Guayaquil (Ecuador) (AFP) – Cuando le faltaba una semana para salir de la cárcel, el padre de Cristian Vera cayó baleado y apuñalado en un motín dentro del principal complejo penitenciario del puerto ecuatoriano de Guayaquil.
El miércoles el hijo recibió el cuerpo con un tiro en la cabeza, dos en una pierna y una herida de cuchillo en el pecho.
Vera se reserva el nombre de su padre. Tenía 54 años y cumplía una condena por intento de homicidio cuando el martes quedó en medio de la batalla en la cárcel Guayas 1, la prisión de 12 pabellones repartidos entre diferentes bandas del narcotráfico, relata.
El gobierno y la policía rompieron el orden establecido por la mafia y mezclaron a integrantes de los Chone Killers, los Choneros, las Águilas, los Latin Kings, los Lobos o los Tiguerones, que tienen la cárcel como su centro de operaciones.
Estalló entonces un enfrentamiento con disparos y granadas que también involucró a militares y policías. Al menos dos internos murieron, pero familiares temen que sean más ante la falta de noticias sobre el paradero de los suyos.
Más de 2.000 de los casi 7.000 reclusos han sido movidos de pabellón o hacia otras prisiones, según las autoridades para reducir el hacinamiento y hacer mejoras en la infraestructura.
Vera lleva una camiseta con la bandera del orgullo gay. Espera día y noche en una tienda frente a la cárcel. Su novio y dos hermanos también están presos en diferentes pabellones. Asegura que se hicieron miembros de las bandas para sobrevivir.
«Si, digamos, el uno está en el (pabellón) cuatro y el otro está en el seis, ellos se tienen que enfrentar porque a esos los obliga la ley» impuesta por los cabecillas. «Tienen que simular y acatar órdenes», dice a la AFP.
Vega reniega de la decisión gubernamental que convirtió a la Guayas 1 en el escenario de una guerra. «Los llevan a donde está el enemigo» para que se puedan «matar», señala.
El traslado de reclusos enfureció al crimen organizado. Sicarios dispararon y atacaron con explosivos estaciones policiales, gasolineras y centros de salud. Entre la prisión y las calles hubo al menos seis muertos, entre ellos cinco uniformados.
– Carne para el tigre –
Las riñas en las cárceles ya dejan más de 400 fallecidos en Ecuador desde febrero de 2021.
A Vanessa, quien no da su apellido, la invade la angustia por la suerte de su marido, que acaba de cumplir la mitad de sus 10 años de condena por transportar cocaína.
Llegó inmediatamente después de que se enteró del movimiento de presos. Si el padre de sus tres hijos llegara a estar entre los escogidos para cambiar de celda, sería una sentencia de muerte. Llevarlo a otro pabellón es «como llevarle carne a un tigre», sostiene.
Rejas adentro los cabecillas viven fuertemente custodiados con armas largas, que según organizaciones sociales ingresan con el beneplácito de policías corruptos. Las bandas se apropiaron de las prisiones con el dinero del tráfico de drogas interno y hacia el exterior.
Para Luis Córdova, director del centro de investigación sobre conflicto y violencia de la Universidad Central, «el traslado de presos lo que hace es irrigar el problema en las cárceles».
Por el desplazamiento «pueden pesar dos cosas: o se someten a los que tienen hegemonía o va a haber un enfrentamiento», profundiza.
– Todo lo saben –
Ante la creciente violencia, el presidente Guillermo Lasso se declaró en «guerra abierta» contra la mafia.
Impuso el estado de excepción en Guayaquil, capital de Guayas, y en otras dos provincias, además ordenó el toque de queda nocturno en el principal puerto ecuatoriano, de 2,8 millones de habitantes.
Luego de la revuelta del martes, se siguieron escuchando explosiones al interior de Guayas 1. En las afueras, mujeres corren despavoridas entre gritos casi de llanto.
En medio de la confusión, un hombre de gorra se pregunta en voz alta por su sobrino, un albañil de 39 años preso desde hace un mes porque lo detuvieron con heroína, la droga a la que es adicto.
Según cuenta sin revelar su nombre, su familiar le contó por teléfono que «nadie se metía con nadie, que todo estaba en paz». Pero «desde que hubo esta reubicación [de reos], todo se vino abajo».
«No le puedo decir nombres, usted sabe que cogen represalias adentro». Allá los líderes de los pabellones «saben todo lo que está pasando acá afuera», señala.