México (AFP) – Descorazonado, con el rostro cubierto por un cubrebocas y el acordeón ocioso sobre los muslos, un veterano mariachi revisa su celular en la Plaza Garibaldi. En pleno centro de Ciudad de México, el coronavirus deja sin trabajo a estos célebres músicos callejeros.
La plaza, un hito turístico de la capital mexicana, luce casi desierta, una estampa inusual en este lugar adonde millares de visitantes llegan ansiosos de cantar y gritar los clásicos «¡ayayai!» que estos músicos han hecho famosos en el mundo entero.
Con guitarras y trompetas caídas, hacen lo mejor posible para mantener el ánimo festivo, sin dar notas falsas pero con el entusiasmo mellado por las circunstancias.
El temor al COVID-19 ya ha hecho huir a muchos de sus visitantes, reduciéndolos a menos de la mitad, y amenaza seriamente el medio de vida de estos artistas, cuyo nombre es una deformación de la palabra francesa «mariage» (matrimonio), acuñada durante la intervención francesa de mediados del siglo XIX.
Estamos «preocupados y alarmados, sobre todo por tantos rumores que hay de que van a cerrar bares, restaurantes, hoteles», dice Julio López, 44 años, integrante del Mariachi Real de Colima, cuyo ojo experimentando calcula que la caída de visitantes ronda el 70%.
El grupo de López ya perdió al menos dos eventos este fin de semana por cancelaciones de clientes temerosos del virus.
A pocos metros, un trío de música norteña, de guitarra, contrabajo y redoblante, toca una melodía alegre que solo bailan un padre con su hija, observados por el mesero de uno de los bares que rodean la plaza y que, a falta de clientes que atender, se distrae con el espectáculo.
– «El virus está en otra parte» –
Sin nadie que pida sus servicios, los mariachis llevan las guitarras enfundadas y al hombro mientras conversan entre ellos con gesto de preocupación.
Una de las pocas mesas animadas es la de un grupo de veinteañeros franceses que beben cerveza y cantan «Cielito Lindo» acompañados por uno de los pocos grupos musicales que tienen la suerte de trabajar en esta noche cálida.
«No he visto a nadie con máscara por aquí. Me siento bastante protegido y tengo la impresión de que el virus está en otra parte. Pero, bueno … también llegará aquí y hay que tomar precauciones», dice Bastien Balarotto, un diseñador web de 26 años que viene de París.
En contraste con las alertas de distanciamiento social y hasta de reclusión forzosa que se han dictado en otros países del mundo, en México, los pocos visitantes de Garibaldi, aún se dan el lujo de beber alrededor de una mesa, aplaudir y tomarse fotos sin que la autoridad los restrinja.
«Tampoco hay que tener mucho miedo. Dios dirá por qué pasan las cosas y tenemos mucha fe», dice Perla Guzmán, una cantante de 37 años, cuya voz tampoco se deja escuchar en esta floja noche mexicana.
Hasta el momento, México registra 203 casos de infección con covid-19 y dos personas fallecidas.