Montevideo (AFP) – La nueva directora del Ballet Nacional del Sodre (BNS) se mueve por los pasillos de las instalaciones, en el centro de Montevideo, como si estuviera en su propia casa. Se detiene a conversar en la boletería, saluda de lejos a los porteros con una sonrisa.
Todos la reconocen: es María Noel Riccetto (40 años), la mejor bailarina de la historia de Uruguay, quien hace poco más de un año -y en este mismo lugar- colgó las zapatillas, en el momento cumbre de su carrera.
Ahora comienza su segunda vida. Fuera de los escenarios, y en una oficina, para liderar una compañía que hoy goza de prestigio mundial.
Los logros de Riccetto son de exportación. Durante años fue solista del American Ballet Theatre de Nueva York y en 2017 obtuvo el Benois de la Danse, el máximo reconocimiento en esa disciplina. También tuvo su momento cinematográfico: fue la doble de la actriz Mila Kunis en la película «El cisne negro».
En su Uruguay natal, donde regresó en 2012 como primera bailarina, su nombre agotaba funciones y su rostro se veía hasta en los autobuses, como una estrella del rock.
Ahora lidera desde el otro lado. «Siempre tuve la camiseta muy puesta. Creo que ponérmela otra vez por el equipo va a estar muy bueno», dice en una entrevista con la AFP.
Vara alta –
María Riccetto se fue de Uruguay para hacer carrera en Estados Unidos cuando era adolescente y volvió a su país para bailar en una compañía completamente renovada.
«Cuando yo me fui, el lugar era una esquina en un agujero. Entonces verlo terminado y poder subirme al escenario fue un privilegio que tuvieron pocos», recuerda.
Bajo un proyecto de más de 10 años a cargo del maestro argentino Julio Bocca, el BNS comenzó a brillar con luz propia. El éxito se consolidó con la dirección del bailarín y coreógrafo español Igor Yebra, que le pasa el mando a la uruguaya.
«Me da mucho orgullo. Ser uruguaya y tener la dirección del ballet (…) Pero la vara está muy alta y a mí me gustan los desafíos. Así que va a estar bueno verme en acción y llevar a cabo un montón de planes y objetivos», dice.
Para entender la revolución del ballet uruguayo solo hay que ver cifras: en 2018, la compañía llegó a su espectador un millón, cuando en 2009 en ocasiones había más bailarines sobre el escenario que gente en el público.
Y en promedio, desde 2010 a 2018, el Ballet Nacional atrajo a más de 100.000 espectadores al año.
Uno de los grandes logros del BNS es su popularidad. Las funciones se agotan en menos de una semana, se invierte en publicidad, los precios son asequibles y sus figuras reconocidas.
«Esa es una de las cosas que el ballet quiere hacer, quiere llegar a todos lados», afirma Riccetto, que se propuso una meta alta: llegar a los 19 departamentos de Uruguay.
«Lo tengo acá, acá», dice tocándose la cabeza. «Ojalá que se dé. Se está trabajando desde ya para eso, sobre todo porque es un año de pandemia y al exterior no vamos a poder salir, entonces enfocarnos en esto me parece que es más positivo y necesario».
«Plan b, c y d» –
Riccetto toma las riendas del BNS cuando miles de teatros en todo el mundo han bajado sus telones ante una pandemia que no cede, con bailarines y artistas en seguro de desempleo, practicando sus pliés a través de clases por Zoom. Lejos de los ojos de sus maestros.
No es el caso de Uruguay, que hasta el momento mantiene los espectáculos en vivo. «Quiero que me juegue a favor el hecho de decir: ‘somos una de las pocas compañías del mundo que está activa'», dice. «Tengo el deseo de que me juegue a favor. El estar recordando continuamente que somos privilegiados».
Pero tiene claro que las cosas pueden cambiar en un solo día, por lo que se prepara con «un plan b, un plan c, un plan d» para hacer un giro y adaptarse. «Creo que la estructura del auditorio nos permite apoyarnos».
Y si la situación cambia, Riccetto hará énfasis en las redes sociales, en crear «contenido nuevo» y «más moderno», como ya venían haciendo en temporadas anteriores. «Eso se mantiene y se mantiene firme», asegura.
Otro de sus desafíos será «mantener la inspiración de los bailarines». No descarta hacer coproducciones con países de la región, como Chile y Argentina, en vez de invertir en producciones costosas que vengan de lejos. «Creo que toda la comunidad artística está viviendo momento de tanta incertidumbre que hay mucha empatía», afirma.