Marfa (Estados Unidos) (AFP) – Agentes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos detectan un destello de color en un empinado cañón y luego identifican a un hombre con un gorro negro recostado en una roca.
Se trata de un guatemalteco que integraba un grupo de indocumentados que cruzó ilegalmente el Río Grande, que separa a México de Estados Unidos.
Dejado atrás por el grupo tras lesionarse la rodilla, el hombre permaneció durante tres días en un desolado barranco del Cañón de San Rosendo, en el oeste de Texas, hasta que los agentes de la Patrulla Fronteriza lo encontraron.
Operando en un terreno inhóspito y remoto a varios kilómetros de cualquier parte, los agentes son la primera línea en la ofensiva del gobierno de Donald Trump contra la migración ilegal hacia Estados Unidos.
Periodistas de la AFP acompañaron a una patrulla durante tres días en Texas, documentando la rutina de los agentes encargados de resguardar la frontera en medio de la creciente controversia por la política migratoria de Trump.
«Si nosotros hubiéramos nacido en otra parte, haríamos lo mismo», dijo Thaddeus Cleveland, el agente a cargo de la estación de la Patrulla Fronteriza en Sanderson, Texas.
– Técnica y tecnología –
La función que cumplen estos agentes es compleja: una mezcla de policías, rastreadores y rescatistas.
«El agente tiene que ser un atleta», dijo el oficial de operaciones Arian Carrera, de 35 años.
En el sector Big Bend de Texas, los agentes son responsables de monitorear centenares de kilómetros de territorio, incluyendo 830 km del Río Grande, bordeado de peligrosos cañones y áridos desiertos donde las operaciones para rastrear y detener migrantes pueden demandar días.
Los agentes pueden desplazarse a pie, a caballo o en camionetas, y cuentan con equipos de visión nocturna, sensores de movimiento, cámaras y perros entrenados para detectar drogas. No obstante, muchas veces se necesita más técnica que tecnología para realizar un arresto.
«Buscamos huellas, y como no hay tierra, buscamos rocas fuera de lugar, arbustos y cosas de ese tipo rotas, que nos indican que alguien pasó por la zona», señaló Cleveland, al describir las técnicas de rastreo que utilizan los agentes.
– Disminución –
Sus adversarios son los traficantes que guían a los migrantes a cambio de miles de dólares, y que emplean exploradores que se posan del lado mexicano del Río Grande (Río Bravo para los mexicanos) para observar sus movimientos.
El año pasado, unos 500 agentes de la Patrulla Fronteriza detuvieron a 1.624 personas en el sector de Big Bend.
Esa cifra es una pequeña parte del casi millón de migrantes indocumentados aprehendidos entre octubre de 2018 y fines de septiembre de 2019, la mayoría de ellos del triángulo norte de Centroamérica -Guatemala, El Salvador y Honduras- que huyen de la pobreza y la violencia en busca de asilo en Estados Unidos.
Trump, que llegó al gobierno tras una campaña en la que prometió acabar con la inmigración ilegal, ha presionado a México para que despliegue tropas en su frontera con Centroamérica para detener a los migrantes.
Las medidas surtieron efecto, pues en septiembre se arrestaron 52.000 migrantes, una cifra significativamente más baja que en meses previos.
– Salvando vidas –
Las autoridades migratorias de Estados Unidos han sido acusadas de violar los derechos humanos de los migrantes tras políticas -ahora suspendidas- de separar a los menores de sus padres, así como terribles condiciones en algunas instalaciones de detención de la Patrulla Fronteriza que se vieron desbordadas el año pasado.
Los agentes dicen que solo cumplen con la ley y que también salvan vidas.
«Cuando escuchamos que nuestros agentes son vilipendiados por el trabajo que hacen, realmente no saben de qué están hablando», dijo Matthew Hudak, jefe de la Patrulla Fronteriza en el sector de Big Bend.
Los traficantes de migrantes, conocidos como coyotes, que cobran entre 5.000 y 10.000 dólares por persona para cruzarla a Estados Unidos, a menudo tienen poca consideración con sus clientes.
«El contrabando humano (…) solo se trata de dinero y no les importa nada de los individuos que cruzan» por la frontera, consideró Derek Boyle, comandante de la Patrulla Fronteriza de Presidio.
Muchas veces el trabajo de patrullaje se transforma en «una situación de salvar vidas, en la que de hecho los rescatamos de las montañas, los rescatamos de barrancos, los rescatamos de ríos», agregó.
La historia del migrante guatemalteco del principio terminará con su deportación, señaló Carrera. Una semana después de ser hospitalizado y operado de la rodilla, estaba bajo custodia de las autoridades estadounidenses que lo enviarán de regreso a Guatemala.