Yuma (Estados Unidos) (AFP) – Cuando un joven colombiano y su familia llegaron a una abertura en el muro que separa a Estados Unidos de México poco después del amanecer, en vez de atravesar el umbral, esperaron por horas que un oficial fronterizo los interceptara.
La escena se repite a diario en este lugar donde la reja fronteriza está interrumpida, y a donde migrantes de más de 100 países llegan, papeles en mano, diciendo huir de la crisis y violencia en sus naciones.
«No queremos cruzar ilegalmente, queremos pedir asilo», dijo el colombiano de 30 años minutos antes de que la patrulla fronteriza llegara levantando una nube de arena en este seco paraje de Arizona.
Debido al Título 42, la ley que permite expulsar por la pandemia a los inmigrantes en situación irregular detenidos en la frontera de Estados Unidos, quienes buscan asilo desafían el desierto, el río, el muro de hasta nueve metros de altura o las corrientes del Pacífico para pisar suelo local y presentar su caso ante las autoridades.
En 2021, más de 1,73 millones de casos fueron interceptados en la frontera sur por las autoridades, un récord.
El tema centra las discusiones en la Cumbre de las Américas esta semana en Los Ángeles, con la expectativa de alcanzar un acuerdo para atender el flujo migratorio en la región.
Sin embargo, los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela no fueron invitados por Washington. En represalia, tampoco participará Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, país clave en la discusión.
Agua en el desierto –
Con las restricciones y los peligros de la frontera, la abertura en el muro a la altura de Yuma se ha convertido en un improvisado puerto de entrada para miles de personas.
Las autoridades fronterizas analizan caso a caso para definir si califican para presentar su pedido de asilo ante la justicia o si serán expulsados bajo el Título 42.
La escena se repite decenas de veces a diario en la abertura, desde donde de un lado se ven los cultivos de Yuma, conocida por sus lechugas, y del otro, la represa Morelos en la mexicana Algodones, llamada «ciudad molar» por la cantidad de clínicas odontológicas que hay.
La afluencia en este punto es tal que las autoridades mantienen agua potable y bananas para los migrantes que caminan los últimos kilómetros desde la carretera de Algodones bajo temperaturas de casi 40º C y con menos de 20% de humedad. Para muchos, sedientos, llegar a Estados Unidos sabe a agua en el desierto.
Es el sector fronterizo que registró el mayor aumento de migrantes interceptados: más de 400% en lo que va de año comparado con 2021.
La brecha en el muro no es el único factor, afirma el oficial de Aduanas y Control Fronterizo, Fidel Cabrera.
«Estamos muy cerca de dos aeropuertos internacionales en México, en Mexicali y Tijuana (…) Les toma una o dos horas venir en transporte público desde ahí», explica en entrevista con AFP.
«El tipo de migrantes que vemos ahora aquí es diferente al de años atrás». La mayoría tiene recursos para viajar en avión hasta la frontera y no caminando, dice Cabrera, cuyos colegas patrullan día a día los miles de kilómetros de frontera en esta región, incluyendo las dunas que se extienden al oeste y sobre las cuales el muro avanza como una serpiente cobriza.
Las autoridades dan cuenta de otra diferencia: 89% de los más de 140.000 migrantes que llegaron aquí en el último año califica para quedarse y presentar su caso ante la justicia, sea por composición familiar, nacionalidad o riesgo.
«Todos se van» –
No obstante, con miles de personas llegando mensualmente a Yuma, esta ciudad agrícola de casi 100.000 habitantes permanece inalterada, dice su alcalde Douglas Nicholls: «Todos se van a otras comunidades. Cuando son liberados por la patrulla fronteriza tienen que tener una familia a donde llegar. No sé de nadie que se quede aquí por más de un día o dos».
El joven colombiano que llegó junto a su esposa y sus dos hijos pequeños espera que las autoridades le permitan presentar su caso ante la justicia, y reiniciar la vida en Denver, en la región central de Estados Unidos.
Sonriendo tímidamente reconoció estar asustado poco antes de ser abordado por el oficial fronterizo.
«Creo que nadie deja su casa porque quiere», dijo antes de entrar en la patrulla con su familia. «Si uno lo hace es porque le toca».
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