Lima (AFP) – El presidente peruano, Martín Vizcarra, que ha hecho de la lucha contra la corrupción su principal bandera, navegando a contracorriente de la clase política, se salvó este viernes de ser destituido por el Congreso en un juicio político.
Invocando apego a la verdad y transparencia, se labró un perfil que le ayudó a librarse del proceso de destitución que lo tenía contra las cuerdas por inducir a mentir a dos colaboradoras en unas investigaciones del Parlamento y la Fiscalía por unos cuestionados contratos a un cantante.
Su imagen ha quedado mellada y su poder debilitado, pero sobrevivió a la moción de destitución cuando le restan 10 complejos meses al frente del país.
El jefe del Congreso, Manuel Merino, uno de los promotores del proceso, resultó el gran derrotado. Hubo 32 votos a favor de la destitución, 78 en contra y 15 abstenciones. La oposición necesitaba 87 votos de un total de 130.
«No me corro»
Sin partido político ni bancada en un Congreso controlado por una oposición populista, Vizcarra ahora estará obligado a tender puentes y evitar nuevos choques con el Parlamento.
«El presidente va a requerir ajustes en el gabinete, manteniendo a su primer ministro (el general retirado Walter Martos), porque esta crisis ha demostrado lo necesario que es tener a alguien vinculado a las fuerzas armadas en el gabinete», dijo a la AFP en analista político Augusto Álvarez Rodrich.
Se salvó posiblemente gracias al sólido respaldo de la gente de a pie, pues un sondeo de Ipsos mostró que «8 de cada 10 peruanos creen que Martín Vizcarra debe continuar como presidente» a pesar del escándalo desatado por la difusión de unos audios comprometedores, la semana pasada.
«No me corro, no lo he hecho antes y no lo voy a hacer ahora», declaró el mandatario al defenderse este viernes ante el Congreso, negando haber cometido algún delito. Luego se retiró del plenario para dejar a su abogado, Roberto Pereira, hacer su alegato.
En 30 meses de gestión, Vizcarra, de centroderecha, ha tenido cotas de aprobación por encima del 50% impulsado por sus reformas para prevenir la corrupción en un país donde los cuatro anteriores presidentes están salpicados por los aportes y sobornos de la cuestionada constructora brasileña Odebrecht.
«Firmes contra la corrupción»
«Seremos muy firmes en el combate contra la corrupción y contra todas aquellas acciones que estén reñidas por la ley», dijo Vizcarra ante el Congreso al asumir el mando el 23 de marzo de 2018.
Esas palabras serían una suerte de declaración de principios, convertidas en su sostén principal para elegir sus batallas apelando a los «indignados» de la calle.
De 57 años, este ingeniero provinciano sin lazos con la élite limeña asumió para gobernar hasta julio de 2021 de modo de completar el mandato de cinco años del renunciado Pedro Pablo Kuczynski, de quien era vicepresidente.
Sencillo y meticuloso
«Es mucho más cuidadoso en la administración de su imagen» y «mucho más ubicado políticamente», dice a la AFP el analista Fernando Tuesta, al compararlo con Kuczynski.
Quienes lo conocen resaltan de Vizcarra su sencillez y aseguran que es un meticuloso gestor, cuidadoso con el gasto público y un convencido de que el desarrollo empieza por la educación.
Casado con Maribel Díaz, una maestra de escuela, la pareja tiene cuatro hijos.
«Sensibilidad social»
En 2008 lideró en Moquegua (sur) una protesta durante diez días contra la minera Southern, en demanda de una mejor distribución de los fondos sociales que genera la minería para esa región marcada por las desigualdades.
Aquello sacó del anonimato a este egresado de la Universidad Nacional de Ingeniería, en Lima, que se ganaba la vida con su empresa constructora.
Tres años después incursiona en política y es elegido gobernador de Moquegua (2011-2014). Uno de sus principales logros fue convertirla en una de las regiones con mayor inversión del PIB en educación.
En 2016, Kuczynski lo invitó a ser candidato a la primera vicepresidencia para atraer el voto del sur peruano.
Nació en Lima el 22 de marzo de 1963 luego de una emergencia médica de su madre, pero creció en Moquegua. Sus padres lo nombraron en honor al santo peruano Martín de Porres, a quien lo encomendaron cuando casi muere por una complicación pulmonar al poco tiempo de nacer.
Aprendió de política viendo a su padre, alcalde de la ciudad de Moquegua por el APRA, el partido del expresidente Alan García.
Según evoca en un reportaje del semanario Somos publicado en 2016, cuando tenía 18 años un allegado le dijo, para estimularlo en los estudios, que lo normal era que los hijos superen a los padres y que en su caso sólo podría superar a su progenitor siendo presidente de Perú.
El espigado político de 1,90 metros y de semblante delgado y casi siempre sonriente, también ha destacado en los deportes. A los 38 años, fue campeón nacional de frontón en la categoría senior. Aún conserva su vieja paleta de madera con la que jugaba.