Punta Morales (Costa Rica) (AFP) – A la orilla de un manglar en el Pacífico central de Costa Rica, comienza a tomar forma un enorme velero. Pero no es uno cualquiera. Llevará carga con la fuerza del viento, sin combustibles fósiles.
Cuando su construcción termine, tendrá 45 metros de largo y podrá transportar 350 toneladas de carga, equivalente a nueve contenedores. Algo que, de acuerdo con el fabricante, podría convertirlo en el mayor del mundo. Llevará por nombre Ceiba, como el árbol sagrado de los mayas, el árbol de la vida.
El astillero en la pequeña localidad costera de Punta Morales es una Torre de Babel donde franceses, alemanes, belgas, polacos, y pobladores locales lijan madera, dan forma a las «costillas» de la nave y van fijando con tornillos las piezas de la futura embarcación.
Uno de los trabajadores es Misael Ledesma, un pescador de la comunidad vecina de Costa de Pájaros. «Este barco va a ser a pura vela, sin motor, sin contaminación. Se remonta uno a 300 años atrás», comenta.
Detrás del proyecto está Lynx Guimond, un franco-canadiense aventurero, ebanista, navegante y artista que fundó la empresa Sailcargo, responsable de la embarcación de madera, junto a su esposa Danielle Doggett y su socio costarricense John Porras.
Ceiba es el primer barco desarrollado por Sailcargo, valorado en 4,2 millones de dólares y financiado por inversionistas privados.
-Libre de emisiones-
«Va a ser un velero con tres mástiles bastante grandes para transportar mercancías», comenta Guimond a AFP en el interior de la nave en construcción.
«Este va a ser el velero de carga más grande del mundo cuando esté trabajando. Va a tener motores eléctricos auxiliares, pero su principal forma de propulsión serán las velas. Va a ser libre de emisiones», sostiene.
Guimond cuenta que la empresa comenzó a buscar financiamiento en la plataforma Kickstarter, con contribuciones de 100 dólares o más, aunque con el proyecto avanzado, la inversión mínima es de 10.000 dólares. Ya dispone de cerca de la mitad de los recursos necesarios.
Sailcargo será la administradora del buque, que ofrecerá servicios de transporte de carga de mercancías como café, cacao y otros bienes.
En el centro del velero estará el área de carga, mientras en la parte trasera estará la cabina del capitán y los motores de litio, que se cargarán con generadores eólicos.
En la parte frontal se ubicarán los dormitorios de la tripulación con capacidad para alojar a 24 personas, entre los cuales esperan incluir a inversionistas, académicos y estudiantes universitarios que quieran participar.
Al no depender de combustibles, la única limitación para navegar será el agua potable. Los depósitos del barco permiten estar en alta mar hasta 45 días seguidos.
– Eficiente y rentable –
Datos de la Organización Marítima Internacional (IMO), en un informe de 2014, revelaron que el transporte marítimo fue responsable de la emisión de mil toneladas métricas anuales de dióxido de carbono (CO2) entre 2007 y 2014, cerca de 3,1% del total mundial.
Según la organización Transport & Environment (Transporte y Ambiente), que promueve la reducción de emisiones en el transporte, el sector podría llegar a ser responsable de 10% de las emisiones globales de CO2 si no toma medidas para reducirlas.
Sailcargo quiere probar que es posible hacer transporte de carga eficiente, rentable y libre de emisiones.
El proyecto comenzó de cero. Guimond y su equipo debieron capacitar a los pobladores locales y trabajadores que llegaron del exterior para participar en la iniciativa, incluso tuvieron que desarrollar parte de las herramientas requeridas, según Guimond.
Otros trabajadores llegaron de Europa, atraídos por las noticias del megavelero de carga.
Uno de ellos es Arturo, un joven paisajista polaco que trabaja sin camisa por el calor de Punta Morales.
«En los astilleros de Europa se comenta mucho este proyecto», explica. Ese rumor atrajo a varios hasta Punta Morales.
Guimond, quien se formó como ebanista, llegó muchos años antes a Costa Rica, donde se instaló para esculpir mascarones de proa que enviaba a astilleros de Europa.
Todo ello después de viajar por el mundo como navegante y de trabajar en la fabricación de barcos en astilleros de Países Bajos.
«Me atrajo la cultura, el ambiente, sencillamente me sentí bien aquí», recuerda. «Aquí hacía las esculturas y las mandaba a los astilleros» en Europa y el Caribe.
«Para el Ceiba ya tengo una escultura bonita en mente, siempre es bueno tener una cara femenina que representa el alma del barco, pero también muchos animales y flora. Algo que representa a Costa Rica».