Tamaulipas (México).- En la llanura semidesértica de Tula, Tamaulipas, una tradición ancestral sigue viva gracias a las manos de doña Felipa Reyes, la alfarera más experimentada de Santa Ana de Nahola.
Con 88 años de edad, esta mujer ha dedicado su vida a moldear el barro, transmitiendo su conocimiento a su hija, Adela Gaytán, y ahora compartiendo su legado con el público a través de la exposición «Conozco a una familia del suroeste de Tamaulipas: las Gaytán Reyes. Olleras de Santa Ana de Nahola».
Esta exhibición, que se presenta en el Centro INAH Tamaulipas hasta el 14 de mayo de 2025, muestra el proceso artesanal de la cerámica en la región, una técnica heredada de generación en generación durante más de 3,000 años.
Un viaje al pasado a través de la alfarería de Nahola
La muestra ofrece una mirada íntima a la labor de doña Felipa y su familia mediante fotografías, piezas originales y herramientas tradicionales. Con más de 1.600 imágenes capturadas por el arqueólogo Esteban Ávalos Beltrán, el público puede adentrarse en un mundo poco conocido y lleno de historia.
Estas imágenes reflejan la conexión entre las olleras de Nahola y las técnicas utilizadas en tiempos prehispánicos, similares a las encontradas en sitios arqueológicos como Balcón de Montezuma y El Sabinito.
El proyecto de investigación «Divulgación de la tradición cerámica en el suroeste de Tamaulipas», encabezado por la directora del INAH en el estado, Tonantzin Silva Cárdenas, y el arqueólogo Ávalos Beltrán, busca documentar y preservar este patrimonio a través de publicaciones como «Los invisibles» y exposiciones como la actual.
El meticuloso proceso de creación de las piezas
El proceso de elaboración de estas piezas es completamente manual y depende de los recursos naturales de la sierra y la llanura. La materia prima se recolecta en la época de secas, cuando los hombres de la familia Gaytán Reyes extraen grandes bloques de yeso y arcilla de la tierra.
Mientras el yeso se obtiene en afloramientos a cielo abierto, la arcilla requiere descender 15 metros en un tiro excavado, una labor riesgosa que pone en evidencia el esfuerzo detrás de cada pieza.
Tras triturar y moler ambos materiales, se mezcla el polvo resultante para formar una masa resistente al fuego y los golpes. Luego, doña Felipa y su hija modelan las piezas con técnicas heredadas de sus ancestros: primero crean la base y, con porciones de la mezcla, van construyendo las formas con parches que se suavizan con las yemas de los dedos. Finalmente, pulen la superficie con una piedra de río para darles un acabado liso y brillante.
La cocción se realiza en un fogón cavado en el suelo, donde las piezas se exponen al fuego alimentado por leña de palma y mezotes de huapilla. Al salir del fuego, algunas ollas y comales aún calientes son decorados con motivos florales sencillos dibujados con chapopote.
El riesgo de perder una tradición ancestral
A pesar de la riqueza cultural de la alfarería en Nahola, su futuro es incierto. La migración de los jóvenes a las ciudades, la competencia con la producción industrial y la dificultad para acceder a los materiales naturales amenazan con desaparecer esta tradición.
La exposición en el Centro INAH Tamaulipas no solo es un homenaje a la labor de doña Felipa y su familia, sino también un llamado a la preservación de un oficio que ha resistido el paso del tiempo.
Los visitantes pueden conocer esta exposición de lunes a viernes y descubrir de primera mano la historia de una familia cuya vida gira en torno al barro, el fuego y la memoria de sus ancestros.
Posteriormente, la muestra se trasladará al Museo de la Huasteca en Tampico, donde seguirá visibilizando la importancia de esta tradición.