Buenos Aires (AFP) – En la fábrica de pastas que fundaron sus padres en 1970, Arturo Cabarcos se enfrenta una vez más a una crisis económica. Solo en el primer trimestre de 2021 la inflación en Argentina acumuló 13% y el de los alimentos fue uno de los rubros más afectados.
«Hemos transitado muchas crisis, con inflación y con hiperinflación. Pero la dimensión de la crisis actual solo la podremos valorar cuando haya terminado», dice Cabarcos, consciente de que «la inflación licúa los sueldos y los subsidios (ayudas sociales), y aumenta la pobreza», que alcanza a 42% de la población.
Desde hace medio siglo, cuando la fábrica de pastas La Imperial se inauguró en La Lucila, en la periferia de Buenos Aires, la inflación ha sido el demonio más recurrente de la economía argentina.
«Es difícil explicar por qué Argentina no logró vencer la inflación, sobre todo porque tuvo políticas de todo tipo: de corte más ortodoxo y de corte más heterodoxo, planes que se enfocaban más en la tasa de interés y planes que se enfocaban más en los controles de precios. Y ninguno funcionó», dice el economista Matías Rajnerman, de la firma Ecolatina.
Con un acumulado de 42,6% en los últimos doce meses, Argentina figura entre los países de más alta inflación del mundo. En América Latina solo la supera la hiperinflación de Venezuela.
– Cuentas difíciles –
Además de elaborar pastas artesanales, La Imperial ha incorporado el servicio de comidas preparadas para llevar, un sector que se vio favorecido durante el confinamiento por la pandemia del coronavirus.
Sin embargo, las cuentas son complicadas. «Es muy difícil trasladar los costos al público. Hay productos con aumentos de 100% desde noviembre, como las pechugas de pollo. El precio de los envases también aumentó mucho. Tenemos que renunciar a las ganancias y aún así cada 20 o 30 días modificamos la lista de precios», refiere Cabarcos.
Con 18 empleados formales, La Imperial tiene a favor que el local es propio y no paga alquiler. Además, se ubica en una zona de ingresos medianos y altos, donde la clientela escoge productos más baratos antes que dejar de comprar.
– Precios internacionales –
La inflación de alimentos en Argentina fue de 13,8% en el primer trimestre, a la par que aumentaron los precios internacionales de ese sector, el principal exportador del país.
Según un índice elaborado por el FMI, el precio de los alimentos se disparó 20% entre agosto y febrero, impulsado por aumentos de 45% en el costo de los aceites vegetales y de 41% en los cereales. Además, los precios de la soja y el maíz subieron 50% en el mismo período.
«Si suben los precios de los alimentos a Argentina le entran más dólares por exportaciones, lo que debería ayudar a contener la inflación. Pero a la vez sube el precio interno de los alimentos. Es una suerte de paradoja», comenta Rajnerman.
El economista Héctor Rubini destaca que en el aumento de los precios internos de los alimentos influyen también otros costos, como las subas en los combustibles y una fuerte carga de impuestos.
«Aunque nominalmente se aplican a los más ricos, los impuestos se trasladan a los precios», explica.
– El problema de la pobreza –
Para contener la inflación, el gobierno de centro-izquierda de Alberto Fernández ha acordado una serie de precios máximos y también entrega subsidios directos para la compra de alimentos a los sectores más desfavorecidos.
«La sensación es que la inflación va a seguir siendo alta. Los ajustes y controles podrán ser paliativo por unos meses, pero las tensiones inflacionarias van a continuar», señala el analista de mercados Dante Romano.
«Hay un desbalance entre ingresos y gastos del Estado, y nuevamente tenemos que lidiar con la pandemia», que ha implicado mayor emisión monetaria, dice Romano. «Por eso es tan importante un acuerdo de deuda, conseguir financiamiento en los mercados de crédito y presentar un programa económico viable», añade.
En recesión desde hace tres años y luego de renegociar el año pasado 66.000 millones dólares de deuda con bonistas, Argentina aún tiene pendiente acordar un nuevo programa crediticio con el FMI, en reemplazo del suscrito en 2018 por 57.000 millones de dólares, de los cuales recibió 44.000 millones.
«Cómo acabar con la inflación es fácil de explicar desde el punto de vista económico, pero cuando se le suma la dimensión social ya no es tan sencillo. Argentina tiene a seis de cada 10 chicos bajo el umbral de la pobreza. El desafío consiste en mantener una red de contención social y resolver a la vez los temas de la economía», refiere Romano.