Washington (DC).- Las 26 economías más pobres del mundo, donde vive alrededor del 40% de la población que sobrevive con menos de 2,15 dólares al día, enfrentan actualmente los niveles de deuda más altos desde 2006. 

Además, se encuentran cada vez más vulnerables a desastres naturales y otras perturbaciones, mientras que la ayuda internacional en relación con su Producto Interno Bruto (PIB) ha caído a su punto más bajo en dos décadas, según un reciente análisis del Banco Mundial.

El informe destaca que las economías más pobres, con ingresos per cápita anuales inferiores a 1.145 dólares, han visto empeorar su situación desde el inicio de la pandemia de COVID-19. Mientras que el mundo ha comenzado a recuperarse, estas economías son ahora más pobres que antes de la pandemia. 

La deuda pública en estas naciones ha alcanzado el 72% del PIB, el nivel más alto en 18 años, y casi la mitad de ellas enfrentan dificultades de endeudamiento o están en riesgo alto de llegar a esta situación.

Ayuda internacional en declive

A pesar de la creciente deuda, la capacidad de estas economías para acceder a financiamiento de bajo costo ha disminuido drásticamente. La asistencia oficial neta para el desarrollo cayó a un mínimo de 7% del PIB en 2022, su punto más bajo en 21 años. 

Este retroceso ha obligado a muchos países a buscar financiamiento en condiciones más duras, lo que agrava aún más sus problemas financieros.

La Asociación Internacional de Fomento (IDA), brazo del Banco Mundial que proporciona préstamos y donaciones a tasas de interés casi nulas a las economías más vulnerables, se ha convertido en la principal fuente de financiamiento para estos países. 

En 2022, la IDA proporcionó casi la mitad de toda la ayuda al desarrollo que estas economías recibieron de organizaciones multilaterales. 

«En un momento en que el mundo parece haberse alejado de los países más pobres, la IDA ha sido su principal salvavidas», declaró Indermit Gill, economista jefe del Banco Mundial. 

Gill subrayó que la IDA ha jugado un papel clave en mantener a flote a estas economías durante los desafíos históricos de los últimos cinco años, pero que para lograr un crecimiento sostenible y cumplir los objetivos de desarrollo, será necesario acelerar la inversión de manera significativa.

El impacto de la pandemia y los desafíos estructurales

La pandemia de COVID-19 fue un golpe significativo para estas economías, haciendo que los déficits fiscales se dispararan. En 2020, el déficit promedio de estas economías alcanzó el 3,4% del PIB. 

Aunque ha habido alguna recuperación, los déficits siguen siendo altos, con un promedio del 2,4% en 2023, muy por encima del promedio de otras economías en desarrollo.

El gasto público en las economías más pobres ha cambiado de prioridades a corto plazo, enfocándose en los salarios de empleados públicos, los pagos de intereses de la deuda y los subsidios, en lugar de en áreas clave como la salud y la educación. 

Esta tendencia ha contribuido a una mayor debilidad estructural, lo que impide el desarrollo a largo plazo de estas naciones.

A pesar de sus abundantes recursos naturales y poblaciones en crecimiento, muchas de estas economías enfrentan desafíos significativos. Dos tercios de ellas están involucradas en conflictos o enfrentan fragilidad institucional, lo que empeora sus perspectivas económicas. 

Además, casi todas dependen de las exportaciones de materias primas, lo que las hace extremadamente vulnerables a las fluctuaciones de los mercados internacionales.

El impacto de los desastres naturales y el cambio climático

Otro factor preocupante es la vulnerabilidad de estas economías a los desastres naturales. Entre 2011 y 2023, los desastres naturales causaron pérdidas anuales promedio del 2% del PIB en estas economías, una cifra cinco veces mayor que la registrada en países de ingresos medianos bajos. 

Los costos de adaptación al cambio climático también son más altos para estas economías, representando el 3.5% de su PIB anual, lo que las coloca en una posición desventajosa para enfrentar los efectos del calentamiento global.

El análisis del Banco Mundial subraya que las economías de bajos ingresos necesitarán un apoyo significativo para aumentar la inversión y mejorar su desempeño económico. 

Aunque hay margen para mejorar la eficiencia fiscal, como ampliar la base impositiva y mejorar la administración pública, también se requiere una mayor cooperación internacional y un apoyo más fuerte a la IDA.

Un futuro incierto pero con oportunidades

A pesar de los desafíos actuales, las economías más pobres del mundo aún tienen un gran potencial para impulsar el crecimiento y mejorar el bienestar de sus poblaciones. 

Sin embargo, para lograr estos objetivos, será fundamental movilizar recursos tanto a nivel interno como internacional y llevar a cabo reformas estructurales que les permitan salir de su estado de vulnerabilidad crónica.

Ayhan Kose, economista jefe adjunto del Banco Mundial, afirmó que «las economías de bajos ingresos pueden y deben hacer más por sí mismas, pero también necesitan una mayor cooperación internacional y apoyo financiero». 

En ese sentido, la IDA seguirá siendo un socio clave en el desarrollo de estas economías, ya que su experiencia y financiamiento asequible ofrecen una vía para mejorar las condiciones de vida en los países más pobres del mundo.