Buenos Aires (AFP) – «Estamos viviendo un momento muy difícil, la gente no llega con el dinero», lanza Raquel Viera, una jubilada devota de San Cayetano, el patrono del pan y del trabajo, venerado en una Argentina donde la inflación golpea bolsillos y genera una nueva pobreza.
Hace 21 años que Viera acude cada 7 de agosto a la capilla ubicada en Liniers, un barrio de clase media baja de Buenos Aires, a la que miles de fieles se acercaron a lo largo del fin de semana para sumarse a la «fiesta del reencuentro» tras dos años de pandemia.
Esta vez la mujer de 62 años viajó desde Campana, 72 km al norte, para «agradecer porque mi nieto Elías consiguió trabajo en una fábrica».
«Es muy difícil comprar cosas. Los precios son increíbles. A mí no me sobra, pero tampoco me falta porque le pongo garra», sostiene.
Cuestión de fe –
«La situación económica en el país no está bien. Pero hay que tener fe y esperar que esto se arregle un poco. Otra no queda», apunta Gladys Martinoli, otra jubilada de 63 años que limpia casas para redondear sus ingresos.
Desde la medianoche del sábado miles de fieles desfilaron frente al santuario con una estampita del santo y una espiga de trigo en mano, muchas veces compradas en los puestos que rodean la capilla.
«La actitud es de agradecer al santo más allá de que la gente no la esté pasando bien económicamente», asegura el padre Daniel Pellizzón, sacerdote del santuario desde 2018.
Al lado de la parroquia funciona un comedor de lunes a viernes para dar de cenar a familias necesitadas. «Ahora vemos gente de clase media baja, te parte el alma. Son esos contextos, como el 2001, en los que ves que hay personas que no son ‘habitués’ de este lugar», afirma el padre Daniel a la AFP.
A diferencia de la grave crisis de 2001, año en que la actividad cayó 4,4%, la desocupación rozó 22% y la pobreza alcanzó 50%; en 2022 la economía argentina crece (7,4% entre enero y mayo respecto de igual lapso del año anterior), el desempleo se ubica en 7% y los sectores más vulnerables reciben importantes ayudas del Estado.
Sin embargo la pobreza llegó a 37% en 2021 y se estima que la próxima medición será de 40%, cuando el gobierno promete cumplir con la reducción del déficit fiscal acordada con el Fondo Monetario Internacional para refinanciar una deuda de 44.000 millones de dólares.
«Lo que vemos cotidianamente en el santuario es que las familias tienen trabajo pero les cuesta llegar a fin de mes por la alta inflación» que los obligó a dejar atrás «pequeños derechos que no eran lujos», explica el cura.
Trabajadores pobres –
«En Argentina está ocurriendo un fenómeno nuevo en materia de pobreza: una proporción grande de trabajadores formales son pobres, porque sus ingresos están debajo del nivel de pobreza y eso tiene que ver con la inflación», advierte el sociólogo y analista político Ricardo Rouvier.
Tras asumir la semana pasada, el propio ministro de Economía, Sergio Massa, definió como «la mayor fábrica de pobres» a la inflación que acumuló 36,2% en el primer semestre y analistas del mercado estiman alcanzará 90% en el año.
Según Rouvier, el salario promedio acumula desde 2015 una pérdida de al menos 40% del poder adquisitivo. «Los precios suben por ascensor mientras los salarios lo hacen por la escalera», dice.
Este fenómeno provoca «una pobreza coyuntural que se puede revertir más o menos rápido», pero que se suma a la estructural, señala.
En su homilía por San Cayetano, el cardenal Mario Poli instó a los argentinos a ser capaces de «actitudes solidarias» en un país donde «el pan que alimenta nuestra vida diariamente se hace más inalcanzable a causa de la inflación asfixiante».
El salario mínimo se ubicó en junio en 45.540 pesos (325 dólares) y una jubilación mínima en 37.525 pesos (268 dólares), ambos por debajo de los 46.525 pesos (332 dólares) que una familia tipo de cuatro integrantes necesitó para no caer en la indigencia y más lejos aún de los 104.217 pesos (744 dólares) estimados para superar el umbral de pobreza.
A 200 metros del santuario de San Cayetano, parte una marcha de 17 km hasta el centro de Buenos Aires, de organizaciones sociales también seguidoras del santo que se hizo popular en Argentina durante la crisis de 1930.
«Solo escuchamos respuestas para los mercados, las petroleras y los que se la llevan en pala (los que tienen mucha ganancia) y no para los sectores populares», denunciaron en un multitudinario acto.