Coroico (Bolivia) (AFP) – A los cocaleros de Los Yungas, región en el oeste de Bolivia, más que el cambio de presidente les preocupa que baje el precio de la coca, para ellos su «hoja sagrada», y advierten que «habrá guerra» si les reducen las hectáreas legales para cultivar.
La «coquita», como la llaman, es lo único que crece en Cruz Loma, una localidad en Coroico, en el norte del departamento de La Paz, a unos 1.700 metros sobre el nivel del mar.
«Ya no hay cítricos, ni café, ni nada», describe Gladys al mostrar su «cato», una parcela de unos 1.600 metros cuadrados, distribuida en terrazas y laderas abruptas, donde ella y su familia cultivan la coca.
El verde casi fluorescente de la planta milenaria sobresale entre la vegetación exuberante de esta zona del subtrópico andino, húmeda y con precipitaciones abundantes.
«No pueden rebajar el precio, sino morimos», explica esta mujer de 38 años.
– «Apenas nos da» –
Bolivia es el tercer productor de coca en el mundo, después de Colombia y Perú. La planta milenaria es materia prima para la fabricación de cocaína, pero desde tiempos precoloniales es utilizada por los indígenas para el mascado, la infusión y rituales religiosos.
También hay una industria de productos cosméticos y medicinales a base de esta planta.
Para los yungas, como se conoce a los habitantes del lugar, el cultivo de la coca se traslada de generación a generación. Gladys es hija y nieta de cocaleros. Su marido y sus cuatro hijos también lo son. Con la venta de las hojas de coca obtiene unos 2.000 bolivianos (unos 280 dólares) al mes, para toda su familia.
Su tía Eudora se queja: «Apenas nos da, con eso estudian nuestros niños».
En Cruz Loma, el pueblo de 2.000 habitantes donde viven los yungas, hay una escuela primaria y secundaria, donde acuden los niños y adolescentes, cuando no están plantando, cultivando, recolectando o secando hojas al sol.
El trabajo es arduo y los yungas cobran 1.500 bolivianos (unos 200 dólares) por aproximadamente 22 kg de estas hojas.
– «Habrá guerra» –
Desde fines de los ochenta, Bolivia se ha comprometido a erradicar sus cultivos de coca.
Según un informe de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), la superficie cultivada en Bolivia se redujo en un 6% entre 2017 y 2018: de 24.500 a 23.100 hectáreas. Pero la cantidad sigue siendo mayor de la que expertos determinan como necesaria para el consumo legal.
El cocalero Luis Prudencial advierte que «habrá guerra» si el gobierno transitorio de Jeanine Añez, o el que resulte vencedor de las próximas elecciones, decide retirarles «aunque sea un pedacito» de su tierra.
«No lo vamos a dejar», advierte. Si el «gobierno actúa mal, lo sacan», añade.
Desde hace años, muchos campesinos de la zona burlan la normativa al plantar en lugares no permitidos. Gladys señala una vasta mancha verde brillante «ilegal» debajo de la ladera. «Todo el mundo sabe dónde está», anuncia.
– «Evo es corrupto» –
Gladys y su familia viven en una precaria casa que recibieron como parte del programa «Bolivia cambia, Evo cumple».
Pero al igual que la mayoría de los yungas, celebra que Evo Morales haya renunciado a la presidencia del país el 10 de noviembre. Para ellos, el expresidente indígena favorecía a los cocaleros del Chapare, de quienes era su máximo dirigente, mientras a la par estaba al mando del país.
«Evo es corrupto y autoritario», dice Gladys.
Por el contrario, la mayoría de los cocaleros del Chapare (centro) sí reclama el regreso de su líder aymara.
Durante los 14 años del gobierno de Morales, los precios de la coca se duplicaron en los dos mercados autorizados, ubicados en La Paz y Cochabamba.
En 2018, el precio promedio ponderado de la hoja de coca en estos mercados autorizados fue de 12,5 dólares por kg, mientras que en 2008 un kilo de coca se vendía a 6,1 y 5,5 dólares en La Paz y Cochabamba, respectivamente.
La mala relación de los yungas con Morales se agudizó en 2017 cuando el expresidente aprobó la controvertida Ley de la Coca, que amplió la superficie permitida de cultivos de esta hoja de 12.000 a 22.000 hectáreas. La normativa puso fin al monopolio de los yungas sobre la producción legal y autorizó plantaciones que antes eran ilícitas en Chapare.
Los yungas aducen que son ellos los verdaderos productores de la coca para usos tradicionales y denuncian que la producción del Chapare está destinada a la producción de cocaína y al narcotráfico.
«Nosotros medicina, ellos cocaína», remata Gladys.