San Salvador (AFP) – Cada vez que cae un aguacero, Blanca y Sandra temen que sus precarias viviendas en El Salvador y Honduras se inunden y sus familias queden sin nada. La historia se repite en gran parte de Centroamérica, y ha empeorado con la crisis climática.
La corrupción, la falta de inversión en infraestructura, la urbanización descontrolada y la pobreza que afecta a un 60% de los 50 millones de habitantes de la región tornan a la población vulnerable a catástrofes naturales crecientemente agresivas.
Centroamérica está expuesta a fenómenos meteorológicos extremos y erupciones de volcanes. Además, durante la temporada ciclónica, de junio a noviembre, la amenaza de inundaciones es constante.
La reciente tormenta tropical Bonnie desató en julio un diluvio sobre San Salvador que inundó la pequeña casa de Blanca Arias, ubicada en una quebrada, así como muchas otras.
Esta mujer de 58 años perdió toda la materia prima que vende para elaborar helado artesanal y su casa quedó «arruinada». «No hay para dónde moverse, no tenemos para dónde irnos», contó.
Para Sandra Ramos, la época lluviosa es de permanente zozobra. Reside en un barrio de extrema pobreza a la orilla del caudaloso río Ulúa, que baña el Valle de Sula, en el norte de Honduras.
En octubre de 2020, con el paso de los huracanes Eta e Iota «se inundó toda la colonia, se perdieron todas las casas, perdimos todo», lamentó la joven de 22 años, que tiene dos hijos pequeños y vive desde entonces en una improvisada choza construida con la ayuda de la agencia estadounidense para el desarrollo internacional (USAID).
Solo en Honduras los daños superaron los 2.000 millones de dólares, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
¿A quiénes golpea más? –
De acuerdo con un reporte de la ONU de mayo, más de 8,4 millones de personas de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua enfrentaron una crisis alimentaria en 2021 por conflictos, choques económicos derivados de la pandemia y condiciones climáticas extremas.
«La pobreza hace que la misma gente busque las zonas más baratas para vivir y esas usualmente son las zonas más vulnerables», dijo a la AFP Ricardo Navarro, presidente de la ONG ecologista Centro Salvadoreño de Tecnología Apropiada (CESTA).
En un informe de 2019, el Banco Mundial advirtió que en esta región con alta vulnerabilidad socioeconómica y ambiental asociada a procesos de desigualdad, pobreza y urbanización no planificada, las amenazas naturales se traducen en desastres con pérdidas humanas y económicas.
Las zonas más expuestas a los ciclones son las costas del mar Caribe y del Pacífico.
Ambientalistas advierten además del peligro de viviendas en zonas de alto riesgo y de nuevas urbanizaciones edificadas sin tomar en cuenta el impacto ambiental.
Para mitigar los efectos «es necesario respetar la naturaleza. Parece una película pero la naturaleza reclama el espacio que los humanos le hemos invadido», dice a la AFP Magdalena Cortez, de la ONG salvadoreña Mesa Permanente para la Gestión de Riesgos.
Eso también se observa en Nicaragua, donde «hubo un tiempo en que los ríos disminuyeron su caudal y la gente construyó en su lecho o muy cerca de los ríos, y lógicamente luego vuelve a su caudal normal», explica por su parte Janett Castillo, de la nicaragüense Mesa Nacional para Gestión de Riesgos (MNGR).
El cambio climático –
Tras el paso de Bonnie, Marta Esperanza, de 58 años y habitante del barrio Nicaragua en San Salvador, perdió camas, un televisor y la computadora de su hijo.
«Ya llevamos varias ocasiones que se nos llena (la casa de agua), la más fuerte ha sido ahora», dijo.
En Honduras, el director de la Asociación de Organizaciones no Gubernamentales (ASONOG), José Ramón Ávila, comenta que la vulnerabilidad heredada del huracán Mitch en 1998 «se ha incrementado» con la «explotación sin control de los bosques».
Mitch fue la peor catástrofe natural que ha afrontado Honduras: el saldo fue de 5.000 muertos.
Ávila atribuye las inundaciones al calentamiento climático porque hay «precipitaciones abundantes en menos tiempo y eso genera una saturación en el suelo» que dificulta una rápida absorción.
Según un informe de 2021 del Banco Interamericano de Desarrollo, entre 1970 y 2019 ocurrieron en Honduras 81 desastres vinculados a tormentas, donde murieron 26.887 personas.
Para mitigar las inundaciones, en Honduras se construyeron muros laterales de tierra y piedra para contener la crecida de los ríos. Pero igual se desbordan con las tormentas.
Sandra recuerda que cuando el huracán Eta azotó el Valle de Sula, ni los muros resistieron. Ahora, cada vez que anuncian tormenta están atentos para desalojar.
Es posible «perder lo poco que hemos conseguido, que se pierdan los animales o hasta la vida, si uno se confía», subraya.
Contó que después del paso del huracán los vecinos regresaron y se instalaron en chozas improvisadas.
En Guatemala, Guido Calderón, de la Convergencia Ciudadana para la Gestión de Riesgo (Cociger), asegura que en Centroamérica también «se han debilitado los sistemas de protección Civil».
Los gobiernos «se dedican a la respuesta rápida y después dejan abandonados a los afectados», lamentó.
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