La Paz (AFP) – El presidente izquierdista boliviano, Evo Morales, se encontraba este sábado en la cuerda floja acosado por colectivos civiles que protestan en las calles exigiendo su renuncia y por un motín policial que, según él, es un golpe de Estado «en marcha».
Se trata de la mayor crisis política del primer gobernante de origen indígena en Bolivia, en el poder desde 2006.
Morales, de 60 años, desató la crisis al pretender hacer valer su polémico triunfo electoral del 20 de octubre para un cuarto mandato hasta 2025, a pesar de que fue objetado por irregularidades por veedores de la OEA, y su principal rival Carlos Mesa lo calificó de «monumental fraude».
En ese contexto, una turba enardecida quemó al día siguiente de los comicios las sedes del tribunal electoral en cinco regiones del país.
El Comité Cívico de Santa Cruz, región oriental motora del desarrollo boliviano, tomó entonces la iniciativa y declaró una huelga general que lleva ya 18 días y que se ha extendido hasta desembocar en una rebelión nacional, a la que adhirieron la noche del viernes unidades policiales de siete de los nueve departamentos de Bolivia.
Este sábado se sumaron policías de La Paz, quienes se replegaron a sus cuarteles.
– Un líder inesperado –
Bolivia llegó a los comicios con la oposición dividida en ocho candidatos, aunque muchos electores se fijaron en Mesa como única opción para sacar a Morales, quien buscó un cuarto mandato luego de casi 14 años en el poder.
Sin embargo, en la etapa poselectoral nuevamente los partidos políticos quedaron en el limbo.
Surgió entonces el liderazgo del empresario y abogado Luis Fernando Camacho, de 40 años, jefe de esa añeja entidad de Santa Cruz que promueve el federalismo y alineada en la derecha radical.
Camacho articuló un discurso en Santa Cruz que pronto repercutió en las clases medias altas y altas de La Paz, centro del poder político.
Pero la líder de la organización feminista Mujeres Creando, María Galindo, afirma que Camacho no las «representa» pues pertenece a «un pequeño círculo oligárquico» y porque «luchar por la democracia no es luchar por el fascismo».
– Alianza variopinta –
Histriónico y locuaz, Camacho logró sumar aliados, entre ellos el Conade, un colectivo de dirigencias civiles encabezado por el rector de la estatal Universidad Mayor de San Andrés, Waldo Albarracín, un izquierdista moderado, que tiene ascendiente entre los estudiantes.
Además, pronto se unieron a Camacho sectores que quieren la cabeza de Morales: sindicatos de maestros troskistas, de médicos con liderazgo de centroderecha o de cocaleros desplazados.
Aunque Camacho estuvo inicialmente cerca de Mesa, pronto rompió con él. «Nos dimos cuenta que estábamos apoyando a una persona que buscaba su propio interés», afirmó.
«Nosotros hemos asumido una posición totalmente ciudadana, apolítica, no defendemos a ningún candidato, defendemos el voto del pueblo», justificó Camacho.
El empresario Samuel Doria Medina, líder de Unidad Nacional, derrotado dos veces por Morales en las elecciones de 2005 y 2009, abogó por Mesa.
«Le decimos al amigo Camacho que respetamos lo que ha hecho hasta aquí, pero comete un error al atacar a Mesa y la oposición política. No es tiempo de pelear», tuiteó.
Mesa reaccionó también en Twitter: «No voy a confrontar con @LuisFerCamachoV porque eso sólo beneficiaría a la permanencia del dictador (Morales). La unidad de la oposición democrática hoy es imperativa».
Tras ir radicalizando su discurso, ahora Camacho quiere hacer firmar a Morales una carta de renuncia a la presidencia.
– Evo no cede –
A pesar de que el clima de agitación está en escalada -incluso con sus aliados mineros de Potosí (suroeste) avanzando hacia La Paz para intimarle a renunciar-, Morales no muestra señales de dar el brazo a torcer.
Por el momento, a pesar de los motines policiales, los militares han permanecido en sus cuarteles ajenos a los pedidos de grupos civiles para que desalojen a Morales del poder.
Solo quedan 75 días para el fin del actual mandato constitucional de cinco años de Morales, quien aspira a tomar posesión para el nuevo periodo 2020-2025 el próximo 22 de enero.
«La derecha que dice: ‘Evo tiene que renunciar’. Quiero decirles a ustedes, hermanos, a Bolivia y al mundo, no voy a renunciar, somos electos por el pueblo, respetamos la Constitución», dijo el gobernante en uno de sus discursos habituales.
«Y cuando dicen: ‘que renuncie’, es el golpe de Estado», sostuvo.