Santiago (AFP) – Sin trabajo ni posibilidades de encontrar algo pronto para sobrevivir, cientos de venezolanos se agolpan con colchones y carpas en las puertas de la embajada de Venezuela en Chile para suplicar un vuelo humanitario que los lleve de Santiago a Caracas.
El último vuelo fletado por el gobierno de Venezuela salió el viernes pasado con unos 200 pasajeros, confirmaron a la AFP dos migrantes que estuvieron una semana esperando en un albergue de la capital chilena. Según fuentes de la embajada, era el noveno viaje de este tipo en poco más de un mes.
Pero los casos de coronavirus se dispararon en la última semana, obligando a las autoridades chilenas a imponer una cuarentena más drástica en todo Santiago desde este viernes, cuando Chile suma más de 37.000 infectados y 368 muertos.
La cuarentena obligatoria conlleva el cierre de pequeñas empresas, negocios y paraliza la actividad productiva de zonas muy pobladas de la capital, donde vive un gran número de inmigrantes.
«Todos se vino abajo, como decimos nosotros; fue por la pandemia que empezaron a cerrar negocios, empezaron a cerrar empresas y, en vista de que no estaba funcionando, empezaron a botar personal y nos quedamos sin empleo», dijo a la AFP Belki Ramírez, una de las más de 300 personas que están durmiendo en la calle.
Los venezolanos forman la mayor colonia de migrantes en Chile, con cerca de 400.000 personas. Comenzaron a llegar en masa al país a partir de 2014, atraídos por la economía y la estabilidad política del país.
Un gran número de quienes buscan regresar de emergencia llegaron en los dos últimos años al país.
En Santiago «es una situación bien complicada, porque no tienen fecha de vuelo, pero hay otros países que han dado respuesta como en Perú, Bolivia y aquí no», dijo Guarequena Gutiérrez, representante en Chile del líder opositor venezolano Juan Guaidó.
Según Gutiérrez, grupos de venezolanos que también están pidiendo vuelos humanitarios en Colombia, Perú y Bolivia sí han recibido respuesta de vuelos para repatriarlos.
«De verdad que vivir en estas condiciones es muy fuerte», lamentó Alejandro Estimaure, un inmigrante sin trabajo de 35 años.
Y aunque Venezuela esté sufriendo su peor crisis social y económica, «allá pienso que vamos a estar mejor, porque acá estamos en la calle, no tenemos nada, no tenemos trabajo, en cambio allá, con lo poquito que podamos trabajar, tenemos un techo seguro, estamos con la familia y no nos va a sacar nadie de nuestra casa», dijo María Rojo, otra joven inmigrante de 29 años.