Sao Paulo (AFP) – Distribución de alimentos y de ayudas económicas, limpieza de calles, confección de máscaras, explicación sobre la gravedad de la amenaza: ante la ausencia estatal, habitantes de varias favelas brasileñas buscan enfrentar con iniciativas propias la embestida del nuevo coronavirus.
«Debemos tener nuestras propias políticas públicas y crear alternativas debido a la ausencia del gobierno», dice Gilson Rodrigues, líder vecinal de Paraisópolis, la segunda mayor favela de São Paulo.
Con sus calles estrechas, callejones claustrofóbicos, construcciones de desnudos ladrillos rojos que se superponen en un intrincado equilibrio y enjambres de cables, Paraisópolis alberga a más de 100.000 personas al margen de Morumbí, uno de los barrios más ricos de la capital económica de Brasil.
Para muchos habitantes, el coronavirus es «una enfermedad de ricos, de quien viaja afuera», por lo cual «es muy difícil conseguir que la gente se quede en casa», explica Rodrigues.
Su afirmación es fácil de comprobar a simple vista. Casi nadie usa máscaras, el tránsito es constante y muchos comercios, incluso los no esenciales, están abiertos.
«Uno ve en la televisión que muere gente, pero yo no tengo miedo», dice Viviane de Lima, de 30 años, que vive con su marido, su suegra y seis de sus siete hijas en un apartamento de dos cuartos en un complejo de edificios favela arriba.
La suegra, de 63 años, ocupa un cuarto, las tres hijas adolescentes otro y la pareja duerme en la sala con las tres menores.
Quedarse en casa y mantener distanciamiento social en esas condiciones es un desafío logístico y económico. «Mi marido quiere quedarse en casa, pero tiene que trabajar», dice Viviane, apurruñada en el sofá junto a cuatro de sus pequeñas.
La familia De Lima es afortunada: además del salario que el marido aún mantiene como mecánico, dispone de alcohol en gel y agua, «un lujo» para muchos de sus vecinos, dice Rodrigues.
En la zona, donde muchos eran trabajadores informales o empleadas domésticas, el desempleo se disparó.
La Unión de Vecinos de Paraisópolis canaliza donaciones de personas físicas y algunas pocas empresas e impulsa una campaña en la plataforma www.esolidar.com para financiar su plan de acción.
El programa de diez puntos incluye redistribución de renta para desempleados, entrega de cestas de alimentos y almuerzos diarios, compra de equipos de protección y contratación de ambulancia y personal médico.
Una línea de producción cocina más de 2.000 almuerzos por día en un galpón donde funcionaba un centro de actividades para la tercera edad.
Otra confecciona miles de máscaras. Al lado, tres ambulancias aguardan para atender llamados de la comunidad. En el piso superior, se imparten entrenamientos de primeros auxilios. Todo contemplado en este programa diseñado por la Unión de Vecinos.
Gilson Rodrigues afirma que Paraisópolis, a veinte minutos de automóvil de la unidad de cuidados intensivos más cercana y con nueve muertes sospechosas por COVID-19, se está preparando «para el peor escenario».
«Quiero proteger»
En Santa Marta, una de las favelas de Rio de Janeiro, también surgieron iniciativas para enfrentar al coronavirus entre sus 4.000 habitantes.
«El coronavirus es un problema más para la favela, aquí morimos de balas perdidas y problemas sanitarios», dice Thiago Firmino, un guía de turismo de 39 años, que voluntariamente desinfecta las estrechas calles de la comunidad enclavada en la zona sur, la más rica de la ciudad.
Vestido con un mono de protección blanco, guantes amarillos y una máscara antigás, Firmino recorre estos recovecos con un pulverizador en mano.
«La favela tiene que combatir porque si espera al gobierno, nunca va a llegar», lamenta este joven que, junto a su hermano, recauda recursos para que sus acción llegue a Santa Marta y otras comunidades.
Brasil registró unos 50.000 infectados y más de 3.300 muertos de coronavirus. Un 40% de los decesos ocurrieron en Sao Paulo y un 16% en Rio, los dos estados más golpeados por la pandemia.
Médicos y especialistas temen que una ola de casos en las comunidades más vulnerables desborde la capacidad del sistema público de salud, como ya ocurre en algunos hospitales de Sao Paulo y otras ciudades.
Gilson Rodrigues se dice «muy preocupado» por la situación en Paraisópolis y otras favelas, dónde cree que el impacto será mayor que en barrios más nobles, debido a que «el coronavirus evidencia la situación de las favelas de Brasil, que es de abandono y de ausencia del Estado».