Santiago (AFP) – Feligreses en Chile encontraron una fórmula para seguir confesándose o recibir la comunión durante la pandemia: hacen filas dentro de sus autos hasta que llega su turno de ser atendidos por un sacerdote, algunos bajan y se arrodillan como manda el ritual pero ahora en la calle.
Todos los días, en la mañana y en la tarde, una fila de automóviles se estacionan en las afueras de la capilla del colegio San Francisco de Asís, en la comuna de Las Condes, una de las más ricas de Santiago.
Cuando llega su turno, los fieles se bajan del automóvil y se acercan hasta los sacerdotes que los esperan sentados, vestidos con sotana y cubiertos con una mascarilla, afuera de la capilla que permanece cerrada.
Algunos se arrodillan para recibir la comunión tras confesarse con uno de los dos sacerdotes que se alternan para recibir a los devotos, quienes también portan mascarillas para protegerse del coronavirus, que en Chile sumaba el martes 22.016 contagiados y 275 fallecidos.
A partir de la segunda semana de marzo rigen en Chile medidas de emergencia por la pandemia que obligaron a cerrar el gran comercio, suspender clases y prohibir las reuniones de más de 50 personas. Adicionalmente, fueron decretadas cuarentenas en algunas comunas de Santiago y otras regiones del país.
Pastores evangélicos pasaron por alto la suspensión de las actividades por la pandemia y realizaron cultos en el interior de sus templos, en comunas más populares de la capital chilena, por lo que fueron sancionados por la autoridades.
La Iglesia católica ostentó por años altísimos niveles de adhesión en Chile, pero sonados casos de pederastia en el seno de la cúpula local fueron mermando sus niveles de apoyo entre la sociedad.
Los tribunales chilenos investigan desde hace dos años a 219 personas presuntamente implicadas en casos de abuso sexual en la Iglesia católica, con 241 víctimas, de las cuales 123 eran menores de edad al momento de ser abusadas.