ahorrado para ocuparse de otros gastos esenciales. Desde hace algún tiempo, la familia se estaba esforzando en reparar las goteras del tejado de la vieja casa en la que viven. Utilizaron el dinero extra que ahorraron en forraje para pagar los materiales de construcción y saldar algunas de las deudas que tienen por las reparaciones de la casa.

«Es la primera vez que conseguimos pienso. Es una gran ayuda», añade Vera.

A principios de 2024, la financiación del Gobierno del Japón permitió a la FAO distribuir forraje a otros 2.950 ganaderos. A principios de 2025, con los fondos aportados por la Cooperación Austriaca para el Desarrollo y Suiza, la FAO asegurará pienso para otras 4 880 familias que dependen de su ganado. Esto garantiza una cobertura completa de pienso para todos los distritos del sur de la República de Moldova afectados por la sequía.

La FAO también está suministrando a las comunidades rurales recursos agrícolas esenciales, como semillas de alfalfa para obtener pienso y lotes de semillas de hortalizas. Estos recursos, junto con la creación de 15 escuelas de campo para agricultores que enseñan a producir hortalizas de forma climáticamente inteligente, ayudarán a las familias a ser más resilientes ante la sequía y otros fenómenos meteorológicos extremos.