Río de Janeiro (AFP) – En 1500, cuando llegaron los portugueses, había tres millones de nativos en lo que hoy es el territorio de Brasil. En 1825 quedaban 360.000 (9% de la población) y en 1957 apenas 70.000 (0,10% de la población), según proyecciones de la Funai (Fundación Nacional del Indio, un organismo oficial).
En las últimas décadas, hubo un repunte: el censo de 2010 registró 896.917 indígenas, un 0,47% de la población, de acuerdo con el instituto nacional de estadísticas IBGE.
La mayoría (517.783) vivía en alguna en las 505 tierras indígenas (TI) oficialmente reconocidas hasta ese momento, principalmente en el norte y el nordeste del país.
Esos números encubren realidades extremadamente variadas: el censo de 2010 contabilizó 305 etnias que hablan 274 lenguas. Y registró que un 17,5% de los indígenas no habla portugués.
Entre las etnias más numerosas figuran los tikuna (46.045 miembros) y los guaraní kaiowá (43.401).
El proceso de reconocimiento de tierras indígenas empezó en la década del 80, en el marco de un proceso de integración nacional y de reparación histórica.
En 2010, ocupaban 1,06 millones de km2, un 12,5% de la superficie de Brasil. Apenas seis tenían más de 10.000 habitantes indígenas.
En decenas de tierras indígenas hay una presencia de otras comunidades.
La Alianza de los Pueblos de la Floresta, creada en los años 80 por el extractor de caucho y líder ambientalista Chico Mendes (asesinado en 1988) buscó unirlas, en la defensa de una explotación sustentable de la región.
Esa Alianza busca ser recreada ahora por el cacique kayapó Raoni, para resistir a los proyectos de apertura de las tierras indígenas a la explotación minera y agropecuaria impulsados por el presidente Jair Bolsonaro desde su llegada al poder hace un año.
El exmilitar de ultraderecha comparó las tierras indígenas a «zoológicos» que condenan a las poblaciones originarias al atraso. Acusa además a las oenegés internacionales de actuar al servicio de otros países que pretenden apoderarse de las riquezas naturales de la Amazonía.
«No se puede usar esa situación de los indígenas para demarcar esa enormidad de tierras que podrían convertirse en nuevos países. ¿Se justifica, por ejemplo, la reserva yanomami, dos veces mayor que el estado de Rio de Janeiro, para a lo sumo unos 9.000 indígenas? Eso no se justifica”, declaró Bolsonaro a fines de noviembre de 2018.