Buenos Aires (AFP) – La pasión por el teatro en Argentina es más fuerte que el coronavirus y centenares de miles de personas confinadas, cada fin de semana, convierten sus casas en plateas íntimas para ver funciones virtuales.
Cuentan los teatristas que a veces las butacas caseras están en provincias o a miles de kilómetros, en París, Londres, Madrid o Barcelona, tan lejos y tan cerca de las queridas salas teatrales, por ahora tristemente cerradas a causa del aislamiento obligatorio por la pandemia.
En todos los casos son puestas filmadas y rescatadas de los archivos, con alta factura técnica que atrae a los espectadores pese a la fuerte competencia de hecho en cada pantalla que representan las películas de los gigantes del streaming, más de moda que nunca desde que empezó el encierro sanitario.
¿Es teatro o no?
«Nos estamos reinventando. El amor al teatro sigue», apunta a la AFP el productor Jon Goransky.
Con sólo 37 años, Goransky ha producido más de 40 obras en los complejos La Plaza y Metropolitan, bastiones del arte escénico en Buenos Aires.
Más de un millón de espectadores vieron en laplazaonline.com.ar «Los vecinos de arriba», del laureado catalán Cesc Gay. «¡Es un número inaudito!», pondera Goransky. Equivale a tres años a sala llena.
«No nos rendimos. ¿Es teatro cuando no hay artistas en vivo? Lo seguro es la gente ávida de consumos culturales», teoriza.
Otros 640.000 amantes teatreros vieron los monólogos de humor de «(+) Canchero» y la comedia dramática «Filosofía de vida», del mexicano Juan Villoro, protagonizada por el ya fallecido Alfredo Alcón, figura cumbre de las tablas.
«Fue mágico el encuentro en ‘El camarín virtual’ de Villoro con el director, Javier Daulte», ex director del Teatro Villarroel de Barcelona, comenta el productor.
«Que la llama siga viva»
«Por primera vez en la historia de la humanidad no hay ningún teatro abierto en el mundo», reflexiona Sebastián Blutrach (50 años), director del teatro El Picadero, instalado en un pintoresco pasaje en la frontera del ‘On Corrientes’, la avenida luminosa que nunca dormía y ahora luce desolada como un oscuro desierto.
«Vendemos boletos a futuro a gente que quiera volver al teatro cuando pase este desastre», sostiene Blutrach a la AFP.
Mientras tanto hay vida en redes sociales. «Excelente! Que lindo ver teatro», escribe (IG/@marcelapmaldonado).
Otro posteo agradece: «Muy buena iniciativa para llevar mejor la cuarentena!» (FB/Paola Vales). Y uno en verso: «Ir al teatro en pijama, un domingo a la mañana!» (IG/@verofotosok).
«Que la llama siga viva. Hay que sobrevivir», cuenta a la AFP Maxime Seugé, un francés suelto en Buenos Aires. O no tan suelto, porque es el productor de Timbre 4, legendaria sala del ‘Off Corrientes’, lejos del centro.
El teatro fundado por el multipremiado actor, autor y director Claudio Tolcachir le ganó otra batalla al coronavirus. «Llevamos 200.000 visualizaciones» en línea en www.timbre4.com, relata con acento parisino Seugé, ex analista financiero de 43 años que entró al mundo del teatro de la mano de su esposa, la actriz argentina Tamara Kiper.
«Hasta levantar el telón»
En el centro, a pasos del emblemático Obelisco y la sala lírica del Teatro Colón, el señorial Teatro Nacional Cervantes logró 200.000 visualizaciones de sus obras en un solo fin de semana en el portal de YouTube.
«El teatro es irremplazable. Pero hoy la tecnología nos da esta herramienta. Hasta que volvamos a levantar el telón, será la manera de estar con la gente», promete a la AFP su director, el educador Rubén D’Audia, de 53 años.
La oferta teatral en línea es gratuita. Al final de las funciones se puede hacer una donación a la Cruz Roja. O contribuir ‘a la gorra’ (a voluntad) para sostener salas pequeñas. Por amor al arte.