Mérida (México) (AFP) – Los van a «destruir», advierte Doroteo Hau, un indígena que lucha contra la proliferación de granjas porcícolas acusadas de contaminar los cenotes, manantiales deslumbrantes y vitales para las comunidades mayas de la península mexicana de Yucatán.
Su batalla incluye desde demandas hasta una reciente consulta en que los pobladores rechazaron mayoritariamente los criaderos de cerdos, cuyos desechos -aseguran- están yendo a parar a los cenotes, uno de los principales atractivos de la famosa Riviera Maya, en el sureste de México.
Formados en cavernas subterráneas, estos pozos de color aguamarina se cuentan por miles en la frondosa selva maya y están conectados con el manto acuífero de Yucatán, que en algunos casos abastece a sus habitantes a través de aljibes.
A unos pasos de la escalera de madera que desciende hasta el silencioso estanque, en el municipio de Homún, Doroteo deja ver su tristeza y cólera por el daño a este lugar «sagrado» para satisfacer -según él- la demanda de carne de China.
El «área donde tenemos nuestro regalo de Dios es como un colador, toda el agua de alrededor baja adentro de los cenotes (…) ¡Nos van a destruir lo que estamos cuidando como debe ser!», dice Hau sobre la porosidad del suelo.
«¡Ma, ka’anano’ on!», resume en maya el sentimiento de la comunidad: «¡No, estamos cansados!».
«Tomar machetes» –
Este guía turístico de 62 años formó junto con vecinos la organización Kanan ts’ono’ot (Guardianes de los Cenotes).
En mayo pasado lograron que la Suprema Corte de Justicia ratificara la suspensión de una granja de más de 45.000 cerdos en Homún, de 7.500 habitantes, pero el caso está en apelación.
«Los turistas van a dejar de venir si los malos olores llegan hasta acá», teme Jesús Dzul, un taxista que transporta a los visitantes que llegan para nadar en las aguas cristalinas.
Por sus cenotes, playas paradisíacas y rutas arqueológicas, la Península de Yucatán es uno de los principales encantos de México, donde el turismo aporta 8,7% del PIB.
En la región hay 257 granjas porcinas, pero solo 22 presentaron estudios de impacto ambiental, según un informe de la organización Greenpeace, de 2020.
La Secretaría de Medio Ambiente no respondió una solicitud de información de AFP al respecto.
Habitantes de Homún, Sitilpech, Kinchil y Chapab denuncian que haciendas en zonas de difícil acceso vierten los desechos en la selva, sin tratamiento, lo que los productores niegan.
Si el criadero de Homún reabre, Doroteo afirma que está dispuesto incluso a «tomar machetes». «¡Hay que defender [los recursos naturales]!», justifica antes de la consulta, que no tuvo carácter legal.
Sitilpech alberga otra finca, cuya clausura también solicitaron los lugareños a la justicia.
«Es demasiada la pestilencia (…), no puedes respirar», comenta con gesto de asco Teodorita Rejón, de 71 años, previo a una marcha contra los porcicultores.
«¡Fuera granjas!», gritaba una manifestante mientras arrastraba un cerdo de plástico por las calles de tierra.
Jugoso mercado –
La producción porcina en México aumentó 3,1% entre 2019 y 2020 hasta 1,64 millones de toneladas, según datos de la industria. En tanto, las exportaciones crecieron 29,7% totalizando 916 millones de dólares, de acuerdo con el Departamento de Agricultura estadounidense.
Las ventas a China se dispararon desde 2017, pasando de dos millones de dólares ese año a 264,3 millones de dólares en 2020.
Entre 2018 y 2019 la peste porcina africana diezmó el rebaño del país asiático, primer consumidor de estos cárnicos, lo que elevó la demanda externa y los precios. China es el segundo cliente mexicano detrás de Japón.
Hay tanto en juego que, según Yolanda Chi, el conflicto escaló.
«Estamos amenazados por los que trabajan en las granjas, les dan dinero para que lo hagan, pero vamos a votar», señaló Chi en San Fernando, donde un grupo de hombres insultaba a los votantes.
El «no» a las granjas ganó en dos de los tres pueblos donde hubo consulta.
«No contaminamos» –
Los empresarios aseguran que cumplen los estándares de calidad.
«No contaminamos nada», declaró a la AFP Alberto Alfonso, director de producción del Grupo Porcícola Mexicano Kekén, el más grande de Yucatán, durante un recorrido por una granja en Chapab.
Para probarlo, muestra un biodigestor y lagunas de oxidación y ozonificación usadas en el tratamiento de aguas residuales .
Pero Viridiana Lázaro, autora del estudio de Greenpeace, sostiene que muestras tomadas de los cenotes y pozos cercanos a los criaderos presentan «contaminantes».
También los hallaron expertos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. «Una parte es atribuible a las granjas porque [las muestras] tienen coliformes fecales, restos de antibióticos que no provienen de la agricultura ni de desechos urbanos», señaló Xavier Moya, representante del organismo en Yucatán.