México (AFP) – Durante días Ana Lilia González, una obrera mexicana conocida por su gran disciplina, quiso creer que padecía «solo una gripa» cuando era coronavirus. Cuando finalmente decidió ir a la enfermería de la empresa desdeñaron sus síntomas, obligándola a trabajar con fiebre entre filas de compañeros.
Su nombre se sumó el pasado martes a la creciente lista de muertes por COVID-19 de obreros de maquiladoras, algunas estadounidenses, en la fronteriza Ciudad Juárez (Chihuahua, norte).
«Ella estaba bien hace unos 15 días. En la enfermería no la quisieron regresar hasta que de plano ya estaba muy mal ¡Qué coraje!», comenta a la AFP por teléfono una de sus compañeras, aislada desde hace casi una semana con tos y pérdida de olfato y gusto, que prefiere no decir su nombre por temor a ser estigmatizada.
Ella, de 24 años, y Ana Lilia, de unos 45, estuvieron recientemente en una boda.
Syncreon, la maquiladora mexicana donde ambas reparaban cajeros automáticos usados de Estados Unidos, es una de las empresas no esenciales para la vida del país que debía suspender labores el 30 de marzo, según un decreto presidencial.
– Miles trabajando –
Pero miles de obreros del vital sector manufacturero siguen operando en fábricas de la frontera con Estados Unidos, de más de 3.000 km, convirtiendo a naves industriales en focos de contagio, mientras otros países cerraron fronteras y ordenaron cuarentenas para mitigar la propagación del nuevo coronavirus.
Sólo en Ciudad Juárez, de las 160 maquiladoras más grandes, que emplean a 300.000 personas, casi una treintena de giros no esenciales continuaban abiertos el viernes pasado, dijo la secretaria del Trabajo de Chihuahua, Ana Luisa Herrera.
Al menos 13 obreros de factorías de Ciudad Juárez han muerto por COVID-19, según la secretaría de salud de Chihuahua.
Herrera aseguró que ha denunciado a 30 empresas ante el gobierno federal por no cumplir con el decreto y que realiza operativos constantemente, pero solo cuenta con 18 inspectores.
El subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, advirtió que «los estados del norte van a ser los más afectados por la epidemia», entre otras razones, porque «algunas empresas siguieron operando» pese a las restricciones. En México suman 8.261 los casos confirmados y 686 los fallecimientos.
«Hemos tenido conocimiento de la hospitalización de algunos de nuestros colaboradores de nuestras operaciones en Ciudad Juárez y el lamentable deceso de varios de ellos», reconoció la estadounidense Lear Corporation, que produce asientos para la industria automotriz, en un aviso de prensa el 11 de abril.
Susana Prieto, abogada y defensora de los derechos laborales en Ciudad Juárez, asegura que las empresas engañaron a empleados diciéndoles que podían seguir funcionando legalmente.
«A los dueños del capital no les interesa la vida de sus obreros, saben que siempre vienen más generaciones de mano de obra barata», comentó a la AFP.
– «El enemigo es el virus» –
Esta semana obreros de varias firmas protestaron para que se les permita resguardarse, forzando el cierre temporal de Syncreon.
Los empresarios se defienden. «Se está culpando a la industria cuando aquí el enemigo es el virus, no la industria», declaró a la AFP Pedro Chavira, representante en Ciudad Juárez del Consejo Nacional de la Industria Maquiladora.
Chavira estima que «en corto tiempo van a cerrar todas» las maquiladoras, incluso las esenciales, «por la sicosis que se ha creado y el nerviosismo en los empleados (que) simplemente no quieren trabajar».
El directivo, que se negó a hablar del caso de Syncreon, aseguró que la mayoría de las empresas que siguen operando han tomado medidas para mitigar la propagación, como la desinfección de instalaciones, distribución de tapabocas y gel antibacterial, chequeos de temperatura e incluso la disminución de la velocidad de líneas de producción para reducir el número de empleados por áreas.
Pero en Syncreon -que no ha respondido las solicitudes de información de AFP- la realidad ha sido otra, aseguró Alexis Flores, de 22 años, un técnico que prueba los cajeros reparados, despedido de forma verbal por participar en manifestaciones.
«Hasta esta semana nos dieron cubrebocas a los que les teníamos que coser nosotros los hilos (elásticos), las checadas de temperaturas nunca se hicieron, y yo no creo que hayan sanitizado, yo miro todo muy sucio», dice a la AFP Flores, quien teme contagiarse y contagiar a su padre hipertenso.
Alexis asegura que al menos cinco de sus compañeros han fallecido con síntomas de COVID-19, la mayoría gente menor de 50 años, como Ana Lilia, quien ganaba 7,5 dólares diarios.
«Ella era de gran corazón, muy chambeadora (trabajadora)», dice su compañera indignada también con el sistema de salud pública porque, según le contó un familiar de Ana Lilia, le entregaron el cadáver aún intubado.