Nueva York (AFP) – El sueño americano se está haciendo realidad para el venezolano Gustavo Méndez, llegado a Nueva York, santuario de la inmigración, hace dos meses. «Si lo puedes soñar, lo puedes tener», dice a modo de declaración de intenciones en su estado de Whatsapp.
Tras un viaje de 43 días desde su Venezuela natal por la terrible selva del Darién, llegó con lo puesto el 13 de agosto en un bus fletado por el gobernador de Texas, el republicano Greg Abbott, que desde abril ha enviado a miles de solicitantes de asilo a los estados demócratas del noreste en protesta por la política migratoria del presiente Joe Biden.
Cocinero y técnico de televisión de 40 años, encontró trabajo a la semana de llegar. «Quería trabajar en cocina o televisión y vine proyectado para eso», dice a la AFP, exultante en el restaurante de la familia venezolana que le ha acogido en Queens. Desde entonces, no para de viajar por el país con un «food truck» para vender comida en ventos deportivos.
Con un salario que puede oscilar entre los 800 y los 1.200 dólares a la semana -frente a los 600 mensuales que ganaba en su país- y alojamiento gratuito, el venezolano, que ha dejado a sus dos hijos adolescentes en Venezuela, da «gracias a Dios» y a la «receptiva familia» por su nueva vida.
Documentos o trabajo –
Para los miles de solicitantes de asilo que llegan a Estados Unidos con lo puesto, lo más urgente es trabajar, pero no lo pueden hacer legalmente.
«La primera pregunta que me hacen aquí es si sé dónde puedo conseguir un trabajo», dice a la AFP, Jay Alfaro, directora del servicio social de la iglesia de los Santos Apóstoles en Manhattan, que cada día sirve cerca de mil raciones de comida caliente para personas sin recursos. Y que desde mediados de agosto ha visto un «enorme aumento de solicitantes de asilo».
Convertida en un enorme almacén de suministros, la iglesia tiene una de las mayores operaciones de este tipo en el país.
Además de comida, los servicios de la iglesia proporcionan ropa, servicios legales, asesoría para obtener vivienda, asistencia médica y documentos.
La venezolana Naisary Angulo, 29 años, su marido y su hija de tres años, que duermen en uno de los hoteles habilitados por la alcaldía tras 50 días de viaje por medio continente, han empezado a venir en busca de un plato caliente porque su hija rechaza la comida del ‘shelter’, «a base de pan», dice a la AFP.
Más de 17.000 pedidos de asilo han llegado solo desde abril, cuando los estados fronterizos iniciaron la transferencia de solicitantes, en su mayoría venezolanos, aunque también colombianos, nicaragüense o centroamericanos. No todos quieren quedarse en la Gran Manzana.
Estado de emergencia –
«No saben dónde están ni lo que los espera», dijo recientemente el alcalde, Eric Adams, que el 7 de octubre declaró estado de emergencia.
Nueva York es la única ciudad del país que está obligada por ley a proporcionar un techo a quien lo pida, convirtiéndose en un santuario para la inmigración.
A los recién llegados registrados, les ofrece acceso a seguro médico, cursos de inglés y formación, en particular en materia de seguridad (para poder trabajar en la construcción), y escolarización para sus hijos.
El alcalde, que no esconde sus ambiciones presidenciales, ha pedido al gobierno federal que legisle para permitir que los solicitantes de asilo puedan trabajar «ahora y no dentro de seis meses», aunque dada la avalancha actual, los plazos se pueden alargar mucho más.
Gustavo Méndez, por ejemplo, tiene cita con el servicio de migración en 2024.
Albergues desbordados –
Con los albergues de la ciudad -inicialmente para los sin techo-, abarrotados, las autoridades han habilitado una cuarentena de hoteles en Nueva York. La semana pasada empezó a llenar una gigantesca carpa con capacidad para 500 hombres solos erigida la isla de Randall, en medio del East River, entre Queens y Manhattan y estudia alojar a los nuevos llegados en un barco de cruceros.
A ello se suman 5.500 niños escolarizados, según la alcaldía, que necesitan atención especial ya que no hablan una palabra de inglés. Además de la red de voluntarios, muchos padres de alumnos se organizan para comprar ropa para los pequeños que llegan con lo puesto a las frías temperaturas del hemisferio norte a las que no están acostumbrados.
De momento no hay límite de estancia en los albergues. Pero Alfaro no esconde que el verdadero problema para muchas de estas familias llegará cuando tengan que buscar alojamiento en una ciudad con escasez de vivienda y alquileres estratosféricos.
Según un reciente estudio publicado por la cadena CNBC, un trabajador que gana el salario mínimo de 15 dólares/hora, necesitaría trabajar 111 horas semanales para pagar el alquiler de un apartamento con una habitación.
«Nunca hubo acuerdo» –
Con un gasto previsto de 1.000 millones de dólares hasta fines de año, la situación «no es sostenible», se queja Adams, que asegura que «nunca hubo un acuerdo para asumir el trabajo de apoyar a miles de solicitantes de asilo». Además de una reforma migratoria pide que todas las ciudades del país se repartan la carga.
¿Coincidencia? El pasado 13 de octubre, el gobierno de Biden limitó a 24.000 el número de solicitantes de asilo venezolanos al año que pueden entrar al país y rechazar a los que lleguen por la frontera terrestre.
El próximo 8 de noviembre, en las elecciones de medio término, el partido demócrata del presidente Joe Biden se juega la mayoría parlamentaria en el Congreso.
Más de 180.000 migrantes irregulares venezolanos han sido interceptados en la frontera en el año fiscal (del 1 de octubre al 30 de septiembre) que acaba de terminar.