La Paz (AFP) – La presidenta interina de Bolivia, la derechista Jeanine Añez, se estrena este miércoles en sus funciones luego de tomar las riendas del país en una controvertida sesión legislativa para llenar el vacío de poder que dejó la renuncia de Evo Morales, asilado en México.
Añez, segunda vicepresidenta del Senado, se proclamó presidenta interina la víspera ante la renuncia también del vicepresidente del gobierno y de otros altos funcionarios que la antecedían en la línea sucesoria. Poco después, su posesión fue avalada por el Tribunal Constitucional de Bolivia.
En un discurso tras proclamarse, esta abogada de 52 años recordó su intención de convocar nuevas elecciones «lo más pronto posible», luego de que los controversiales comicios del pasado 20 de octubre -en los que Morales buscaba un cuarto periodo- desencadenaran una violenta crisis, que llevó a la renuncia el domingo del primer presidente indígena boliviano.
Este martes, se espera que Añez designe a los miembros de su gabinete. En tanto, el llamado a nuevas elecciones debe darse en un plazo no mayor a 90 días. Al asumir, prometió acelerar los tiempos de manera que Bolivia cuente con nuevo gobierno el 22 de enero de 2020.
La presidenta interina busca dar vuelta la página de la era de Morales, quien llegó el martes asilado a México tras fracasar en su intento de mantenerse en la presidencia mediante elecciones consideradas irregulares por la oposición y observadores de la OEA.
– Respaldo de líderes –
Añez, originaria del departamento de Beni, ubicado en el noreste de Bolivia y fronterizo con Brasil, recibió el apoyo de los líderes de las protestas contra Morales.
El expresidente Carlos Mesa, segundo en los cuestionados comicios de octubre, la felicitó en Twitter y el líder cívico Luis Fernando Camacho, convertido en principal rostro de la oposición en el marco de las protestas, le prometió su «apoyo total».
Camacho también llamó a suspender los paros iniciados al día siguiente de los comicios.
Por la noche, Añez tuvo una reunión con los jefes de las Fuerzas Armadas y la Policía en la casa de gobierno. Una señal de que estos la reconocen también como presidenta.
Morales, de 60 años, denunció sin embargo desde México que la «autoproclamación de una senadora como presidenta viola la CPE (Constitución Política del Estado) de Bolivia y normas internas de la Asamblea Legislativa».
«Se ha consumado el golpe más artero y nefasto de la historia», agregó Morales, cuyos senadores -que siguen siendo mayoría en la cámara alta- no asistieron a la sesión del martes tras demandar garantías de seguridad por la violencia de las últimas tres semanas, que ha dejado siete muertos, según la fiscalía. Además, hay unos 400 heridos.
Por la noche del martes, Estados Unidos advirtió a sus ciudadanos que no viajen a Bolivia por los disturbios y ordenó salir del país a las familias de sus diplomáticos.
– Pedido internacional de elecciones –
Bolivia estuvo sumida en un vacío de poder desde el domingo, cuando Morales dimitió en medio de fuertes presiones de la calle, de las fuerzas de seguridad y sindicales, y entre protestas en ocasiones violentas tras los comicios del 20 de octubre.
Ese día la oposición denunció un fraude electoral por la interrupción abrupta de la publicación de los resultados del escrutinio en momentos en que comenzaban a anticipar una segunda vuelta.
El mandatario aymara, que se reeligió desde 2006 en la presidencia tras sucesivas reformas constitucionales y pese a un referéndum adverso, renunció finalmente solo horas después de haber convocado a nuevas elecciones ante las «graves» irregularidades denunciadas por los observadores de la OEA.
En dos declaraciones diferentes, una veintena de naciones de la OEA urgieron el martes al fin de la violencia y a la pronta realización de elecciones para superar la crisis en Bolivia, en la primera reunión del bloque continental tras la dimisión de Morales.
Varios países de América Latina -entre ellos México, el gobierno electo de Argentina, Cuba, Venezuela y Uruguay- han denunciado un «golpe de Estado».
Brasil también rechazó la tesis del golpe y rápidamente reconoció al gobierno de Añez.
Morales dejó el poder defendiendo un legado que, según él, trajo progreso económico y social a una de las tres naciones más pobres de América Latina.